En el taller de vidrio soplado de la familia Jalife, en el pueblo costero de Sarafand, en el sur de Líbano, cuatro hombres parados al lado de un horno se concentran en su tarea, pese a un calor asfixiante. La tarea es ardua, pero la satisfacción de continuar con un negocio familiar y artesanal casi extinto, de ayudar a reciclar y de ganarse la vida no podría ser mayor.
Soplando por un tubo largo, uno de ellos transforma con mimo la pasta vítrea fundida en una pequeña bola, mientras otros dos le dan forma de jarra de cerveza. El cuarto, el mayor del grupo, corta la parte de arriba dejando la apertura por donde correrá la cerveza.[pullquote]3[/pullquote]
Trabajando por turnos, los integrantes de la última dinastía de sopladores de vidrio de Líbano trabajan incansablemente día y noche para asegurarse que los clientes reciban sus productos a tiempo.
Actualmente producen 133.000 vasos artesanales, encargados por una subsidiaria de la corporación holandesa Heineken, la firma Almaza, la cerveza más popular de Líbano.
Cuando Ziad Abichaker llamó por teléfono a la familia Jalife hace dos años, sus integrantes ni soñaban con un pedido de esa dimensión. Hacía cinco meses que el horno del taller estaba apagado y el negocio estaba por cerrar.
Como gerente, Hussein Jalife explicó que el taller dependía totalmente del turismo, pero eso fue antes de que los visitantes disminuyeran a consecuencia del conflicto en Siria.
Pero Abichaker, un ingeniero dueño de Cedar Environmental, dedicada a construir plantas de reciclaje para producir fertilizantes orgánicos certificados, vio la oportunidad de recuperar un negocio familiar.
Durante la guerra de julio de 2006 en Líbano, aviones de combate israelíes destruyeron la única planta de vidrio soplado, ubicada en el valle de Bekaa. La falta de inversores que pusieran los 40 millones de dólares necesarios para reconstruirla, hizo que la fábrica permaneciera dañada y que las empresas productoras de cerveza y vino recurrieran a la importación de botellas.
Abichaker, quien administra 10 plantas de gestión de residuos municipales a través de Cedar Environmental, que antes era proveedor de la planta de vidrio de Bekaa, comenzó a acopiar vidrio, en vez de ver cómo se acumulaba en basureros de Líbano.
“Alrededor de 71 millones de botellas al año terminan en los basureros”, indicó Abichaker. “No había donde verter todo el vidrio verde que clasificábamos de las plantas de desechos. No quería tirarlo, así que comenzamos a guardarlo mientras pensábamos en una solución”, relató.
Para cuando Abichaker comenzó a trabajar con Hussein Jalife, en 2013, tenía acumuladas unas 60 toneladas de botellas de cerveza.
Juntos comenzaron a pensar en una solución que diera nueva vida a todo el vidrio acumulado y que permitiera salvar la empresa de la familia Jalife. Tras elaborar un plan de negocios, decidieron crear nuevos diseños de vasos de vidrio con una terminación elegante y moderna, a la vez que creaban un nicho de mercado.
Además de vasos, el plan de negocios incluye tazas, jarrones y lámparas cuya base está hecha de madera reciclada.
Conocida como la Iniciativa de Reciclaje de Vidrio Verde de Líbano (GGRIL, en inglés), Abichaker aclaró que para Cedar Environmental, el proyecto no tiene fines de lucro.
“Ochenta por ciento de los ingresos se devuelven a los sopladores de vidrio de Jalife y el restante 20 por ciento al vendedor minorista. Lo que gana Cedar Environmental es que se llevan todo el vidrio verde de nuestras plantas. Así mantenemos nuestro estatus de cero desperdicios en nuestras plantas de reciclaje”, explicó.
Actualmente, los productos generados por el proyecto se venden en 10 comercios diferentes de Beirut, como restaurantes, galerías alternativas y tiendas de regalos. Además, Abichaker y Jalife comenzaron a venderlos por Internet.
Hussein Jalife está contento de haber podido preservar el negocio familiar, el legado de generaciones de sopladores de vidrio. “Cuando Ziad (Abichaker) nos propuso la creación de nuevos diseños, decidimos hacerlo”, relató. “Fue un riesgo, pero valía la pena”, remarcó.
Tras cerrar 2014 con más de 42.000 dólares en ventas, llegó la orden de Almaza, la más grande que haya tenido GGRI hasta ahora, y Abichaker confía en que no será un caso aislado.
La última novedad de la flamante iniciativa fue juntar fondos para comprar un camión para recoger el vidrio usado de los contenedores que tienen previsto instalar en algunos de los lugares más populares de Beirut. Un proyecto con múltiples fuentes de financiación recolectó el año pasado 30.000 dólares.[related_articles]
“Creo que para fines de 2015, habremos sacado un millón de botellas de cerveza de los vertederos”, estimó Abichaker. Es una cantidad enorme, pero apenas representa una mínima porción de las 1,57 millones de toneladas de desperdicios sólidos que Líbano produce al año, según un informe de SWEEP-Net de 2010, una red regional de intercambio de información y experiencias sobre desperdicios sólidos en Mashreq y países del Magreb.
En la actualidad, la mayoría del vidrio verde termina en los vertederos de la municipalidad costera de Naameh, un pueblo al sur de Beirut. Creado en 1997, el basurero debía funcionar solo seis años por distintos motivos ambientales.
Pero 18 años después, todavía está operativo. Su cierre se fijó para enero de 2015, pero una vez más, el gobierno aprobó una extensión del plazo de tres meses ante la falta de un sitio alternativo.
“Es una catástrofe allí, está totalmente lleno”, indicó Paul Abi Rached, presidente de la organización no gubernamental ambiental TERRE Liban. “Tiene un gran impacto en la contaminación del aire y el cambio climático. En especial, el lixiviado, el líquido que drena de un basurero, se vuelca al mar Mediterráneo”, remarcó.
Abi Rached criticó al gobierno por lo que considera una falta de compromiso para diseñar políticas de reciclaje. Las autoridades otorgan contratos a empresas privadas de gestión de residuos sin priorizar métodos respetuosos del ambiente.
Además de las limitaciones de los programas de gestión de residuos del gobierno, Abichaker sostiene que es absolutamente necesario generar conciencia pública sobre la importancia de proteger el ambiente.
“Ahora la gente se vuelve más consciente de la necesidad de proteger el ambiente porque se dieron cuenta de que afecta su propia salud y su hábitat”, observó. “Pero queda mucho por hacer”, acotó.
Editado por Phil Harris / Traducido por Verónica Firme