La Organización Mundial de la Salud aseguró que «la violencia es una enfermedad que se puede prevenir” y que los seres humanos no nacemos violentos, sino que vivimos en culturas de violencia. Esto se puede cambiar mediante la pacificación no violenta, la búsqueda de una “paz justa” y el cuidado de las culturas pacíficas.
En Irlanda del Norte nos enfrentamos a la violencia desde todos los lados, durante más de 30 años, cuando vivimos en un profundo conflicto étnico y político.
Esta violencia solo acabó cuando todos reconocieron que el militarismo y el paramilitarismo no resolverían nuestros problemas humanos, y que solo a través del diálogo y las negociaciones incondicionales e inclusivas se podría alcanzar un acuerdo político basado en la no violencia, el perdón, el compromiso y la cooperación.
Hablamos “con nuestros enemigos” e hicimos las paces con ellos porque nos dimos cuenta de que sin la paz nada es posible, y con la paz todo lo es. También comenzamos a abordar las causas fundamentales de nuestra violencia, mediante cambios dolorosos en las políticas.
Hoy en Belfast es una cosa buena que todos sus ciudadanos convivan en una ciudad en paz, pero todos reconocemos que es una obra en construcción y seguimos trabajando por la justicia, el perdón y la reconciliación.
Creo que este es un momento en el que Europa se enfrenta a una encrucijada y que todos debemos tomar decisiones difíciles con respecto a las políticas y las prioridades. Los refugiados de hoy, el desafío de los inmigrantes, revelaron lo mejor y lo peor de los valores europeos transmitidos a través de las pantallas de televisión hacia el mundo.
Lo mejor ha sido la respuesta compasiva de algunos líderes espirituales -como el papa Francisco junto con la población italiana-, de gobernantes -como la canciller de Alemania, AngelaMerkel- y de millones de ciudadanos en toda Europa, que se movilizaron para ayudar de la manera que pueden a los refugiados y los inmigrantes que llegan de países devastados por la guerra.
Lo peor ha sido la ideología del miedo alimentada por fuerzas negativas que provocaron el incremento del racismo, la islamofobia, los crímenes por odio y el fascismo en algunas ciudades europeas, que hasta el momento eran conocidas como urbes donde imperaba la diversidad cultural y la tolerancia.
A Europa seguirán llegando refugiados e inmigrantes procedentes de África, Medio Oriente y Asia. La pregunta es:¿cuál será el papel del continente y de los europeos?
Espero que Europa siga dando cobijo a quienes están tan desesperados que deben huir de todo aquello que aman para salvar su vida o conseguir una mejor.
Las consecuencias de las políticas de invasión y ocupación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de Estados Unidos fueron la destrucción de Afganistán, Iraq, Libia, Siria y Yemen, por nombrar solo unos pocos. [related_articles]
La pregunta que deben hacerse ahora los europeos es, ¿quieren seguir siendo parte de las guerras perpetuas de Estados Unidos y sus aliados más beligerantes, Gran Bretaña e Israel, y que continúe la militarización y la nuclearización de Europa?
En toda la Unión Europea (UE) los jóvenes europeos viajan a otros países de la unión y más allá, en búsqueda de empleos, y muchos siguen emigrando al extranjero. Los recortes de austeridad que imponen muchos gobiernos europeos llevan a la gente a la pobreza.
A pesar de la falta de puestos de trabajo y del aumento de la pobreza de muchas familias, los gobernantes insisten en aplicar políticas que apoyan las guerras en territorios extranjeros, en lugar de reforzar la seguridad humana de sus ciudadanos, como la asistencia sanitaria, la educación y el ambiente.
Muchos gobiernos de Europa niegan que estén en crisis, pero a menos que se apliquen con valentía cambios en la política y se destinen más fondos a la seguridad humana para abordar el desempleo y la pobreza, las cosas no van a cambiar para mejor en nuestras sociedades en el futuro previsible. Pero no necesitamos recortes de austeridad. ¡Vivimos en un mundo muy rico, es solo que nuestras prioridades están erradas!
Los miles y miles de millones de euros que gastan la OTAN y Europa en ejercicios bélicos avivan la ideología del temor, preparan mentalmente a la gente para la enemistad y el conflicto militar, y llenan los bolsillos de los ricos, los fabricantes de armas y quienes lucran con la guerra.
En noviembre de 2015, mientras los gobernantes y medios de comunicación del mundo dedicaban su atención a la crisis de los refugiados y la violencia de grupos extremistas fundamentalistas como Estado Islámico, en el norte de Europa pasaba casi inadvertida para la población civil, ya que poco se había informado al respecto, una de las grandes amenazas para la supervivencia de la humanidad.
En tres Estados europeos cerca de 36.000 efectivos militares procedentes de más de 30 países, 200 aviones de combate y 60 buques de guerra llevaron a cabo los mayores juegos de guerra de la OTAN en 13 años.
De esa manera se preparaban para luchar juntos en grupos de combate en una guerra que, si llegase a suceder, sería un horror de horrores y uno de los mayores crímenes contra la humanidad, una guerra nuclear/convencional en suelo europeo que se extendería rápidamente por todo el mundo.
La OTAN, liderada por Estados Unidos, ha librado muchas guerras ilegales. La organización argumenta que son necesarias para luchar contra el terrorismo y que debe defender a sus miembros de las amenazas procedentes de Medio Oriente y el norte de África.
La propaganda de la guerra fría contra Rusia continúa y la OTAN, mediante su estrategia expansionista y agresiva, llevó a Europa a una situación similar a la de la guerra fría al provocar una nueva y peligrosa confrontación con Moscú.
Creo que Europa -y el mundo- deben hacerse preguntas difíciles y tomar opciones arduas y valientes.
¿Seguiremos por el camino de volver a armar a Europa y el mundo y de construir una cultura de militarismo y guerra, generando imágenes del enemigo y demonizando a otros países y sus líderes, con la aplicación de «cambios de régimen» mediante intervenciones militares basadas en un falso «derecho a la protección”?
¿O elegiremos empezar a desarmar nuestra conciencia, corazones y mentes, el desmantelamiento de las armas, el cese del militarismo y la guerra y la aplicación del derecho internacional?
Europa y el mundo necesitan una nueva visión de unidad y desmilitarización de las regiones, por la cual se devuelva el poder a las comunidades para que la gente se sienta empoderada y se pueda establecer una auténtica democracia. Un mundo desmilitarizado es algo que todos podemos trabajar juntos para construir.
No es un sueño imposible, pero comienza por cada uno de nosotros, con la elección de vivir vidas sin violencia y la construcción de amistades entre los pueblos y las regiones con el fin de que la familia humana coopere con respecto a los problemas comunes.
Podemos y debemos aprender a vivir juntos en toda nuestra diversidad. La paz desmilitarizada y la democracia autonómica son posibles y son un derecho humano de todas y todos.
Editado por Pablo Piacentini / Traducido por Álvaro Queiruga