Hace seis meses, el 18 de septiembre de 2017, el huracán María de categoría 5 azotó a Dominica y causó un desastre inimaginable. Treinta y un personas murieron, otras treinta y tres siguen desaparecidas. Carreteras, puentes, escuelas, hospitales y más del 40 por ciento de las viviendas quedaron destruidas o severamente dañadas.
La agricultura, una importante fuente de ingresos para los pobres de la isla, sufrió enormemente: casi todos los cultivos se perdieron. Los exuberantes bosques verdes, orgullo de este país y un sitio del Patrimonio Mundial de la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), se redujeron a un paisaje árido y aterrador.
Cinco días después, estaba en la Asamblea General observando al primer ministro de Dominica, Roosevelt Skerrit, pronunciar su discurso. «Vengo a ustedes directamente desde la primera línea de guerra contra el cambio climático», dijo, todavía muy visiblemente conmocionado.
«Negar el cambio climático es negar una verdad que acabamos de vivir», agregó, apelando al apoyo internacional. Me conmovieron sus palabras. Recuerdo haber pensado: este discurso debería mostrarse en todas las aulas, salas de juntas, parlamentos de todo el mundo.
Para mi sorpresa, al día siguiente mi jefe me preguntó si estaría dispuesto a ir a Dominica para dirigir la Unidad de Gestión de Crisis de la ONU (CMU, en inglés), con la tarea de coordinar los esfuerzos de ayuda y recuperación en el terreno. Tenía 24 horas para responder. Las palabras del primer ministro Skerrrit resonaron en mi cabeza. «Estos son los momentos por los cuales las Naciones Unidas existe», había dicho. Y así fui.
La configuración del CMU (PNUD-OCHA) reflejó un enfoque innovador de la respuesta a la crisis, inspirado en la Nueva Manera de Trabajar, que llama a los actores humanitarios y de desarrollo a colaborar desde el inicio de una operación de ayuda para garantizar que las necesidades de recuperación a largo plazo sean abordadas tan pronto como sea posible.
Tuve el privilegio de encontrar colegas excepcionales sobre el terreno de agencias hermanas de la ONU (OCHA, PMA, OIM, UNICEF, FAO, OPS), ONG y entidades regionales. Compartiendo el mismo espacio de trabajo en un hotel semi destruido en Roseau, forjamos una colaboración basada en nuestras respectivas fortalezas.
Nos encontramos con contrapartes del gobierno que admirablemente llevaron a cabo sus tareas a pesar de la situación. Nos inspiramos en la determinación de los dominiqueses de reconstruir sus vidas.
Poco después de mi llegada, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, vino de visita, demostrando la solidaridad y el compromiso de la ONU al más alto nivel.
En los días y semanas siguientes, gracias al generoso apoyo de los donantes, la ONU y sus socios distribuyeron alimentos, agua, lonas y otros artículos de socorro.
Creamos instalaciones de operaciones y comunicaciones, ayudamos a las autoridades en la reapertura de escuelas y hospitales, respaldamos el empleo de emergencia para la remoción de escombros, y proporcionamos asesoramiento y apoyo monetario a las personas vulnerables para las necesidades básicas y la reparación del hogar.
La Nueva Manera de Trabajar se convirtió en una alianza sólida basada en una clara división del trabajo dentro de la CMU. Mientras que mis colegas de OCHA se centraron en la coordinación de emergencias, haciendo un trabajo fenomenal, mi equipo del PNUD y yo trabajamos con el gobierno para sentar las bases de la recuperación a largo plazo. Apenas un mes después del huracán, y a pesar de los desafíos logísticos, se llevó a cabo una misión integral de Evaluación de Necesidades Post-Desastre, en conjunto con el Banco Mundial y la Unión Europea.
Proporcionó la base para la estrategia de recuperación presentada en la Conferencia de Alto Nivel PNUD-CARICOM para el Caribe en noviembre, que generó más de 2.5 mil millones de dólares en compromisos internacionales.
La innovación fue un componente clave de la respuesta del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo).
Junto al Ministerio de Vivienda, nos aliamos con Microsoft – que donaron tabletas y diseñaron una aplicación específica – para llevar a cabo una evaluación integral de daños que cubrió más de 29.000 estructuras en toda la isla, generando datos claves para el plan de reconstrucción.
También fuimos pioneros en una colaboración con la ONG internacional Ingenieros sin Frontera para ayudar al Ministerio de Planificación a reescribir las Normas de Vivienda para mejorar la resiliencia estructural y llevar a cabo capacitación/certificación para más de 400 contratistas e ingenieros.
Gracias a las subvenciones de China e India, iniciamos programas para techos resilientes, mientras que la Unión Europea y el Reino Unido apoyaron nuestra iniciativa de remoción de escombros, que proporcionó empleo temporal a cientos de dominiqueses afectados por el huracán. Brindamos asesoramiento al gobierno en la planificación de la recuperación y la creación de una Agencia Nacional de Reconstrucción para la resiliencia climática, basada en las mejores prácticas internacionales.
Estas no son, estrictamente hablando, actividades humanitarias, pero tras una crisis son fundamentales para la recuperación a largo plazo. El sentido de urgencia de las autoridades nacionales era palpable, y pudimos responder rápidamente porque estábamos allí desde el principio. De esto se trata la Nueva Manera de Trabajar.
A fines de 2017, OCHA (Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios) se retiró progresivamente y la CMU se disolvió y cumplió su misión. Proporcionamos ayuda humanitaria y ayudamos a sentar las bases para la recuperación a largo plazo. Salí de Dominica a fines de enero para regresar a Nueva York, pero muchos colegas se quedaron para continuar el trabajo.
A pesar del considerable progreso, queda mucho por hacer para restaurar la normalidad en la vida de los dominiqueses. Con otra temporada de huracanes llegando rápidamente en el horizonte, no hay tiempo que perder.