Como ocurre en la mayoría de los países, en Irán también hay extremistas y moderados. Las encuestas indican que la mayoría de los iraníes apoya el acuerdo nuclear firmado con seis potencias mundiales el 14 de julio de este año, mientras un pequeño pero poderoso grupo de línea dura se opone al mismo.
El parlamento iraní finalmente aprobó el pacto firmado con el P5+1 (integrado por China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Rusia, más Alemania), pero después de una gran controversia y con algunas reservas.
En las elecciones presidenciales de 2013, cuando participó 72 por ciento de los electores habilitados, más de la mitad del electorado votó por Hassan Rouhaní, un clérigo moderado de centro, pero la línea dura ejerce un férreo control sobre casi todas las demás ramas del poder en Irán.
Tienen el control del poder judicial y la mayoría en el parlamento.
También controlan la Asamblea de Expertos – que tiene la facultad de elegir al sucesor del líder supremo -, el Consejo de Guardianes, que actúa como una segunda cámara, la Organización Nacional de Radiodifusión, que tiene un monopolio virtual de toda la radiodifusión y la televisión, y muchas organizaciones más.[pullquote]3[/pullquote]
Sin embargo, con la elección del presidente Rouhaní, el predominio de la línea dura sobre el poder ejecutivo llegó a su fin, y en las elecciones para el parlamento y la Asamblea de Expertos del 26 de febrero de 2016 se podría alterar el equilibrio interno de poder. El acuerdo nuclear comenzó a devolver el apoyo de la opinión pública a los reformistas.
Tras la agitación inicial de la revolución islámica (1979) que aisló a Irán de la mayor parte del mundo, y después de 36 años de alejamiento de Occidente, este acuerdo histórico comenzó una nueva era en las relaciones internacionales iraníes.
Aunque a la mayoría de los analistas en Occidente les preocupa principalmente su efecto en las relaciones exteriores de Irán, para la mayoría de los iraníes su importancia radica en lo que puede hacer para mejorar la situación económica y política dentro del país.
Irán realizó muchas concesiones, pero su programa nuclear recibió el sello de aprobación del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas y de Occidente. Incluso más allá de la cuestión nuclear, el acuerdo permitió la posibilidad de reintegrar al país a la economía mundial, y de que tenga un papel mucho más importante en los asuntos internacionales.
Esto es precisamente lo que temen los radicales de línea dura, porque les preocupa que los valores revolucionarios de Irán se debiliten y que los valores occidentales mengüen el sentir islámico. El jefe de la poderosa Guardia Revolucionaria advirtió de la «sedición nuclear», dirigida a descarrilar la República Islámica de su camino revolucionario.
El líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, también advirtió contra los intentos de «infiltración» de Occidente y prohibió nuevas negociaciones con Washington.
La cuestión principal es si Irán desea permanecer en el pasado y conservar su celo revolucionario, o si siente la seguridad suficiente como para mirar hacia adelante y aceptar el cambio.
Queda claro que la mayoría de los iraníes han demostrado que están a favor del cambio y la convivencia con el resto del mundo, al tiempo que mantienen sus valores religiosos y culturales.
La mayoría de los iraníes se oponen con fuerza a un cambio de régimen en la forma en que ha ocurrido en varios países vecinos. Están a favor de la evolución y la reforma, en lugar de la revolución y la violencia. Sin embargo, tienen demandas legítimas que no pueden ser reprimidas por la fuerza.
Rouhaní prometió en varias ocasiones durante su campaña que ampliaría las libertades políticas y sociales, incluida la libertad de expresión. Si bien se aflojaron algunas restricciones, el ritmo del cambio ha sido demasiado lento.
Irán tiene una de las mayores cantidades de ejecuciones por habitante del mundo, y una de las cifras más altas de presos políticos. Las mujeres iraníes aún no gozan de igualdad con el hombre.[related_articles]
Es cierto que el gobierno no tiene mucho control sobre las organizaciones judiciales o de seguridad, pero no puede usar esta excusa para eludir sus responsabilidades con el pueblo iraní.
Debe entender que el mantenimiento del statu quo no es una opción. Si el cambio no ha de imponerse mediante la violencia o desde el exterior, el gobierno con el apoyo de la mayoría de la población debe generar un cambio significativo.
El pacto nuclear abrió nuevos horizontes para Irán.
En el campo de la política exterior, disipó la sombra de la guerra y convirtió a Teherán en la capital diplomática y económica de Medio Oriente. Ahora, es el momento para que los líderes iraníes comiencen un nuevo capítulo en sus relaciones con el mundo.
John Limbert, ex subsecretario de Estado adjunto para Irán y ex rehén estadounidense durante la crisis de los rehenes en Irán (noviembre de 1979-enero de 1981), se pronunció al respecto.
«Ambas partes, después de 34 años, hicieron un descubrimiento muy sorprendente, que los instrumentos dejados de lado de la diplomacia, de escuchar, de la búsqueda de pequeñas áreas de acuerdo, de una cuidadosa elección de palabras, pueden en realidad lograr más que el grito de insultos, las amenazas y la maravillosa autosatisfacción de siempre ser quien tiene la razón”, comentó.
El mismo principio se aplica también a la situación interna.
Los líderes iraníes se sorprenderán al ver cómo las pequeñas áreas de acuerdo y los pasos pequeños pero constantes hacia mayores libertades democráticas pueden poner fin a la alienación entre el pueblo y el gobierno, y permitir que Irán encuentre su lugar en el mundo y evitar el caos rampante en muchos países vecinos.
Es el momento de aprovechar esta gran oportunidad para avanzar tanto en casa como en el extranjero, confiando en el sentido común y el patriotismo del pueblo iraní.
Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan necesariamente las de IPS – Inter Press Service, ni pueden atribuírsele.
Traducido por Álvaro Queiruga