Indígenas y defensores de la vida silvestre tienen objetivos y adversarios en común, pero parecen tener dificultades para coordinar la lucha por un uso sostenible de los bosques, según muestran diversas experiencias y estudios.
Un ejemplo es lo que sucede con el modo de vida de los pigmeos baka, en Camerún, que ayuda a preservar un hábitat mejor para los animales salvajes.
Cuando ellos limpian una parte del bosque, el claro se vuelve una espacio secundario preferido por los gorilas, dijo Mike Hurran, del capítulo africano de Survival International, al ser consultado por IPS.[pullquote]3[/pullquote]
“Cuando recogen el ñame silvestre que crece en el bosque, siempre dejan una parte de la raíz intacta para que se propague por el bosque, pues le encantan a los elefantes y cerdos salvajes”, indicó
Tienen “códigos sofisticados sobre conservación” y han vivido de manera sostenible por generaciones siguiendo “el camino de sus ancestros”.
Pero la selva donde viven los bakas está sometida a varias presiones: la tala, la minería y la caza furtiva.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el negocio del tráfico de vida silvestre asciende a unos 23.000 millones de dólares al año, lo que supone un riesgo para las especies en peligro y arruina las oportunidades de lograr un desarrollo sostenible.
En el terreno, luchar contra los delitos que atentan contra la vida silvestre es cada vez más difícil. Los cazadores furtivos, respaldados por las mismas organizaciones criminales internacionales que trafican drogas y personas, emplean técnicas cada vez más sofisticadas.
Además, los bosques sufren una presión cada vez mayor por la explotación de recursos. La minería y la tala destruyen los hábitats e instalan a miles de trabajadores que también cazan, comen y comercializan animales salvajes.
“Cuando el tráfico de vida silvestre y el comercio de carne de animales salvajes hace que su número disminuya, los primeros que sufren son los pueblos indígenas que los necesitan para su supervivencia”, explicó a IPS el vicepresidente de Wildlife Conservation Society, James Deutsch, quien también es estratega para la conservación.
Deutsch dijo que los conservacionistas y los pueblos indígenas tienen adversarios en común en las organizaciones para delinquir y en la industria extractiva.
A Survival International le preocupa que aunque los conservacionistas han expresado en los últimos años un mayor compromiso para trabajar con las comunidades indígenas, no siempre se cumple en el terreno.
“Lo que hacen los escuadrones que combaten la caza furtiva, y por extensión las organizaciones conservacionistas que los financian, es concentrarse en los más débiles, los que cazan para alimentar a sus familias, como lo vienen haciendo desde hace generaciones”, explicó Hurran.
“Las brigadas que hacen cumplir las leyes sobre vida silvestre pueden ser corruptas o no tienen mucho respeto por los derechos humanos de pueblos autóctonos, como los bakas”, indicó.
“Nos dijeron que aun cuando cazan en zonas especiales con técnicas reconocidas como tradicionales y legales y cazan solo para su consumo, no para vender, a veces les confiscan la carne, los hostigan y los golpean”, añadió.
Survival International mencionó a organizaciones internacionales específicas que financian a las brigadas contra la caza furtiva, entre las que se encuentra el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en Camerún.
En una declaración entregada a IPS, WWF señala: “En el terreno, promover el estatus y los derechos de las comunidades indígenas a la vez que se protegen los recursos vitales para ellos y la comunidad global es extraordinariamente difícil”.
La organización reconoce que los parques necesitan gente, y que modelos como la Gestión Comunitaria de Recursos Naturales, perseguida por WWF desde hace años, ha permitido que muchos de ellos estén poblados.
“WWF está abierta a la colaboración en estos temas. (La organización) se compromete a ayudar con la investigación de la Comisión Nacional para la Libertad y los Derechos humanos de Camerún sobre las presuntas violaciones perpetradas por Ecoguards y militares, y revisar la experiencia de campo y nuestras actividades de apoyo a los bakas y a la protección de los bosques”, señala.
Deutsch también coincidió en la necesidad de colaboración, pues se necesita una mayor asociación entre organizaciones de derechos humanos y defensoras del ambiente para atender los complejos desafíos que supone la conservación.
Survival International también dijo que Wildlife Conservation Society financia brigadas contra la caza furtiva similares en el Congo.
“Los conservacionistas deben comprometerse a asociarse con los pueblos indígenas porque es la única forma en que podamos encontrar un futuro para la vida silvestre. Pero también para hacerlo de forma que se respeten los derechos humanos y las comunidades tradicionales”, remarcó Deutsch, quien durante 11 años dirigió programas de la Wildlife Conservation Society en África.
También dijo que las soluciones no eran simples y requerían perseverancia y trabajar con las comunidades en el terreno.
Un aspecto en el que coinciden es en la falta de leyes nacionales e internacionales que protejan a los pueblos indígenas.
La declaración de WWF señala que entre las complicaciones se destaca la “falta de reconocimiento legal o en la práctica del derecho consuetudinario y la falta de conocimiento, compromiso e infraestructura necesaria para respaldar la agenda internacional de derechos humanos”.[related_articles]
Survival International también reconoce que las leyes nacionales e internacionales deben ofrecer una mayor protección a las comunidades indígenas, tanto en el papel como en la práctica.
“Los criterios que deben cumplir los bakas para poder cazar de forma legal son muy estrictos e irreales, por lo que suelen ser considerados cazadores furtivos, cuando no lo son”, explicó Hurran.
“Para muchas comunidades y pueblos indígenas, el uso sostenible de la vida silvestre y de la flora con fines medicinales y de alimentación es fundamental para su supervivencia”, explicó el director del Grupo de Desarrollo Sostenible del PNUD, Nik Sekhran, en el marco del Día Mundial de la Naturaleza, el 3 de este mes, en la sede del foro mundial.
Los beneficios económicos del turismo salvaje suelen identificarse como una de las razones importante para apoyar la conservación de la vida silvestre en los países en desarrollo. Sin embargo, los ingresos por esa actividad no siempre llegan a las comunidades más pobres.
“Es un desafío particular para muchos pueblos de cazadores recolectores”, subrayó Deutsch.
“Hay muchos casos en que se fomenta el turismo salvaje con la intención de beneficiar a los cazadores recolectores y, aun así, es difícil asegurarse de que reciban los beneficios porque tienen menos posibilidades para lidiar con la resultante melé por los recursos”, añadió.
Editado por Kitty Stapp / Traducido por Verónica Firme