Los países europeos parecen desbordados por los cientos de miles de personas de Afganistán, Iraq, Libia y Siria que pretenden ingresar a sus fronteras, mientras muchos se preguntan por qué las ricas naciones árabes del Golfo no ofrecen su ayuda a los refugiados.
El Comité de Protección de los Trabajadores Migrantes, el principal organismo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que se ocupa de los asuntos relativos a los inmigrantes, dice que millones de personas tuvieron que emigrar de sus países en busca de refugios seguros en el extranjero debido a la guerra civil en Siria.[pullquote]3[/pullquote]
«Los Estados vecinos abrieron sus fronteras a millones de inmigrantes sirios, pero otros países, especialmente de Europa y otras partes, en particular los Estados del Golfo, deberían hacer más para responder a uno de los desplazamientos masivos de personas más trágicos desde la Segunda Guerra Mundial», exhortó el Comité.
Joseph Chamie, ex director de la División de Población de la ONU, dijo a IPS que algunos países vecinos, como Jordania, Líbano y Turquía, aceptaron una gran cantidad de refugiados, más de 3,5 millones de personas, según cifras del foro mundial.
Sin embargo, otros países cercanos, especialmente Israel y los países árabes del Golfo Pérsico, entre ellos Arabia Saudita, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Omán y Qatar, no están dispuestos a aceptar a los refugiados actuales, afirmó.
La razón principal de este rechazo es, según dijo, que los refugiados son vistos como un elemento de desestabilización política.
«Los países del Golfo admitieron a una gran cantidad de personas del sur de Asia y el norte de África que no son considerados inmigrantes, sino trabajadores extranjeros temporales que se espera que regresen a sus hogares. Además, Israel ha aceptado refugiados en el pasado, pero casi todos eran judíos», explicó Chamie.
Pero en un comunicado emitido este martes 8, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), señaló que Kuwait, liderado por el jeque Sabah Al Sabah, organizó tres conferencias anuales desde 2013 que recaudaron miles de millones de dólares para la respuesta humanitaria a la crisis siria, con la participación de 78 Estados y 38 organizaciones.
Solo en 2015, los donantes en la conferencia de Kuwait comprometieron 3.800 millones de dólares a la causa, precisó la OIM.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, declaró que Israel es un «país muy pequeño que carece de profundidad demográfica y geográfica», pero señaló que no es indiferente a la tragedia humana de los refugiados de Siria y África.
«Ya le hemos dedicado atención aproximadamente a 1.000 heridos de los combates en Siria, y les hemos ayudado a rehabilitar sus vidas», aseguró.
Con sus ocho millones de habitantes, Israel es considerado un país fundado sobre todo por refugiados. Pero ahora está construyendo una valla, de unos 29 kilómetros de extensión, a lo largo de la frontera con Jordania para evitar «la inmigración ilegal y las infiltraciones hostiles”.
«Tenemos que controlar nuestras fronteras, ante los inmigrantes ilegales y el terrorismo», declaró Netanyahu después de una reunión de su gabinete ministerial la última semana.
Su declaración recibió la fuerte crítica de Isaac Herzog, el líder del principal partido de oposición, la Unión Sionista, que recordó la historia del pueblo judío.
«Nuestro pueblo experimentó de primera mano el silencio del mundo. Usted ha olvidado lo que es ser judío: refugiados. Perseguidos», subrayó.
«El primer ministro del pueblo judío no cerraría su corazón y las puertas cuando hay gente que huye por sus vidas, con bebés en sus brazos, de los perseguidores», añadió.
En un comunicado difundido el lunes 7, el Comité de la ONU dijo que los migrantes sirios, obligados a tomar medidas extremas en la búsqueda de una vida segura y digna para sus familias, están poniendo literalmente en riesgo sus vidas para llegar a Europa.[related_articles]
«Cientos de hombres, mujeres y niños han muerto mientras intentaban alcanzar la seguridad de las costas. Esto es inconcebible, a juicio de la Comisión», señaló el comunicado.
«Estamos, una vez más, conmocionados y consternados por la pérdida terrible de vidas en el mar Mediterráneo», declaró el presidente del Comité, el ecuatoriano Francisco Carrión, tras el ahogamiento de inmigrantes sirios en la costa de Turquía a principios de este mes, mientras que el organismo sesionaba en Ginebra.
Dado el estado actual del mundo, Chamie dijo que deberíamos preguntar «¿por qué no hay más personas que emigran?».
Además de la globalización, las tecnologías de la comunicación y los medios sociales, potentes fuerzas contrapuestas actúan para generar las corrientes migratorias actuales, como la pobreza, violencia, corrupción, desempleo, represión y crecimiento demográfico acelerado, por un lado, y la riqueza, puestos de trabajo, seguridad, servicios sociales, libertad y descenso de la población en el otro, agregó.
Si bien todo el mundo tiene derecho a salir de su país, no todos tienen derecho a ingresar a otro, destacó Chamie. Esta paradoja es el círculo vicioso que padecen el creciente número de migrantes y los países de destino.
La oferta de migrantes, que son libres de abandonar sus países de origen, sencillamente es muy superior a la demanda, que fijan los países receptores. Si la gente no puede entrar a un país por la vía legal, entonces muchos optan por hacerlo ilegalmente, observó.
«Hoy en día muchos migrantes son de hecho refugiados, ya que vienen de países desgarrados por la guerra. Y hay una gran cantidad que no son estrictamente refugiados, sino que buscan mejores oportunidades económicas y condiciones de vida más seguras para ellos y sus familias”, precisó.
Muchos se preguntan cuál será la consecuencia de las corrientes migratorias actuales, dijo Chamie, que no habrán de cesar en el corto plazo y que traerán aparejados importantes cambios demográficos, sociales, económicos, políticos y culturales.
«La pregunta central para Europa es: ¿en los próximos años, los migrantes y sus familias se integrarán con éxito a las sociedades europeas?”, cuestionó.
Editado por Kitty Stapp / Traducido por Álvaro Queiruga