Los Juegos Olímpicos empiezan el 5 de agosto en la ciudad brasileña de Río de Janeiro, como un alivio para los taxistas locales, no por las ganancias adicionales que podrán obtener de turistas, sino por el fin de las obras que bloquearon muchas avenidas en los dos últimos años.
Pero decenas de miles de familias se sienten excluidas del festival deportivo y de la ciudad. Son las víctimas de desplazamientos forzados por la construcción de vías de transporte e instalaciones para las Olimpíadas.
“Más de 77.000 personas perdieron sus casas desde 2009”, cuando Río fue elegida sede de los Juegos Olímpicos de este año, destacó Mario Campagnani, miembro del Comité Popular de la Copa y las Olimpíadas, como representante de la organización no gubernamental Justicia Global.
No todas esas personas fueron desplazadas por obras olímpicas, pero muchas comunidades pobres, como Villa Harmonia y Recreio II, si fueron totalmente desalojadas a causa de lo que “llamamos Juegos de la exclusión”, señaló a IPS.
Este es el cuarto gran evento deportivo que afecta la ciudad desde los Juegos Panamericanos de 2007. Después vinieron las Copas de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), la de las Confederaciones en 2013 y la Mundial en 2014, disputadas en varias ciudades, pero clausuradas en Río, la sede principal.
La mayoría de las familias fueron reasentadas en barrios lejanos del centro y de locales de trabajo, con infraestructura precaria, otras recibieron indemnizaciones insuficientes para rehacer sus vidas y algunos siquiera recibieron cualquier compensación por sus casas o negocios demolidos, según el Comité.
Cuatro vías de BTR (Bus de Tránsito Rápido), sumando más de 150 kilómetros, una línea de metro de 16 kilómetros y una reforma radical de la zona portuaria central, ahora denominada Puerto Maravilla, y algunos estadios fueron las principales obras impulsadas por las Olimpíadas.
El BTR Transcarioca, que une Barra da Tijuca, el nuevo barrio rico donde se construyó el Parque Olímpico y otros estadios, al aeropuerto internacional de Río de Janeiro, refleja el objetivo de servir al turismo, antes que a la población local.
Río se convirtió en una de las capitales mundiales de los megaeventos, que son “una máquina de entretenimiento, una industria múltiple que generó un nuevo concepto de esparcimiento turístico, activo y no más contemplativo”, explicó Luiz Cesar Ribeiro, profesor de planificación urbana en la Universidad Federal de Río de Janeiro.
“Se trata de un sector complejo, que involucra en su preparación y realización a varios servicios, obras públicas, medios de comunicación y otros negocios, como la industria de material deportivo, además de la FIFA y el Comité Olímpico Internacional”, acotó en diálogo con IPS.
Río se adecua a esa actividad, “por ser una gran metrópoli, de paisaje natural maravilloso y un centro cultural atractivo, donde hasta la pobreza de las ‘favelas’ se convirtió en producto interesante”, destacó Ribeiro, que coordina el Observatorio de Metrópolis, una red de investigación.
Además esa inclinación por grandes espectáculos y sus negocios tiene un desarrollo endógeno. El carnaval local se convirtió en un negocio turístico y televisivo internacional. Además en 1950, Río fue el corazón de la Copa Mundial de Fútbol, construyendo el Maracanã, el mayor estadio del mundo durante muchas décadas.
En los años 80 un empresario local creó el festival “Rock in Río”, que reunía multitudes, bandas y cantantes internacionales.
Pero los megaeventos cuestan mucho, exigiendo grandes inversiones en desmedro de servicios públicos, como salud y educación. “Solo ciudades ricas y sin problemas deberían acogerlos”, opinó el investigador.
“No es así porque la industria del entretenimiento prefiere ciudades como Río, con mecanismos de corrupción que facilitan sus negocios, lo que incluye a las de Rusia y Sudáfrica, o sino países o ciudades-empresas, como Qatar”, apuntó.
Se trata de una actividad cuyos precios no se fijan por el mercado, sino por acuerdos, sin parámetros, observó.
Brasil es un poco el inventor del nuevo concepto, ya que fue un brasileño, João Havelange, como presidente de la FIFA entre 1974 y 1998, quien “se dio cuenta del gran negocio que podría ser el fútbol, mundializándolo” e involucrando a distintos sectores, desde la venta del espectáculo, a la industria y el comercio de jugadores.
Ahora, a Ribeiro le preocupa principalmente lo que vendrá después de las Olimpiadas. “Tendremos una fragilidad económica acentuada, una vuelta a los años 80, con crisis social, desempleo y más violencia”, previó.
Ello porque Río no dispone de una base industrial estructurada y es más vulnerable que otras ciudades a la crisis económica nacional. Acabarán los empleos generados por el megaevento en un momento en que el estado de Río de Janeiro está quebrado y en crisis de gobernabilidad.
Además el momento anterior, de relativa mejora económica y social, generó expectativas que se frustrarán luego de las Olimpíadas, con la población perdiendo ingresos y sufriendo el deterioro de servicios de salud, advirtió Ribeiro.
El gran avance en los transportes colectivos urbanos, anunciado como legado de los Juegos, no ocurrirá, porque se invirtió mucho en los BTR, de efectos limitados a sus circuitos, sin una política general de transporte de masa, que exigirían mejoras en los trenes suburbanos “en que no hubo ninguna inversión”, lamentó.
El plan olímpico también agrava los desequilibrios de Río, al concentrar las inversiones en Barra da Tijuca, una equivocada expansión urbana hacia el oeste, iniciada en los años 70, con “abultadas inversiones en túneles, carreteras y viaductos, en un circuito especulativo de altos costos sociales” para la ciudad, evaluó.
Así se perdió la oportunidad de la Olimpíada para “crear otras centralidades para equilibrar la ciudad”, revitalizar el centro y “salir del modelo que amplia inversiones en áreas ricas, al contrario de lo que se hizo en Londres”, para los Juegos de 2012, concluyó Ribeiro.
La violencia en la ciudad está aumentando, según dijo Campagnani, del Comité Popular. Las muertes provocadas por la Policía Militar local alcanzaron 40 en mayo, 138 por ciento más que el mismo mes de 2015, y la mayoría de las víctimas es de jóvenes negros.
La sucesión de megaeventos fomenta una creciente militarización de la ciudad, con el ejército convocado a mantener la seguridad pública. Durante los Juegos, que se celebrarán entre el 5 y el 21 de agosto, actuarán 21.000 militares en Río y otros 20.000 en otras ciudades donde también habrá competencias, como partidos de fútbol.
Efecto zika
Los cerca de 10.500 atletas y 25.000 periodistas, además de la cifra mayor de turistas, arribarán a Rio en un momento desfavorable. Además de la crisis económica y política, Brasil sufre un brote del virus de zika, transmitido por el mosquito Aedes aegypti y factor de microcefalia en bebes de madres contagiadas, desde el año pasado.
El ministro de Deportes, Leonardo Picciani, en el cargo hace solo dos meses, descartó riesgos en una teleconferencia con periodistas extranjeros el 7 de julio. Los casos de zika ya se redujeron en 90 por ciento en Río, cayendo a 700 en mayo, y deberán “acercarse a cero en agosto”, aseguró.
Sobre seguridad, recordó que Río tiene larga experiencia con el Mundial de Fútbol y otros megaeventos, como la visita del Papa Francisco en 2013, sin incidentes, y que habrá un despliegue de efectivos sin precedentes de policías y militares.
Editado por Estrella Gutiérrez