La aldea de Dong Mai, en el corazón agrícola de Vietnam, tenía un problema grave. Para aumentar sus escasos ingresos, sus residentes, artesanos que antes elaboraban y vendían moldes en bronce, se dedicaron a fundir manualmente en el patio trasero de sus casas baterías de plomo ácido extraídas de coches y camiones viejos.
En consecuencia, 2.600 personas de la zona tenían altos niveles de plomo en la sangre.[pullquote]3[/pullquote]
El agua y la tierra en Dong Mai quedaron sumamente contaminadas, de 32 a 36 veces más que los límites aceptables. La gente se enfermaba, incluidos los niños y niñas. Una casa analizada con un equipo de fluorescencia de rayos X registró niveles de plomo 50 veces mayores que la norma fijada por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos.
El gobierno conocía el problema, pero el costo de la reparación, calculado en millones de dólares, era abrumador. Entonces, en colaboración con el no gubernamental y estadounidense Instituto Blacksmith para una Tierra Pura, encontró la forma de contrarrestar el plomo por apenas 20 dólares por persona.
Luego de seis meses de un importante trabajo de reparación, en febrero de 2014 el nivel de plomo en la población había descendido casi un tercio.
«La voluntad política necesita tiempo para generarse”, señaló a IPS el presidente del Instituto Blacksmith, Rich Fuller.
«Los gobiernos necesitan datos sólidos sobre el alcance de los problemas y cómo resolverlos. La mayoría… recién comienza a formar sus equipos para la contaminación y las ONG que prestan apoyo, en lugar de críticas, han sido de gran ayuda», observó.
Junto con la Cruz Verde Suiza y la Alianza Mundial sobre la Salud y la Contaminación (GAHP), el Instituto Blacksmith publicó el martes 27 un informe con 10 casos de países donde la limpieza ambiental tuvo éxito, como el de Dong Mai.
Los otros casos destacados en el informe sucedieron en Ghana, Senegal, Perú, Uruguay, México, Indonesia, Filipinas, la región de Tomsk en la antigua Unión Soviética y Kirguistán.
El informe señala que la contaminación tóxica mata a más de 8,9 millones de personas en todo el mundo cada año, la mayoría de ellos niños y niñas, y la gran mayoría, 8,4 millones, en países de ingresos bajos y medianos.
Para poner la cifra en perspectiva, eso equivale a 35 por ciento más que las muertes derivadas del tabaquismo, casi tres veces más que las víctimas de la malaria y 14 veces más que las del VIH/sida.
«En contraste con la creencia popular, muchos de los peores problemas de contaminación no tienen su origen en las empresas transnacionales, sino en actividades menores mal reguladas, como la minería artesanal, pequeños polígonos industriales o fábricas abandonadas», explicó Stephan Robinson, de la Cruz Verde Suiza.
«No obstante, los países de altos ingresos contribuyen indirectamente con su demanda de materias primas y bienes de consumo… De esta manera apoyan a muchas de estas industrias más pequeñas, lo que agrava los problemas de contaminación en los países de bajos ingresos», afirmó.
El plomo, el culpable en Dong Mai, es especialmente devastador para los niños. Puede dañar el cerebro y el sistema nervioso, causar retrasos en el desarrollo y hasta provocar la muerte. Los niños también tienden a tener una mayor exposición porque juegan en la tierra y llevan las manos y otros objetos a la boca.
Los contaminantes tienen un costo de entre seis y 12 por ciento del producto interno bruto en los países de ingresos bajos y medianos.
El informe del Instituto Blacksmith de este año priorizó las soluciones prácticas y replicables que no requieren gran cantidad de dinero para su aplicación.
“Solo unos pocos países tomaron este camino. Queríamos darles crédito, y que fueran ejemplos para ampliar el trabajo sobre la contaminación en otros países», comentó Fuller.
En el caso de Dong Mai, en lugar de retirar el suelo contaminado para trasladarlo a vertederos, los patios traseros de las casas se taparon con arena, una capa de geotextiles, 20 centímetros de suelo compactado limpio, ladrillos y, finalmente, hormigón en la parte superior para sellar el plomo.
Después de una campaña educativa, 50 aldeanos repararon sus propios patios de esta manera. Lo que podría haber costado unos 10 millones de dólares se realizó por solo 60.000.
«A menudo, el éxito en un país se refleja en un proyecto en otro. Esto sucedió con el caso de envenenamiento por plomo y desechos electrónicos. El modelo de la GAHP es de colaboración entre los organismos internacionales y entre los países, que se ayudan entre sí para resolver estos problemas terribles”, explicó Fuller.
En Thiaroye Sur Mer, en Senegal, el reciclaje de las baterías de plomo se reemplazó con jardines hidropónicos.
En la ciudad de México, una refinería de petróleo contaminada se convirtió en el parque urbano Bicentenario, que recibe un millón de visitantes al año.
En Agbogbloshie, Ghana, el reciclaje informal de residuos electrónicos mediante la quema que liberaba toxinas ahora se lleva a cabo de manera segura con máquinas.
“Trabajamos mucho para encontrar soluciones que funcionen para los recicladores locales”, indicó Kira Traore, la directora de programas del Instituto Blacksmith en África, en el informe.
«La prohibición de la quema no les ayudaría a obtener ingresos. En cambio… podría trasladar la práctica a otros lugares, lo que ampliaría la contaminación y el número de personas afectadas», añadió.[related_articles]
Los expertos señalan que fuentes locales de contaminación, en particular metales pesados como el mercurio y el arsénico, suelen ser muy móviles y causar problemas de salud a miles de kilómetros de distancia.
«El mercurio de la extracción artesanal del oro y de las plantas de carbón viaja por el mundo y se encuentra en el pescado que, por ejemplo, se come como sushi en Londres”, sostuvo Robinson.
«El DDT (dicloro difenil tricloroetano) se encuentra en la grasa corporal de los habitantes de Groenlandia, aunque nunca hubo agricultura allí”, destacó.
«El aire contaminado de China y otros lugares se puede medir en otros países. Los radionúclidos de los desastres nucleares, como el de Chernobyl, alcanzaron a otros países en la mayor parte de Europa», agregó.
En esencia, los países ricos no solo tienen una obligación moral, sino un gran interés en ayudar a las naciones más pobres frente a la contaminación, insistió.
«Las naciones occidentales tuvieron éxito en la limpieza de su contaminación tóxica… de los últimos 40 años y pueden transferir tecnología y conocimientos a los países de bajos y medianos ingresos. Concretamente: Sabemos cómo cambiar la situación porque lo hemos hecho», aseguró.
Editado por Roger Hamilton-Martin / Traducción de Álvaro Queiruga