Mariya Sareer, de 12 años, intenta leer lo más posible antes que oscurezca. Ya pasaron casi cinco meses desde que la alumna de séptimo grado de Shurat, un pueblo 70 kilómetros al sur de la ciudad de Srinagar, fue a la escuela por última vez debido al violento conflicto político que azota al norteño estado de Jammu y Cachemira, en India.
“Estudiar así es difícil. No sé en qué concentrarme. Mis resultados no serán tan buenos como antes», comentó la joven, que siempre ha sido la mejor de su clase. Sus hermanos Arjumand, de nueve años, y Fazl, de seis, que asisten a la misma escuela, asienten con la cabeza.[pullquote]3[/pullquote]
Mariya sigue siendo más afortunada que muchos de sus amigos. Aunque su escuela -el Instituto Taleem-Ul-Islam Ahmadiyya- está cerrada desde hace más de cuatro meses, el edificio sigue en pie. Pero miles más ya no tienen aulas a las que volver porque las mismas fueron destruidas por incendios intencionales.
Quemando el futuro de una generación
Las escuelas de Cachemira cerraron el 6 de julio para Eid ul Fitr, un día festivo musulmán, pero estaba previsto que reabrieran poco después. Pero la violencia estalló en todo el valle cuando Burhan Wani, un joven guerrillero, fuera abatido por las fuerzas de seguridad el 8 de ese mes. En medio de manifestaciones multitudinarias, lanzamiento de piedras y pedidos de «liberación» del dominio de India, los partidos separatistas reclamaron la huelga general de la región.
Esta impidió que los 1,4 millones de estudiantes de la zona regresaran a las aulas.
Unas semanas más tarde, el 6 de septiembre, se reportó el primer incendio escolar, en la localidad de Mirhama, en el distrito de Kulgam. Pronto se conocieron denuncias similares por todo el valle. Hasta el momento el fuego destruyó a más de 30 escuelas, públicas y privadas, la mayoría en Cachemira del Sur, donde murió Burhan Wani.
Una de ellas es la secundaria pública Nasirabad, en Kulgam, que se incendió el 16 de octubre. Aunque la población local y la policía intentaron apagar las llamas, estas destruyeron la biblioteca, el gimnasio, las computadoras, el laboratorio y los escritorios. Los habitantes de la zona afirman que los incendiarios querían impedir la reapertura de la escuela, por eso quemaron el piso superior y no la planta baja, que tenía pocos equipos.
La profesora Shugufta Barkat sostiene que la escuela era de las mejores del distrito. «Están quemando el futuro de los niños», dijo a IPS, visiblemente emocionada.
A diferencia de otros ataques extremistas, los incendios siguen siendo un misterio, sin que nadie haya asumido la responsabilidad.
Los separatistas y el gobierno se culpan mutuamente, y algunos dicen que son obra de «elementos marginales» de la sociedad que solo quieren causar trastornos. La policía realizó algunos arrestos, pero en cada caso el acusado ha sido identificado como un “separatista» sin vínculos claros con grupos guerrilleros.
Con el aumento de casos de incendios, el gobierno pidió a los maestros que protejan sus escuelas durante las horas nocturnas, para lo cual las instituciones adoptaron “turnos nocturnos” que los docentes deben cumplir.
Malestar en una comunidad minoritaria
Basharat Ahmed Dar es el jefe de Asnoor, una aldea de la minoritaria comunidad musulmana ahmadiyya, en Kulgam. En un estado de turbulencia política, violencia, asesinatos y torturas, esta comunidad defiende el amor, la paz y la armonía. Sus principios les han ganado el respeto mundial, así como el desprecio de muchos, especialmente de los radicales.
La comunidad fomenta la educación como un camino sano para el progreso y también dirige cinco escuelas en Cachemira del Sur. Las escuelas – que admiten a todo tipo de alumnos, no solo a ahmadiyyas, – son conocidas por su alto nivel educativo y superior infraestructura.[related_articles]
Desde que comenzó la huelga general, los jóvenes ahmadiyyas, incluidos algunos de los maestros, hacen guardia frente a sus escuelas para repeler posibles ataques e incendios. El patrullaje continuará hasta que empiece a nevar, dice Dar.
«No llueve desde hace meses, así que todo está muy seco y propenso a tomar fuego. Pero una vez que empiece la nevada, no será tan fácil que el fuego se propague», explicó.
Promociones masivas e incertidumbre constante
El año lectivo comienza en abril y termina en noviembre en Cachemira, justo antes de que empiecen los tres meses de vacaciones de invierno. Los exámenes anuales se llevan a cabo a finales de octubre. Sin embargo, este año ninguna de las escuelas pudo realizar sus pruebas finales. Ante la situación, el gobierno declaró la promoción de todos los estudiantes del primer al noveno grado.
Las escuelas privadas decidieron tomar exámenes, aunque solo completaron alrededor de 40 por ciento del programa de estudios.
Farooq Ahmed Nengroo, profesor de una escuela privada, califica las promociones colectivas de “error peligroso».
«También en 2014, después de una inundación en el valle, los estudiantes tuvieron una promoción masiva aunque solamente fueron afectadas de dos a tres por ciento de las escuelas. En el futuro, definitivamente habrá un vacío de conocimientos y habilidades en la fuerza de trabajo del estado «, advirtió.
Mientras tanto, la joven Mariya Sareer reza para que cesen la huelga general y los incendios y así pueda recuperar su vida. «Solo quiero volver a la escuela, estudiar y jugar al cricket», explica.
Traducido por Álvaro Queiruga