Hoy en Puerto Príncipe y en toda la isla, brilla el sol. Al mirar un cielo tan azul, me pregunto cuán grande es la fuerza de la naturaleza que, en poco menos de 36 horas, puede llegar y destruirlo todo, tal como ha hecho Matthew el lunes 3 en todo el sur de Haití. Ni en la tranquilidad de la noche anterior a su llegada ni en el color del cielo de hoy, nadie hubiera podido imaginar las secuelas devastadoras que nos ha dejado.
Los pensamientos van y vienen, entre recibir los últimos datos de mis colegas desde el Centro de Emergencia de la Protección Civil, y acabar de juntar las ideas para poder intervenir de inmediato y ayudar las poblaciones de los departamentos de Nippes, Sur y de la Grande Anse.
No tengo mucho tiempo, y me concentro. Pienso en mi último entrenamiento sobre situaciones de emergencia, en mis experiencias pasadas, en la teoría y la práctica. Junto con las Directoras de la oficina y los demás colegas, intentamos sacar en pocas palabras nuestra estrategia para trabajar en la recuperación de Haití, para construir desde las primeras intervenciones de la emergencia un puente hacia el desarrollo.
En Jeremie, 90 por ciento de las casas están destruidas. Los techos han salido volando junto con la mayoría de los árboles, y ahora todo está en el suelo por todas las calles de la ciudad. Vemos cuerpos de animales muertos, restos de letrinas, cementerios que han sido destruidos.
Para que ese puente hacia el desarrollo sea efectivo, debemos apoyar la gente, para que tenga trabajo ayudando a limpiar las calles, para que la ayuda pueda llegar a aquellas zonas donde el paso esta obstruido, para evitar que haya más muertos y evitar el contagio de enfermedades debido a las condiciones insalubres de su entorno. Y tenemos que actuar rápido.
Al mismo tiempo, empezamos a ver cómo podemos ayudar a las instituciones gubernamentales locales y centrales, alcaldías y ministerios, y a las comunidades para que la próxima vez que algo suceda, estén mucho más preparados, sean más fuertes y en definitiva “resilientes”.
Parte importante de nuestro análisis es ver si lo que hemos hecho hasta ahora ha funcionado en términos de prevención. Gracias a unos de nuestros proyectos en el Sur, el alcalde de Dame-Marie tiene en sus manos el mapa multiriesgo que hemos realizado juntos con él y toda la comunidad.
Gracias a ese mapa, en muy poco tiempo ha podido tomar la decisión de dónde relocalizar a la gente que había sido evacuada antes de la llegada del huracán. Él lo sabía y la comunidad también: la única zona segura es la verde, allí tendrán que relocalizarse. El alcalde estaba completamente empoderado, la comunidad evacuada a salvo, y nosotros muy emocionados de ver un resultado que es intangible, pero vital… Y pienso que en realidad no salvamos vidas luego del desastre, hemos empezado a salvar vidas mucho antes de que esto sucediera.
Acabo mi café, contesto al teléfono, los números giran en mi cabeza y pienso que ese puente es más importante que nunca. En algunas zonas, 90 por ciento de los árboles se han caído, 80 por ciento de las huertas ya no existen, y en un par de meses miles de familias no tendrán trabajo ni comida si no empezamos desde ya a trabajar en la recuperación, en unir emergencia y desarrollo.
Prácticamente, ya no hay árboles en Jeremie y les Cayes. Si viene otro huracán, el impacto será aún más fuerte ya que esas ciudades no tendrán más protección.
A todos los amigos que me escriben para preguntarme Rita, ¿qué estás haciendo?; a mi madre, con la cual por estos días nunca tengo tiempo de hablarle, eso es lo que quisiera explicarles: lo que hacemos en el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) cuando hay un desastre. Apoyar a la gente para que vuelva a sus vidas, con un proceso de prevención y planificación para que el retorno a sus actividades cotidianas sea cada vez más rápido y en mejores condiciones.
Quisiera decirles que trabajamos en ese puente entre emergencia y desarrollo para estar al lado de esas personas desde el primer minuto de la urgencia, y para mucho tiempo más, hasta que la reconstrucción dé el paso al desarrollo. Que, aunque con pocas horas de sueño, nos esforzamos para reconstruir los hogares y medios de vida de miles de haitianos que hoy lo han perdido todo para que mañana vivan mejor y estén más preparados.
El teléfono suena otra vez, es mi mamá: “¿Estás bien? ¿Qué estás haciendo para Haití?” – “Mamá no tengo tiempo, te llamo luego”.