Los hospitales de esta ciudad de India, capital de verano de Jammu y Cachmeira, están colmados de pacientes con heridas causadas por armas de perdigones, que recibieron durante los últimos enfrentamientos violentos con las fuerzas de seguridad.
Kaisar Ahmad Mir, de 16 años, está hospitalizado desde el 9 de julio. El adolescente, con las radiografías al lado de su cama, observa a la gente que pasa con un rostro ojeroso. Los médicos tuvieron que amputarle tres dedos de la mano derecha por heridas causadas por los perdigones que le dispararon a quemarropa durante una de las manifestaciones.[pullquote]3[/pullquote]
“Sentí como una corriente eléctrica cuando me dieron los perdigones en la mano derecha. Luego la sangre comenzó a salir y después sentí un intenso dolor”, relató Mir en diálogo con IPS.
Los mortales enfrentamientos entre manifestantes y las fuerzas de seguridad se instalaron en esta región del Himalaya, el único estado musulmán de India, el 8 de julio, cuando el ejército mató al líder rebelde Burhan Wani durante un enfrentamiento de tres horas en el sur de Cachemira.
El gobierno se apresuró a decretar un toque de queda en todo el estado, que incluyó restricciones al servicio de Internet y de teléfonos. Pero la población se enfureció y se volcó a las calles de las ciudades, de los pueblos y hasta de aldeas alejadas.
Desde el 8 de julio han muerto 52 manifestantes y más de 2.500 quedaron heridos, 600 de los cuáles por perdigones. Muchas de las víctimas son menores de edad.
Aaqib Mir, el hermano menor de Kaisar, dijo a IPS que él estaba preparando exámenes para este año. “Ahora quedó incapacitado de por vida”, subrayó.
Los perdigones están cargados de plomo y salen disparados en gran cantidad, dispersándose por un área extensa. Además, penetran la piel y los tejidos blandos; los ojos son especialmente vulnerables a sufrir daños graves e irreversibles.
Esa munición comenzó a utilizarse en Cachemira como alternativa “no letal” a las balas reales después de que las fuerzas de seguridad mataron a casi 200 personas durante las manifestaciones contra el gobierno central de India entre 2008 y 2010, con el argumento de que cuando se disparan de lejos, se dispersan causando solo heridas leves.
Durante las protestas de este verano boreal, se utilizó mucho esa munición contra los manifestantes, con un saldo de varios heridos. Según datos del hospital SHMS, se atendieron 164 pacientes por heridas de perdigones, se practicaron 106 intervenciones quirúrgicas y cinco personas perdieron un ojo por completo.
Umar Nazir, de 11 años, es uno de los que perdió la vista tras recibir más de 12 perdigones en el rostro, que fueron a parar a ambos ojos. Los médicos informaron a la familia que había perdido la vista en el ojo derecho y que la del izquierdo se deterioraba por las graves lesiones al nervio óptico.
Numerosas organizaciones de derechos humanos criticaron la dura respuesta del gobierno contra las protestas y cuestionaron el argumento de que los perdigones no son letales.
Riyaz Ahmad Shah murió el 2 de este mes tras recibir varios impactos de perdigones. El joven de 21 años era guardia de seguridad de un cajero automático que, según su familia, regresaba a su casa cuando oficiales de las fuerzas de seguridad le efectuaron varios disparos a quemarropa y murió en el acto.
“En la autopsia se encontraron 360 perdigones en su cuerpo”, contó su hermano, Shakeel Ahmad.
La cadena de noticias árabe Al Jazeera informó que por lo menos nueve personas murieron en esta región desde que comenzaron a usarse esas armas en 2010.
“Los perdigones no se usan contra manifestantes en ningún otro lugar del país, pero aquí en Cachemira, el gobierno los usa abiertamente sin ningún remordimiento”, observó el activista de derechos humanos Khurram Parvez, quien es coordinador de programa de la Coalición de la Sociedad Civil de Jammu y Cachemira.[related_articles]
La organización lanzó una campaña con afiches y un texto en braile para generar conciencia sobre el sufrimiento en esta región. “Cuando no estás de acuerdo con la brutal ocupación de Cachemira, así es como te hacen ver su punto de vista”, reza el póster.
El médico Sajad Ahmad, quien atendió a muchas personas heridas, comentó que nunca vio “un uso tan brutal de la fuerza”. Son municiones que quizá no maten a la mayoría de las víctimas, pero igual las pueden dejar con lesiones de por vida.
“Realizamos cientos de operaciones desde el 8 de julio; hay niños que quedaron incapacitados y ya no podrán trabajar ni ganarse la vida”, señaló Ahmad.
La organización de derechos humanos Amnistía Internacional, con sede en Londres, emitió este viernes 5 un comunicado pidiendo al gobierno de Jammu y Cachemira que dejara de usar armas de perdigones.
“Son imprecisas e indiscriminadas y no tienen lugar entre las fuerzas de seguridad”, remarcó Zahoor Wani, responsable de campaña del capítulo indio de Amnistía, en un comunicado divulgado en Nueva Delhi.
“Amnistía India llama al gobierno de Jammu y Cachemira a dejar de usar de inmediato las armas de perdigones en la vigilancia de protestas. No pueden asegurar que dé en el blanco y corren el riesgo de causar heridas graves, incluso a transeúntes u otros manifestantes que no participan en la violencia. Es un peligro casi imposible de controlar”, señala el comunicado.
La Alta Corte de Justicia de Cachemira envió notificaciones al gobierno estadual y nacional pidiéndoles respuesta por una demanda para la prohibición de las armas con perdigones para reprimir manifestaciones por parte de las fuerzas de seguridad.
El gobierno estadual respondió que busca alternativas para controlar las protestas violentas.
“Las desaprobamos, pero tendremos que continuar con el mal necesario hasta que encontremos una alternativa no letal”, declaró el portavoz Nayeem Akhtar.
Muchos habitantes de Cachemira no quieren depender más del gobierno central de India y abogan por una independencia total o unirse a Pakistán, que también reclama este territorio.
Por lo menos 50.000 personas murieron durante un levantamiento que comenzó en 1987. Desde entonces, hay protestas periódicas contra el gobierno que elevan la tensión entre las fuerzas de seguridad y la población civil y que derivaron en acusaciones contra la policía por reprimir con mano dura las manifestaciones.
Traducido por Verónica Firme