El 14 de mayo de 2014, un agente de la Unidad de Policía Pacificadora de Manguinhos, en Río de Janeiro, mató a mi hijo, Johnatha de Oliveira Lima. Poco después me llamó por teléfono una mujer que dijo que se llamaba Marielle. Yo no sabía quién era.
Entonces no era la concejala municipal elegida con la quinta proporción mayor de votos de Río; todavía no. Pero trabajaba en la Comisión de Derechos Humanos de la cámara legislativa del estado de Río de Janeiro, donde estaba en contacto con personas que habían perdido a hijos, hermanos o padres.
Yo sabía que había una Comisión de Derechos Humanos porque lo había visto en la televisión. El mismo día que Johnatha murió, Marielle me llamó y me dijo que estaba ahí para ayudar en lo que pudiera. Lo recuerdo perfectamente. Esto es lo que me dijo:
“Hola, Ana Paula, me llamo Marielle. No me conoces. Trabajo en la Comisión de Derechos Humanos, pero quiero que sepas que, ante todo, estoy aquí por ti como mujer, como la madre que eres igual que yo. No puedo ni imaginar el dolor que estás sintiendo. Quería darte mis condolencias, todo mi apoyo, y ojalá pudiera estar ahora ahí contigo y abrazarte en persona. Estoy segura de que tendré ocasión de hacerlo”.
Siguió en contacto conmigo, con mi familia, con mi hermana, y nos invitó a la Comisión, donde me encontré por primera vez con ella. Aquí, en Manguinhos, estuvo en la manifestación que hubo un año después de la muerte de Johnatha, y posteriormente, en actos culturales.
Marielle era como nosotras. Se pasó por mi casa con la Comisión, y reuní a toda mi familia para que los vieran. Nuestra conexión se hizo aún más fuerte, porque ella siempre estaba ahí para apoyarnos. A veces con llamadas de teléfono, y muchas veces presentándose en las vistas judiciales, y no solo por mi hijo.
La veía en las manifestaciones frente los juzgados, apoyando a otras familias en las vistas, junto con otras madres a cuyos hijos habían matado, y solía pasar a vernos para darnos un abrazo y decirnos unas palabras de consuelo, de aliento. Siempre que la veíamos preguntaba cómo estaba mi familia, y hablaba de mi hijo.
Traía un soplo de paz y era siempre muy cariñosa.
Cuando me enteré de que habían matado a Marielle, yo estaba en Jamaica. Amnistía Internacional me había invitado a participar en un acto con familiares de personas a las que había matado la policía en Jamaica, Brasil y Estados Unidos. Habíamos ido a compartir nuestras historias y darnos mutuamente fuerzas.
El 14 de marzo por la noche, tras un intenso día de actividades, estaba tan cansada que no salí. Me quedé en el hotel, viendo fotografías de mi hijo y de las protestas en el teléfono móvil.
Ese día hacía tres años y diez meses que habían matado a mi hijo. Reflexionaba sobre todo lo que había pasado tras su muerte y todo lo que me había llevado a aquél lugar, Jamaica, que estaba tan lejos de mi hija, de mi familia y de mis amigos. Mientras pensaba en ello, supe que si estaba allí, era por un motivo. Así que saque una fotografía de mi hijo y comencé a escribir.
Como si estuviera hablando con él: “Hijo, mamá te quiere. Jamás voy a olvidarte”. Nada más subir la foto con ese pie a las redes sociales, mi teléfono comenzó a sonar. Era Denize, una madre a quien había conocido a través de Marielle y de la Comisión de Derechos Humanos. Habíamos intimado por la terrible realidad que compartíamos: a su hijo también lo había matado la policía.
Fue Denize quien me dio la noticia de que habían matado a tiros a Marielle. Me quedé anonadada. Era como perder a alguien de mi familia, a una amiga querida. Sabía que siempre que la llamara, fuera de día o de noche, contestaría.
Es intolerable que la vida de Marielle haya llegado a su fin de una manera tan cruel y que quienquiera que sea el responsable no haya sido llevado aún ante la justicia.
Marielle estaba siempre ahí para apoyarnos a todas nosotras, defensora incansable de nuestros derechos. Y ahora nosotras, las madres a las que siempre tendió una mano cuando la necesitamos, estaremos siempre ahí para apoyarla a ella y a las personas de su vida.
Nuestras voces no descansarán y seguiremos luchando por Marielle hasta que se haga justicia. Exigen respuestas a las autoridades brasileñas firmando la petición de Amnistía Internacional. Como decimos en Brasil, ¡Marielle está todavía presente, hoy y siempre!