Las selvas de Zimbabwe están por convertirse en desierto

La tala descontrolada en zonas remotas de Zimbabwe, como el distrito de Mwenzi, dejó muchos campos sin árboles. Crédito: Jeffrey Moyo/IPS.

Se escucha un zumbido en el bosque frondoso de Zimbabwe, donde viven numerosas especies de animales, pero no proviene de abejas ni otro tipo de insectos. Lo produce una sierra que tala antiguos árboles para abrir espacios para el cultivo de tabaco, obtener madera para la exportación y suministrar carbón vegetal al mercado local.

Eso ocurre a pesar de que Zimbabwe debe alcanzar las metas de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la Organización de las Naciones Unidas, el séptimo de ellos el de garantizar la sostenibilidad ambiental para fines de este año.

“El grado de deforestación convertirá a Zimbabwe en un desierto en solo 35 años si no se ofrecen soluciones pragmáticas con urgencia, y también si la gente sigue arrasando los árboles para conseguir leña sin regulación”, se lamentó Marylin Smith, conservacionista de Masvingo, la ciudad más antigua del país, y exintegrante del gobierno del presidente Robert Mugabe.[pullquote]3[/pullquote]

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Zimbabwe perdió un promedio anual de 327.000 hectáreas de selva entre 1990 y 2010.

Según la Junta de Mercadeo de la Industria del Tabaco, Zimbabwe tiene 88.167 cultivadores de tabaco, los catalizadores de la desertificación, según ambientalistas.

“El secado del tabaco con grandes cantidades de leña e incluso el mayor uso en el ámbito doméstico, tanto en áreas urbanas como rurales, dejará a Zimbabwe sin selvas”, indicó a IPS el ecologista Thabilise Mlotshwa, de la Asociación Salven el Ambiente.

“Pero es muy difícil objetar el uso de leña cuando es la única fuente de energía para la mayoría de la población rural, pese a que el ambiente es el que más sufre”, añadió.

La crisis de deforestación en Zimbabwe está vinculada a varios factores.

“Hay miles de comerciantes de madera que no tienen piedad con nuestros árboles, pues ven efectivo en casi cada árbol y no salvan ni uno con tal de conseguir dinero”, se lamentó a IPS el funcionario de extensión agrícola Raymond Siziba, que vive de Mvurwi, un distrito a unos 100 kilómetros al norte de Harare.

Según la Agencia Nacional de Estadísticas de Zimbabwe (ZimStat), hubo unos 66.250 comerciantes de madera solo el año pasado en todo el país.

Un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) informó que durante la década de 1980 y 1990, las selvas se redujeron en 15,4 millones de hectáreas al año (una deforestación de 0,8 por ciento al año).

El área deforestada en esa década equivale casi a tres veces la superficie de Francia.

Los países en desarrollo tienen una gran dependencia en la leña como combustible, la principal fuente de energía para cocinar y calentar las viviendas.

En África, las estadísticas sorprenden. Se estima que 90 por ciento de la población del continente usa leña para cocinar, y en la región subsahariana, ofrece aproximadamente 52 por ciento de todas las fuentes de energía.

Zimbabwe no es el único país de África subsahariana en crisis. Un panel organizado por la Organización de las Naciones Unidas y la Unión Africana y encabezado por el expresidente sudafricano Thabo Mbeki, concluyó que Mozambique exportó a China muchos más troncos que los registrados.

La desaparición de la cobertura forestal es un problema particular en Ghana, donde los productos forestales no madereros ofrecen sustento e ingresos a unas 2,5 millones de personas en o cerca de las comunidades selváticas.

Entre 1990 y 2005, Ghana perdió un cuarto de su cobertura forestal. Al ritmo actual, las selvas de este país podrían desaparecer en menos de 25 años. Los actuales intentos de atender la deforestación se estancaron por la falta de colaboración entre los distintos actores y las autoridades.

En la región de África occidental, un estudio de Greenpeace señala a la tala como la mayor amenaza a la selva de la cuenca del río Congo. Actualmente, las compañías madereras que trabajan principalmente en República Democrática del Congo cortan árboles en más de 50 millones de hectáreas de selva, equivalente a la superficie de Francia, según su sitio de Internet.

Se estima que entre 20 y 25 por ciento de la deforestación anual obedece a la tala comercial. Otro 15 a 20 por ciento se atribuye a otras actividades como ganadería, cultivos comerciales y la construcción de represas, caminos y minas.

Pero la deforestación obedece principalmente a las actividades de la población. Con la caída de la economía de Zimbabwe, los comerciantes indígenas de madera aumentan tratando de ganarse la vida. Los ambientalistas los acusan de incentivar la deforestación.[related_articles]

La falta de electricidad es un problema en zonas rurales.

“Como la mayoría de las zonas remotas de Zimbabwe, no tenemos electricidad y desde hace años dependemos de la leña, que es nuestra principal fuente de energía, y ya puede imaginarse el grado de deforestación que sufren esas áreas”, remarcó a IPS la maestra Irene Chikono, de 61 años, quien vive en Mutoko, 143 kilómetros al este de Harare.

Hasta las personas que tienen electricidad no se salvan de apagones, pues la Autoridad de Suministro de Electricidad de Zimbabwe no logra cubrir la demanda por falta fondos para importar energía.

El gobierno sostiene que hace todo lo que puede para combatir la deforestación, pero con la honda crisis económica actual, los comerciantes indígenas de madera y pobladores dicen que les será difícil dejar de cortar árboles.

“La vuelta gradual de la gente de las ciudades a la vida rural a medida que la economía empeora agrega presión a las selvas, pues cada vez más personas cortan árboles para tener leña”, contó a IPS el jefe de la aldea de Vesara, Elson Moyo, en el sudoeste zimbabwense.

“Dirigentes políticos saquean y despojan las reservas forestales de madera dura pues son propietarios de la mayoría de los aserraderos”, se lamentó a IPS el activista Owen Dliwayo, de la ciudad fronteriza de Chipinge, en el este del país.

Editado por Lisa Vives/Phil Harris / Traducido por Verónica Firme

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