La agricultora urbana Margaret Gauti Mpofu está dispuesta a hacer cualquier cosa por proteger la productividad de su tierra en esta ciudad del norte de Zimbabwe. Un suelo saludable garantiza una buena cosecha y suficientes alimentos e ingresos para mantener a su familia.
Todas las mañanas, esta mujer de 54 años camina unos 20 kilómetros hacia su terreno de 5.000 metros cuadrados en Hyde Park, al oeste de Bulawayo, con un balde de 20 litros de estiércol de vaca. Mpofu toma un poco del abono y lo esparce al lado de las cebollas y de las verduras de hoja que crecen en filas todo a lo largo del terreno, irrigado con aguas residuales tratadas.
“No debería estar haciendo esto”, reconoce en diálogo con IPS, señalando los surcos dejados por el agua del riego que corre por la pendiente.[pullquote]3[/pullquote]
“El suelo pierde fertilidad cada vez que regamos porque corre rápido, llevándose la valiosa capa vegetal superficial. Tengo que agregarle abono constantemente para mejorar la fertilidad; eso mejora mi producción”, explicó.
El trabajo de alimentar la tierra que hace Mpofu es mínimo para luchar contra el gran problema de la degradación de tierras. Pero si todos los agricultores lo replican a gran escala, puede ayudar a recuperar la productividad de las tierras cultivables, que en la actualidad están en peligro por la desertificación y la degradación.
La desertificación obedece al avance de las dunas de arena en tierras cultivables, pero también a las prácticas agrícolas no sostenibles, como los métodos de tala y quema para limpiar la tierra, la incorrecta irrigación, la erosión del agua, el sobrepastoreo, que elimina el pasto y erosiona la capa vegetal superficial, además del cambio climático.
El fenómeno avanza dejando a muchas personas con hambre por la degradación de tierras cultivables, una fuente clave de ingresos y de alimentos en la mayor parte de África.
Más de 2.600 millones de personas viven de la agricultura. La degradación afecta a más de la mitad de las tierras cultivables del mundo, alertó la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (UNCCD).
Además, señala que se pierden 12 millones de hectáreas de tierras cultivables al año, en las que se podrían cultivar 20 toneladas de granos, por la sequía y la desertificación, mientras 1.500 millones de personas sufren las consecuencias en más de 100 países. Frenar este fenómeno es uno de los problemas globales más acuciantes.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que África perderá las dos terceras partes de las tierras cultivables si no se frena el avance de la desertificación.
Hogares abandonados por la desertificación
La desertificación tiene graves consecuencias económicas y para el desarrollo, y especialmente en África.
El costo económico del fenómeno se estima en 490.000 millones de dólares al año, pero la gestión sostenible del suelo puede ayudar a generar hasta 1,4 billones (millón de millones) de dólares de beneficios económicos, indicó la UNCCD, que este sábado 17 se conmemora el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación con el lema: “Nuestra tierra. Nuestro hogar. Nuestro futuro”.
El objetivo es realzar la relación entre la degradación de tierras y las migraciones y en cómo las comunidades locales pueden construir resiliencia para hacer frente a varios desafíos en materia de desarrollo a través de prácticas sostenibles de gestión.
El número de migrantes en todo el mundo pasó de 222 millones, en 2010, a 244 millones, en 2015, según la ONU.
La UNCCD señala que esa situación es el resultado de la degradación ambiental, de la inestabilidad política, de la inseguridad alimentaria y de la pobreza.
“La migración es un tema prioritario en la agenda política global, pues las comunidades rurales se sienten abandonadas y otras huyen de sus tierras”, indicó Monique Barbut, secretaria ejecutiva de la UNCCD, en un comunicado previo al Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación.
“El problema (de la migración) revela un creciente sentido de desesperación por la falta de opciones o de medios para ganarse la vida. Y sin embargo, las tierras productivas son una eterna herramienta para crear riqueza”, destacó.
“Este año, embarquémonos en una campaña para reinvertir en tierras rurales y desencadenar su enorme potencial para la creación de empleo, desde Burkina Faso, Chile y China hasta Italia, México, Ucrania y Santa Lucía”, añadió.
Más de 100, de los 169 países afectados por la desertificación o la sequía, fijan objetivos nacionales para frenar la descontrolada degradación del suelo para 2030.
“Invertir en la tierra creará empleos locales y ofrecerá a los hogares y a las comunidades una forma de pelear una oportunidad para vivir, lo que a su vez, fortalecerá la seguridad nacional y nuestras perspectivas de lograr la sostenibilidad”, añadió Barbut.
Pérdida de tierras, pérdida de medios de vida
La llamada Cumbre de Tierra, realizada en Río de Janeiro en 1992, señaló a la desertificación, al cambio climático y a la pérdida de biodiversidad como los grandes desafíos en materia de desarrollo sostenible.
La UNCCD se creó para impulsar los esfuerzos de mantener y restablecer la productividad del suelo, al tiempo que mitigar los efectos de la sequía en las áreas semiáridas y subhúmedas secas, donde 2.000 millones de personas dependen de esos ecosistemas.[related_articles]
En mayo de este año, un encuentro de alto nivel en la sede de la ONU, organizado por la misión permanente de Qatar, Islandia y Namibia, junto con la oficina del presidente de la Asamblea General, subrayó a degradación neutra de la tierra como catalizador de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
El 15 ODS subraya la protección, recuperación y promoción del uso sostenible de los ecosistemas terrestres, la gestión sostenibles de los bosques, el combate a la desertificación, así como frenar y revertir la degradación del suelo y poner fin a la pérdida de biodiversidad.
“Más de la mitad de las tierras cultivables sufren la degradación del suelo; y el deterioro de las tierras secas llevó a la desertificación de 3.600 millones de hectáreas”, subrayó el embajador Peter Thomson, presidente de la Asamblea General, puntualizando la sequía y el hambre que afecta a millones de personas en África.
En 2016, muchos países de África austral declararon el desastre por la sequía. Y la Comunidad de Desarrollo de África Austral lanzó un llamado de ayuda humanitaria y alimentaria de 2.400 millones de dólares para las 40 millones de personas perjudicadas por la peor sequía en más de 30 años.
Los pronósticos de incremento de la demanda en 50 por ciento para 2030 anticipan una mayor demanda de tierras, lo que generará mayor deforestación y degradación ambiental si las medidas globales no apuntan a restablecer la productividad de las tierras degradadas.
La UNCCD promueve la degradación neutral del suelo para 2030.
Y de hecho, una de las metas del ODS 15 apunta a “luchar contra la desertificación, rehabilitar las tierras y los suelos degradados, incluidas las tierras afectadas por la desertificación, la sequía y las inundaciones, y procurar lograr un mundo con una degradación neutra del suelo”.
Además, permitirá empoderar a las mujeres y a las niñas, quienes soportan este problema y contribuyen a poner fin a la pobreza y garantizar la seguridad alimentaria, destacó el Grupo de Amigos para la Degradación de Tierras, la Desertificación y la Sequía, presidido por el embajador de Islandia, Einar Gunnarsson, y el embajador de Namibia, Neville Gertze.
La tierra es finita, pero su recuperación, no lo eso
No se pueden crear nuevas tierras, pero la buena noticia es que se pueden recuperar las degradadas. Burkina Faso, sede de la conmemoración oficial del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación, mostró el camino.
Ese país de África occidental, uno de los primeros signatarios de la UNCCD, recupera las tierras degradadas desde la década de los años 80, aprovechando las técnicas tradicionales y adoptando otras nuevas que funcionan, como la regeneración natural gestionada por agricultores.
“Somos la sede de la conmemoración del 17 de junio porque queremos mostrarle al mundo de que lo logramos y que es posible para inspirar a otros a la acción”, reza un comunicado de Batio Bassiere, ministro de Ambiente, Economía Verde y Cambio Climático de Burkina Faso.
Traducido por Verónica Firme