Cuando el 29 de mayo se supo que habían asesinado al periodista Arkady Babchenko en Ucrania, se criticó la falta de seguridad que padecen los profesionales de la prensa en este país.
Pero cuando menos de 24 horas después, se supo que había sido un montaje del servicio de seguridad ucraniano (SBU), surgieron dudas sobre la credibilidad de los periodistas en este país del este de Europa.
El director de la Reporteros Sin Fronteras (RSF) para Asia central y Europa oriental, Johann Bihr, dijo a IPS: “Eso desacredita a los periodistas y dificulta los esfuerzos para protegerlos con eficacia”.
Babchenko, un exsoldado ruso que luchó en Chechenia, critica al Kremlin desde hace años. Huyó de Rusia el año pasado porque temía por su vida y finalmente se mudó a Kiev, donde trabaja para el canal de televisión tártaro ATR.
En cuanto se supo de su muerte surgieron especulaciones sobre la participación rusa, una teoría que las autoridades ucranianas rápidamente confirmaron.
Pero Moscú enseguida negó su vinculación con el hecho y, cuando Babchenko apareció vivo, arguyeron que el episodio era una prueba de la propaganda antirusa de Kiev.
Y cuando Babchenko apareció en una conferencia de prensa organizada por los servicios de seguridad ucranianos al día siguiente de su presunta muerte, dejando al descubierto su cooperación con el SBU en una operación para exponer a quienes supuestamente planeaban su asesinato, motivó el enfado de las organizaciones defensoras de la libertad de prensa.
“Un circo total”, criticó Philippe Leruth, de la Federación Internacional de Periodistas (FIJ), quien dijo a las autoridades ucranianas que era “intolerable mentir a los periodistas del mundo y confundir a millones de ciudadanos”.
Por su parte, el secretario general de RSF, Christophe Deloire, opinó: “No hay argumentos a favor de montar la muerte de un periodista”.
La estrategia “no ayudará a la causa de la libertad de prensa”, apuntó. “Es patético y lamentable que la policía ucraniana haya jugado con la verdad, cualquiera sean sus motivos para el truco”, agregó en un tuit.
El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) alertó que eso podría “socavar la confianza pública en los periodistas y silenciar el malestar cuando efectivamente haya un asesinato”.
El SBU y Babchenko siguieron defendiendo la operación, y el periodista incluso agradeció que la misma le hubiera salvado la vida.
Por su parte, RSF, CPJ y FIP señalaron: “Estamos felices de que Babchenko esté vivo y no hay dudas de que las amenazas que recibió fueron reales. Pero esperamos que el gobierno de Ucrania presente pruebas contundentes que le hayan permitido sacar conclusiones. Hasta ahora no lo han hecho”, precisaron.
La situación de la prensa no es buena en Ucrania. Los periodistas sufren acoso de forma regular y agresiones físicas, así como “doxing”, la publicación de información privada.
Siete periodistas fueron asesinados en los últimos cuatro años en Ucrania, el último fue un ruso nacido en Belarús, Pavel Sheremet, quien perdió la vida en un atentado con coche bomba en julio de 2016.
La investigación está estancada por la falta de esfuerzo de los investigadores y por la participación ucraniana en el hecho, criticaron defensores de la libertad de prensa.
Tras el montaje del asesinato de Babchenko, Larysa Sargan, portavoz del fiscal ucraniano, Yuriy Lutsenko, publicó en Facebook una lista de periodistas que, según ella, eran “traidores” por criticar la operación.
Por su parte, los periodistas tuvieron opiniones divididas, algunos la elogiaron como la mejor forma de salvarles la vida y exponer la conspiración rusa, pero muchos otros criticaron la operación y hasta hubo quienes la vincularon con la grave falencia de las instituciones de poder para garantizar la seguridad y la libertad de prensa.
Olga Rudenko, jefa de edición del diario Kyiv Post, dijo a RFE/RL: “Los periodistas ucranianos se sienten menos seguros de lo que se sentían antes. Para que sea un lugar más seguro, las autoridades deben investigar los delitos contra los periodistas”.
“Todo el complot para asesinar a Babchenko, si presumimos que existió, solo fue posible porque hubo tantos asesinatos antes y porque siguen sin investigarse los ataques contra los periodistas, lo que crea un ambiente de impunidad”, arguyó.
“¿Quién se anotaría para matar a un periodista conocido si supieran que se encontró a otros asesinos y se los castigó?”, planteó.
Anna Babinec, fundadora de la agencia de periodismo de investigación, Slidstvo.Info, dijo que el incidente hizo que muchos periodistas perdieran lo que les quedaba de confianza en las autoridades ucranianas.
“Como periodista de investigación, que trabajó toda la noche en la escena del ‘crimen’, fue una gran prueba a mis capacidades. Ahora sabemos que tenemos que chequear todo lo que dicen las autoridades no dos veces, sino tres o cuatro”, observó.[related_articles]
“Tenemos que chequear no solo si la policía hace su trabajo adecuadamente, sino si mienten sobre los crímenes”, apuntó.
“Como periodista y ser humano, estoy feliz de que mi colega esté vivo, pero todavía hay muchas preguntas que el servicio de seguridad y Arkady deben responder sobre la operación especial”, añadió.
La desconfianza creció desde la operación, pues el SBU se niega a dar más detalles y tanto el presunto asesino como el que lo contrató sostienen que vienen trabajando con el servicio secreto.
Una lista con unas 47 personas “blanco de ataque”, supuestamente descubierta por el SBU durante la operación, agranda la confusión.
La lista, que incluye periodistas y activistas, contiene a muchos críticos del gobierno ucraniano, entre otros, pero es llamativo que no figura Babchenko.
Y nuevamente, hay visiones encontradas sobre su veracidad.
Al hablar sobre RFE/RL, tres periodistas de la lista dijeron que el SBU los había contactado y les había mostrado una lista con sus nombres que, al parecer, es similar a la que se filtró a los medios, pero con distinto orden y, en algunos casos, distinta ortografía.
Uno de los periodistas incluso dijo que lo habían interrogado sobre sus opiniones políticas.
Mientras, la periodista rusa Tanya Felgenhauer declaró al diario británico The Independent: “Esa historia ha sido un triunfo del mundo posfactual y dificulta todavía más nuestro trabajo”.
“Una de las pocas ventajas que tenemos sobre las redes sociales y los medios estatales es la exactitud y la comprobación de los hechos. En este caso, el modelo de comprobación de hechos no fue suficiente, y nuestra credibilidad se vio muy afectada”, se lamentó.
Por su parte, Bihr, de RSF, dijo a IPS: “Ayuda a las organizaciones que siembran dudas y propagan información errónea y que desdibujan las líneas entre la verdad y la ficción. Aviva a los gobiernos represivos y a los medios que hacen propaganda con el fin de coartar la libertad de expresión”.
Traducción: Verónica Firme