Los cambios económicos del nuevo gobierno de Argentina, como la liberalización cambiaria y bancaria, la eliminación de restricciones al sector exportador, el retorno al crédito internacional, la apertura a las importaciones y el fin de subsidios energéticos, retrotraen a algunos a etapas neoliberales, aunque hoy en democracia y con creciente movilización social.
El exministro de economía, Axel Kicillof, se dirigió el domingo a una multitud convocada por las redes sociales en el Parque Centenario, en el centro geográfico de Buenos Aires, para hablar de las medidas adoptadas por el presidente Mauricio Macri, quien asumió el gobierno el 10 de diciembre.
Tal como lo anticipó en su campaña, el candidato de la centroderechista “Alianza Cambiemos”, el “cambio” fue grande comparado a los 12 años de gestión del justicialista (peronista) “Frente para la Victoria” (FPV), del ahora fallecido Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015).
Las más de 10.000 personas que escucharon el discurso sobre el césped, muchas tomando mate (infusión sudamericana), vivaban al exministro de Fernández bajo la consigna “resistiendo con aguante”.
“No vamos a permitir que se avasallen nuestros derechos”, clamó Kicillof, actualmente diputado del FPV. “Entre tantos anuncios y medidas, ¿cuándo Macri va a anunciar alguna medida a favor del pueblo?, preguntó.
En menos de dos semanas de gobierno hubo movilizaciones similares, tras cada anuncio de Macri.
La primera acción fue unificar el tipo de cambio y eliminar las restricciones a las transacciones de dólares (conocidas popularmente como “cepo”), instauradas desde 2011 para limitar la fuga de divisas.
La medida resultó en una depreciación del peso argentino de alrededor de 41 por ciento. Desde que en noviembre fue anticipada en campaña, disparó los precios más de 3 por ciento, y hasta 50 por ciento en productos tradicionales como la carne, agudizando la inflación anual de 30 por ciento, según índices privados.
“El cambio de rumbo económico está asociado a una política devaluatoria por expectativas y por consumación de la devaluación, que impactó e impactará en el salario del trabajador”, explicó Ernesto Mattos, economista de la Universidad de Buenos Aires e investigador del Centro Cultural de Cooperación, al ser consultado por IPS.
Con el fin de fortalecer las reservas de poco menos de 25.000 millones de dólares, Macri eliminó impuestos a las exportaciones de granos como trigo y maíz, y redujo los de la soja y los productos industriales.
El gabinete apeló a otras fuentes de captación de divisas, entre otras de bancos y organismos multilaterales de crédito internacional, y negoció con China la ampliación del intercambio de monedas (swaps), iniciado por el gobierno anterior.
También eliminó regulaciones bancarias como tasas mínimas para plazos fijos y máximas para los créditos, y redujo el tiempo de radicación por ingreso de capitales especulativos.
Asimismo dio señales de apertura comercial derogando mecanismos regulatorios para algunas importaciones.
Macri busca avanzar en tratados de libre comercio con la Unión Europea y la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú). Para Mattos, eso “hace peligrar el entramado industrial que comenzaba a sustituir importaciones”.
El gobierno, que quiere lograr una “pobreza cero”, cumplió hasta ahora su promesa de mantener planes de transferencia de renta como la “Asignación Universal por Hijo”, que benefició a unas 3,6 millones de familias. A fin de año, les otorgará un bono extraordinario de unos 30 dólares.
Pero ante la amenaza de un “colapso energético”, eliminará paulatinamente los subsidios a las tarifas de luz y gas.
“Este programa económico es muy similar al impuesto por la dictadura cívico militar de 1976-1983 y al período de convertibilidad (1991-2001), que era de apertura de comercio, libre movilidad de capitales, tasas altas de interés y endeudamiento”, opinó Mattos.
Durante el gobierno de Carlos Menem (1989-1999), del Partido Justicialista, se aprobó en 1991 la ley de Convertivilidad, que obligaba al Banco Central a respaldar la moneda argentina con sus reservas en una relación de cambio en la que un dólar estadounidense equivalía a un peso argentino.
Las medidas actuales “favorecen primero al sector agropecuario concentrado y en alianza a las empresas comercializadoras y aceiteras de granos, y en segundo término, al sector financiero”, cuestionó.
Con una “política devaluatoria que no tiene como principal motor al salario” será “difícil bajar los niveles de pobreza, si los alimentos se ponen a precio internacional”, subrayó.
En cambio, el economista Aldo Ferrer destacó, en diálogo con IPS, que el contexto ahora es diferente.
“Es un cambio en el marco de la democracia, la economía está sólida, es un momento de transición en que el país está desendeudado y que ha recuperado su autonomía con ese desendeudamiento, es decir sin someterse a condicionalidades de afuera. Por lo tanto son condiciones positivas para enfrentar los problemas pendientes y esto es lo que vamos a ver ahora”, analizó.
Con esos antecedentes, consideró que el “juego político y las respuestas sociales” serán determinantes, ya que a diferencia del pasado, “el nuevo gobierno está sujeto a la voluntad popular y por lo tanto operando con restricciones”.
Pero Ferrer cree que era necesario “corregir un proceso de atraso cambiario que estaba costando mucho”.
“Las respuestas permitieron mantener el sistema bajo control pero generaron tensiones importantes por algunos desequilibrios macroeconómicos, el dólar barato, el déficit fiscal que se fue expresando en la necesidad de imponer controles cada vez más severos y tensiones en un sistema que se mantuvo bajo control, pero que no generaba ya condiciones de sustentabilidad”, explicó.
En el balotaje del 25 de noviembre, Macri le ganó al candidato oficialista, Daniel Scioli.
Pero durante su participación en una conferencia del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), del que fue su primer secretario ejecutivo, Ferrer opinó que ganara quien ganara, el ajuste estaba planteado.
Una medida que, a su entender, debería darse en vez de con “una devaluación masiva”, con “un desdoblamiento de un mercado comercial para las operaciones reales, con un ajuste moderado, y un mercado libre donde estuviera el turismo, las transacciones financieras” para “minimizar” sus efectos sobre los precios.[related_articles]
Sin embargo, enfatizó, “había que corregir los desequilibrios del mercado de cambios, de la falta de dólares y del déficit, y esto obligaba a ciertas rectificaciones… la corrección era indispensable, no se podía vivir con un dólar barato”.
“Ningún país puede subsistir si no se le da oportunidad de rentabilidad a los sectores productivos. Y eso es lo que pasa con los dólares baratos, se privilegia lo de afuera en vez de lo de adentro”, consideró.
En cambio, para Mattos, “el ajuste no era necesario ya que las variables financieras eran estables”.
“La devaluación tendría que haber sido un instrumento para ir corrigiendo la competitividad sectorial de la economía y no realizar políticas sin distinguir el sector y el tamaño del agente económico”, cuestionó.
El cambio económico ocurre en un contexto internacional adverso, acentuado por la reciente decisión de Estados Unidos de aumentar sus tasas de interés, que se anticipa disminuirá el flujo de capitales a los mercados emergentes.
“Las modificaciones de la tasa de interés tendrán otras modificaciones porque la tasa de norteamericana ya está aumentando. ¿Podrá el gobierno evitar una fuga masiva de capitales, sin tener que aumentar las tasas y de esa forma no contraer el crédito?, inquirió Mattos.
El ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, convocará a un “acuerdo económico social” para “transitar el verano”, con gremios y empresarios.
Un verano que sin pactos podría poner fin a la luna de miel, marcada por la “alegría” y el “amor” que imprimió Macri como espíritu electoral.
Editado por Verónica Firme