Luz de esperanza para familiares de desaparecidos en Sri Lanka

Jadusan, el hijo de 14 años de Thavarasa Utharai, sostiene una fotografía de sus padres. Su padre permanece desaparecido, la última vez que lo vio fue en marzo de 2009. Crédito: Amantha Perera/IPS.

Los tesoros más preciados que Thavarasa Utharai conserva de su marido están guardados en varias bolsas de plástico, metidas en viejas maletas de viaje. Es lo único que le queda de su esposo desaparecido en la última etapa de la guerra civil de Sri Lanka (1983-2009).

Envueltas en otras bolsas de plástico, esta mujer de 36 años tiene fotografías descoloridas, cuadernos de recortes, documentos legales y hasta viejas facturas. Esas son las únicas pertenencias que le quedaron de su esposo, quien desapareció el 20 de marzo de 2009 cuando regresaba a su casa tras cuidar de su ganado.[pullquote]3[/pullquote]

Nadie sabe bien qué le pasó.

“Se lo llevaron, sé que lo hicieron, conozco a la persona que lo hizo”, aseguró Utharai, quien sostiene que los secuestradores están vinculados al ejército.

El secuestro ocurrió cuando la cruenta guerra civil de casi tres décadas llegaba a su fin, y las fuerzas regulares se disponían a concretar una decisiva victoria militar contra los insurgentes Tigres para la Liberación de la Patria Tamil Ealam (LTTE).

Los separatistas buscaban crear un Estado independiente para la minoritaria comunidad tamil, a la que pertenece Utharai, en este país asiático de mayoría cingalesa.

Utharai es originaria del pueblo de Pavakodichennai, en el oriental distrito de Batticaloa, a unos 350 kilómetros de Colombo. Pero ni la distancia ni la falta de servicios públicos, como transporte, la han disuadido de buscar justicia y saber el paradero de su esposo.

Ha luchado por la intervención de la policía, de la Comisión Presidencial y del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) para obtener cualquier información.

Pero hasta ahora, la mujer ha chocado contra un muro, salvo cuando un funcionario del Departamento de Investigación Criminal le sugirió que si registraba a su marido como fallecido, su familia podría beneficiarse del equivalente a unos 700 dólares de indemnización.

“¿Por qué habría de hacerlo? Buscaré la verdad, se lo debo a él”, subrayó la frágil mujer con tono aguerrido.

Su situación es común en la zona donde se desarrolló el conflicto. Decenas de miles de personas todavía buscan a sus familiares desaparecidos seis años después de que se callaran las armas. El número de desaparecidos sigue siendo un asunto controvertido desde el final de la guerra.

La Comisión Presidencial sobre Personas Desaparecidas, que realiza entrevistas desde 2013, ha recibido unas 20.000 denuncias, entre las que se encuentran 5.000 de miembros de las fuerzas gubernamentales.

El CICR, que registra desaparecidos desde 1990, cuenta con 16.064 casos procesados.

Un panel asesor del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estimó que el número de muertes en la etapa final de la guerra ascendió a 40.000 personas. Una investigación de Profesores Universitarios por los Derechos Humanos, de la norteña provincia de Jaffna, elevó la cifra a 90.000.

“Realmente no importan cuán altos o bajos sean los números, para cada familia es fundamental saber qué pasó con sus seres queridos”, observó Vallipuram Amalanayagni, quien busca a su esposo desde que desapareció en febrero de 2009, mientras trabajaba en su arrozal.

Amalanayagni también se convirtió en líder de un grupo de familias de desaparecidos y comentó que los últimos seis años han sido de los más duros de su vida. “Nos acosaban como a criminales porque buscábamos a nuestros familiares”, explicó.

El entonces gobierno de Mahinda Rajapaksa (2005-2015) rechazó cada intento de escrutinio internacional sobre la última etapa de la guerra, no alentó ninguna medida que pudiera reforzar la presión, entre las que estaba la búsqueda de personas desaparecidas.

En los últimos días de su administración, el presidente flexibilizó algo la tensión, pero no mucho.

Todo cambió en enero de este año, con la asunción del nuevo presidente, Maithripala Sirisena.

Su gobierno renovó los compromisos con la ONU y se comprometió a fortalecer la búsqueda de desaparecidos e indemnizar a las víctimas. Se creará una oficina dedicada al tema y se emitirán Certificados de Ausencia.[related_articles]

En la penúltima semana de octubre se divulgó el informe de una comisión presidencial que estudió las denuncias de secuestro y de desaparición. El documento reconoce la existencia de desapariciones de personas detenidas por el ejército y la participación de grupos paramilitares en los secuestros.

“No se trata de un artilugio político; nos tomamos en serio lo que tenemos que hacer”, dijo a IPS el ministro Rajitha Senarathana, portavoz del gobierno.

La investigación de los miles de casos de desaparecidos fue una promesa de campaña del presidente Sirisena, del primer ministro Ranil Wickremasinghe y de sus aliados.

“Para que la nación pueda sanar, debemos conocer la verdad, independientemente de lo difícil e incómoda que resulte”, reconoció Senarathana.

El bombo mediático contribuyó a que se crearan expectativas sobre la posibilidad de acelerar el proceso. Pero varios analistas aconsejaron no hacerse demasiadas esperanzas y darle al gobierno el tiempo de sentirse políticamente seguro.

“Será un avance lento, el gobierno mostró su intención de actuar al respecto, tiene apoyo internacional, pero necesitará tiempo para convencer a todo el mundo”, opinó Jehan Perera, director ejecutivo del Consejo Nacional para la Paz.

Fuentes diplomáticas en Colombo coincidieron en que al gobierno de Sirisena todavía le preocupa el factor Rajapaksa y su base de su apoyo de ultranacionalistas de la mayoría cingalesa.

Para las familias de los desaparecidos, por lo menos hay un nuevo rayo de esperanza.

“Algunos de nosotros buscamos a nuestros seres queridos desde hace décadas, imagine vivir sin tener ni idea del paradero de su esposo por más de una década, es una tragedia terrible, al menos ahora habrá un cierre”, aventuró Amalanayagni.

Traducido por Verónica Firme

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