Nepal carece totalmente de datos oficiales sobre la cantidad de niños y niñas que necesitan atención psicológica por sufrir abuso sexual, violencia familiar, ser víctimas de desastres naturales o de estrés y traumas en zonas de conflictos.
En la noche del 14 de agosto de 2014, Hari Karki, de 10 años, se levantó con los gritos de su abuelo que alertaba a la familia que saliera de la casa de inmediato. La vivienda ubicada en Paagma, una pequeña aldea en el este de Nepal, se estaba inundado.
Tomado de la mano de su abuelo y su hermana, Hari y su familia vadearon con el agua hasta la rodilla y salieron lo más rápido posible hacia el otro lado de la aldea, donde había una escuela primaria en un terreno elevado.[pullquote]3[/pullquote]
Allí pasaron la noche, pues las fuertes lluvias de varios días anegaron la aldea, su casa y la de sus vecinos. “La vida nos cambió para siempre esa noche”, contó a IPS el padre de Hari, Dhan Bahadur Karki.
Las inundaciones y los deslizamientos de tierra que ocurrieron en el distrito de Surkhet entonces dejaron más de 24.000 damnificados, según el Comité de Asistencia de Desastres de Distrito, una coalición de organizaciones internacionales y locales de ayuda encabezada por el gobierno nepalés.
El evento climático dejó 12.000 personas desplazadas y 24 muertas, además de 90 todavía desaparecidas. Más de 40 por ciento de las personas afectadas son niñas y niños, remarcan especialistas. Para ellos, el horror de sobrevivir a un desastre no desaparece fácilmente, a menudo perdura de por vida.
“Los niños perdieron sus casas, su escuela, amigos y familiares”, señaló Manoj Bist, de la organización Save the Children. “Cuando su sistema de apoyo se pierde, se vuelven vulnerables a la violencia, enfermedades y abusos”, explicó.
Además de sus pertenencias, las inundaciones se llevaron los pocos ahorros que tenían en la vivienda. La familia Karki tiene poco dinero y Dhan Bahadur planea irse a trabajar a Malasia en una fábrica de celulares en cuanto consiga la visa. Pero lo que más le preocupa es la salud mental de sus dos hijos.
Hari se queja de que no puede concentrarse en la escuela. Antes de las inundaciones era buen alumno, pero su rendimiento disminuyó.
“No me puedo dormir de noche y cuando lo logro, tengo pesadillas”, contó Hari. Una noche del mes pasado, no lo encontraron en su cama y la familia comenzó a buscarlo. Lo encontraron cerca del bosque, sonámbulo.
“El estrés psicológico que sufre un niño tras un desastre natural es profundo. Hay que atenderlo cuanto antes para que no tenga consecuencias a largo plazo”, explicó a IPS el profesor Saroj Prasad Ojha, del departamento de psiquiatría del Hospital de Clínicas de la Universidad de Tribhuvan, en Katmandú.
El estigma frustra avances en salud mental
La Organización Mundial de la Salud estima que 450 millones de personas en el mundo tienen trastornos psicológicos, y las enfermedades mentales representan 13 por ciento del total en el mundo.
No hay cifras oficiales en este país de 28 millones de habitantes. Pero la organización de beneficencia cristiana Misión Unida a Nepal, que trabaja en salud mental, estima que entre 20 y 25 por ciento de los pacientes de los servicios de atención primaria muestran algún tipo de desorden de conducta o psicológico que se manifiesta por múltiples quejas físicas.
“El problema es que las enfermedades psicológicas no se consideran una cuestión de salud”, remarcó Sailu Rajbhandari, psicóloga clínica de la Organización Psicosocial Transcultural de Nepal.
Este país destina menos de dos por ciento del presupuesto de salud de 334 millones de dólares a la salud mental. El Hospital Psiquiátrico de Katmandú, con 50 camas, es el único especializado. Hay 70 psiquiatras en Nepal, uno cada 380.000 habitantes, y uno solo dedicado a atender niños.
Otros profesionales como psicólogos, trabajadores sociales y enfermeras son aún más escasos.
“Abogar por la salud mental es un desafío enorme en Nepal. No estamos ni cerca de tener servicios especializados centrados en la infancia”, se lamentó Shristee Lamichhane, de la Misión Unida a Nepal.
“Nuestra sociedad y nuestro sistema de salud ni siquiera puede comprender el concepto de que los niños puedan tener problemas psicológicos”, observó Arun Raj Kunwar, el único psiquiatra infantil de país. El trauma en un niño o niña puede estar escondido y manifestarse como mal físico porque no pueden expresar con claridad su dolor o sus miedos.
Un eslabón crucial con la cadena de desarrollo
Los especialistas sostienen que la salud mental debe priorizarse junto con los otros objetivos de desarrollo.[related_articles]
“Es sorprendente que la salud mental de los niños a menudo quede fuera de los planes de desarrollo teniendo en cuenta que son el futuro, la próxima generación productiva del país”, explicó Ojha, del Hospital de Clínicas de la Universidad de Tribhuvan.
Es necesario capacitar a los profesionales. “No es lo mismo atender a niños que sufrieron un trauma por un desastre natural que los que padecieron una guerra”, apuntó.
Tampoco hay números oficiales de los niños y niñas afectados por el conflicto de una década en este país y que terminó en 2006. Pero un estudio de la Comisión Nacional de Derechos Humanos informó que la guerra dejó más de 8.000 huérfanos y más de 40.000 menores desplazados.
“La atención psicológica debe integrarse a los servicios primarios porque es a donde primero llegan con sus problemas”, remarcó Lamichhane.
Nepal forma parte del compromiso mundial en el marco de la Organización de las Naciones Unidas para la prevención y control de enfermedades no transmisibles.
El año pasado, este país formuló el Plan de Acción Multisectorial para la Prevención de Enfermedades no Transmisibles 2014-2020, que ubicó a la salud mental entre sus áreas prioritarias.
En la aldea de Paagma, el psicólogo Santoshi Singh comenzó a trabajar con Hari y su hermana. “Según su caso, puedo hacer varias cosas para ayudar a Hari”, explicó. “Pero si es algo severo, no estoy seguro de a donde derivarlo para que reciba la ayuda necesaria”, añadió.
Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Verónica Firme