Estados latinoamericanos deben atender la crisis del cuidado

Una adulta mayor se apoya en una cuidadora, camino de una vecina consulta de un traumatólogo, en una calle del barrio Norte de Buenos Aires, en Argentina. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS
Una adulta mayor se apoya en una cuidadora, en una calle del barrio Norte de Buenos Aires, en Argentina. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS

El cuidado de niños, ancianos y discapacitados en América Latina ha estado a cargo tradicionalmente de las mujeres, que la suman a sus muchas otras tareas domésticas y laborales. Ahora, en la región comienza el debate sobre qué políticas públicas debe adoptar el Estado, para ayudarlas, pero también para ayudar a crecer al país.

Lo sintetiza la vida de la terapeuta corporal argentina Alicia, quien pidió no dar su apellido. Después de criar tres hijos y decidir concentrarse en el sueño postergado de ser escritora,  ahora tiene a su cargo a su madre de casi 99 años.

La anciana está bien de salud para su edad, casi sin dificultades cognitivas o motrices. Pero el tiempo no perdona y Alicia comienza a preguntarse qué hará -sin recursos económicos disponibles- para pagar un enfermero o acompañante a domicilio, por tiempo completo. [pullquote]3[/pullquote]

“Noto que van cambiando algunas cosas en el estado de mi madre. Motrizmente todavía se maneja casi sola, se baña, se desplaza, pero cada vez le cuesta más. Y los olvidos que tiene son cada vez más frecuentes”, relató Alicia, que hasta ahora concilió su trabajo y viajes laborales, con la ayuda de una prima y una persona que paga como respaldo.

“Si su vida se prolonga voy a tener que arreglarme de otra manera. No podré dejarla sola como ahora algunas horas. Es un signo de interrogación, cómo me las voy a arreglar. Se están acortando los tiempos y pronto voy a tener que definir una estrategia, si quiero seguir con lo mío”, añadió.

En Argentina, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos, las mujeres dedican a las actividades de cuidado el doble de tiempo que los hombres: 6,4 horas por día, frente a 3,4 horas. Para las que trabajan fuera de casa, ese tiempo se reduce a 5,8 horas.

Ante el nuevo contexto demográfico regional, la situación podría empeorar, según Gimena de León, analista del área de  Desarrollo Inclusivo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

“En América Latina estamos frente a lo que se ha dado en llamar la crisis del cuidado. Por el mejoramiento de la expectativa de vida hay un envejecimiento de la población, lo que implica que haya más cantidad de gente que requiere cuidado”, subrayó a IPS.

“Al mismo tiempo hubo una disminución de la población en condiciones de cuidar, básicamente por el ingreso masivo de la mujer al mercado de trabajo. Ahí es que se produce un cuello de botella entre la necesidad de cuidado que presenta la estructura poblacional actual y esta disminución de la capacidad familiar para cuidar”, añadió.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que en la región el promedio de mujeres en el mercado de trabajo alcanza a 53 por ciento. La proporción sube a 70 por ciento en aquellas de entre 20 y 40 años.

Paralelamente, estima que en 2050 las personas adultas mayores constituirán casi una cuarta parte de la población latinoamericana, en un proceso de envejecimiento que constituye un fenómeno demográfico nuevo para la región, actualmente con unos 600 millones de personas.

Cambios que según René Mauricio Valdés, representante residente del PNUD en Argentina, dejan una “especie de espacio vacante”, más visible en la agenda política, porque hasta ahora se sobreentendía que las familias, y particularmente las mujeres, estuvieran a cargo del cuidado.

El PNUD y otras organizaciones como la OIT y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), promueven un debate regional sobre la necesidad de que los Estados definan políticas públicas del cuidado, entre otras razones para lograr una mayor equidad de género.

Se entiende como “cuidado”, detalla el PNUD, al “conjunto de actividades y relaciones orientadas a alcanzar los requerimientos físicos y emocionales de la población objeto de cuidado que no es autovalente”, es decir, niños y niñas, adultos mayores con dependencia y personas con discapacidad.

En la región, los mayores avances se dieron en Costa Rica, sobre todo en el área de la niñez,  y en Uruguay, donde se comenzó a construir un “sistema nacional de cuidados” para niños entre 0 y 3 años, personas con discapacidad  y adultos mayores, y a mejorar las condiciones laborales de los trabajadores asignados para eso.

Otros como Chile y Ecuador, también están avanzando, pero con medidas por ahora aisladas.

En Argentina el Programa de Cuidadores Domiciliarios de la Nación forma a este personal y presta ese servicio en la vivienda, a través de obras sociales públicas, a familias en situación de vulnerabilidad social. Pero las listas de espera son largas.

“Las políticas actuales no alcanzan para aliviar el peso que el cuidado tiene para las familias, y dentro de ellas para las mujeres que son las que hacen este trabajo de cuidado, en mucho mayor tiempo que los varones”, señaló De León.[related_articles]

“Hay una clara injusticia en términos de distribución del tiempo y de los recursos de las mujeres, donde el Estado tiene mucho para hacer”, exhortó.

Las soluciones surgirán de las particularidades de cada país. Entre otras medidas generales se citan licencias de maternidad y paternidad más extensas, más servicios de cuidadores de ancianos y de guarderías para niños pequeños, la posibilidad de trabajar en casa y flexibilización de los horarios laborales.

La experta citó otras como la implementación de “bancos de horas” laborales, que puedan utilizarse cuando una mujer o un varón deba retirarse antes para cuidar un niño o un anciano enfermo.

Pero se trata de un tema incipiente en el debate e invisibilizado para los tomadores de decisiones, según  Fabián Repetto, del Centro argentino de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento.

“De alguna manera las distintas cosas que se hacen -que uno podría incorporar bajo la lógica de política de cuidado- nunca tuvieron ese paraguas conceptual que le dé un orden estratégico a la política”, subrayó a IPS.

Repetto cree que el tema adquirirá interés para la clase dirigente y política “cuando se comience a visibilizar la cuestión”.

El “fundamento económico” de los promotores de esta discusión, explica el PNUD, es  “la necesidad de incorporar la fuerza de trabajo femenina para mejorar la productividad de los países y la posibilidad de los hogares de salir de la pobreza”.

También busca mejorar “el capital humano” de niños y niñas “cuyos niveles educativos se verán fortalecidos con políticas integrales de cuidado en entornos estimulantes”.

“¿Eso qué significa? Que esos niños a quienes que hoy les damos desarrollo infantil temprano, y que fortalecemos con una política de cuidado, serán mucho más productivos. Y ser mucho más productivo como sociedad hace que el país crezca, y que sea capaz de tener mejores políticas también para los adultos mayores”, interpretó Repetto.

Alicia prefiere que el fundamento sea “humano”.

“La idea es el respeto hacia la vida de una persona mayor, que a veces por distintas causas nos cuesta sostener. Respeto por la dignidad del otro, que el otro viva lo mejor que pueda hasta último momento. Que sea un cuidado, y cuidado no quiere decir solo que se le cambie pañales, sino que sea un cuidado como ser humano”, sintetizó.

Editado por Estrella Gutiérrez

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