El bambú, una polémica respuesta a la deforestación en África

Vivero de bambú en África. Crédito: EcoPlanet Bamboo
Vivero de bambú en África. Crédito: EcoPlanet Bamboo

El bambú se presenta como una posible solución comercial a la deforestación en África, aunque destacados activistas cuestionan sus beneficios ecológicos, a medida que el crecimiento industrial del continente arrasa con los terrenos públicos y pone cada vez más hectáreas en manos privadas.

Según la red de noticias ambientales Environmental News Network, cada año África pierde aproximadamente 41.000 kilómetros cuadrados de cubierta forestal, equivalente al tamaño de Suiza.[pullquote]3[/pullquote]

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente también informa que el continente pierde más de cuatro millones de hectáreas de bosques naturales al año, lo que duplica la tasa promedio mundial. La deforestación representa al menos 20 por ciento de todas las emisiones de carbono en el planeta, añade la organización.

Ante el peligroso avance de la deforestación, el sector privado propone una solución basada en el bambú, una planta gramínea leñosa de rápido crecimiento, autóctona principalmente de las regiones tropicales.

 EcoPlanet Bamboo, una empresa transnacional presente en Ghana, Sudáfrica y Nicaragua, promueve la industrialización del bambú como una fibra alternativa y ecológicamente atractiva para las industrias de fabricación de madera que dependen de los bosques naturales para su materia prima.

Para EcoPlanet y algunos ambientalistas africanos, el bambú cultivado comercialmente ayudaría a revertir las consecuencias de la deforestación y la degradación de la tierra en el continente.

«Si se cultiva adecuadamente en tierras con escaso valor para otros usos, y si se gestiona con un sistema adecuado de gestión sostenible, el bambú puede tener un papel en la restauración de ecosistemas sumamente degradados y en la conexión de los parches de bosque remanente, a la vez que reduce la presión sobre los bosques naturales restantes», aseguró Troy Wiseman, director general de EcoPlanet Bamboo, en diálogo con IPS.

Happison Chikova, un ecologista independiente de Zimbabwe, egresado en geografía y estudios ambientales de la Universidad Estatal de Midlands de este país, coincide con la opinión de Wiseman.

El «bambú ayuda a combatir el cambio climático debido a su capacidad de absorción del dióxido de carbono y actúa como sumidero de carbono, mientras que las plantas también se pueden utilizar como fuente de energía de la madera, lo que reduce la tala de árboles autóctonos”, explicó Chikova.

“También puede usarse para la construcción de viviendas y reduce la deforestación en las zonas de uso público donde hay una gran demanda de árboles autóctonos con fines de construcción”, añadió.

Pero otros defensores del derecho a la tierra plantean sus dudas al respecto.

«La idea de las plantaciones de bambú es buena, pero generan el temor de que se produzca una hambruna generalizada ya que los africanos pobres pueden sentirse atraídos a este emprendimiento por la promesa de dinero y comenzar a abandonar los cultivos de alimentos”, advirtió Terry Mutsvanga, un reconocido activista de derechos humanos de Zimbabwe.

El temor de que las pequeñas granjas sostenibles pierdan terreno ante las plantaciones de propiedad extranjeras dirigidas a la exportación es compartido por Nnimmo Bassey, el director de la  Fundación Salud de la Madre Tierra, con sede en Nigeria.

«Nadie puede presentar con seriedad a las plantaciones de bambú como la cura para la deforestación», afirmó Bassey, ganador en 2010 del premio Right Livelihood, considerado el premio Nobel alternativo.

“Lamentablemente, el sistema de las Naciones Unidas considera que las plantaciones son bosques y esta premisa, fundamentalmente errónea, ofrece a los propietarios de las plantaciones la libertad para considerar sus acciones devoradoras de los bosques como algo positivo», destacó.

«Si estamos de acuerdo en que los bosques son lugares con una rica biodiversidad, queda claro que una plantación no puede ser lo mismo que un bosque», afirmó Bassey en diálogo con IPS.

Actualmente, pequeños agricultores cultivan el bambú en África con diversos propósitos. La Asociación del Bambú de Mujeres del Monte Selinda, una organización activista de Zimbabwe, recibió financiación del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (Fida), a través de su programa de Medios de Subsistencia y Desarrollo Económico, para crear empresas rurales sostenibles mediante el uso de los recursos de esta planta.[related_articles]

Para el Fida, el bambú es “la madera del pobre».

Además, entre sus diversos beneficios, la organización internacional señala que el bambú contribuye con la reducción de la pobreza rural, empodera a las mujeres y puede procesarse para la producción de botes, utensilios de cocina, palillos de incienso, carbón vegetal y calzado. También proporciona seguridad alimentaria y nutricional como alimento para humanos y animales.

En la actualidad, la huella ecológica de EcoPlanet Bamboo en África abarca 2.000 hectáreas en Ghana, en una asociación público-privada para el desarrollo comercial de las plantaciones. En la sudafricana provincia Oriental del Cabo, la certificación está en marcha para convertir plantaciones de piña fuera de producción en plantaciones de bambú para generar carbón activado y carbón biológico para su venta a los mercados locales y de exportación.

Pero al activista Bassey le preocupa si esas hectáreas estaban realmente sin utilizar, como afirma la empresa. «Puede ser que el bambú comercial, que sustituirá a los bosques de madera natural y requerirá cientos de hectáreas de tierras, no sea tan bueno para los campesinos de África», expresó.

Sin embargo, EcoPlanet Bamboo insiste en que no convierte ni planta en terrenos que puedan competir con la seguridad alimentaria.

«Convertimos las tierras degradadas en plantaciones de bambú certificado y en ecosistemas diversos, prósperos, que puede proporcionar fibra anualmente, y sin embargo mantener su integridad ecológica», sostuvo Wiseman.

No obstante, esas palabras no convencen a Bassey. El activista cuestionó que la propiedad extranjera de los recursos de África sea beneficiosa para África.

«Las plantaciones no son propiedad de los débiles en la sociedad, sino de las empresas o personas físicas ricas con fuertes contactos económicos y, a veces, políticos. Esto podría significar el desplazamiento de agricultores vulnerables, la pérdida de territorios y medios de subsistencia», advirtió.

Editado por Lisa Vives y Phil Harris / Traducido por Álvaro Queiruga

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