Naifa Yussef, de 30 años, y otros 50 integrantes de su comunidad beduina viven al día en condiciones precarias, al borde de la ruta que lleva de Jerusalén al mar Muerto y a la antigua ciudad de Jericó. Y ahora corren el riesgo de ser desplazados a la fuerza por las autoridades de Israel.
El este de Jerusalén, donde está asentado este grupo de beduinos, consiste en un conjunto de viviendas precarias y tugurios, además de tiendas de campaña instaladas sobre las colinas rocosas y escarpadas que bordean el camino.[pullquote]3[/pullquote]
Las viviendas no están conectadas a la red del tendido eléctrico ni a los servicios de agua y recolección de basura. En invierno, la fría lluvia y el viento soplan sobre ellas, y el barro y las aguas servidas se acumulan formando piscinas alrededor de las tiendas de campaña.
Los lugareños se ven obligados a comprar agua y llevarla a mano desde el pueblo más cercano, Anata, a cinco kilómetros y 15 minutos en automóvil, y pagar unos dos dólares por persona.
La comunidad de Yussef vive en condiciones de extrema pobreza. Los hombres se esfuerzan por mantener a sus familias trabajando como jornaleros y pastoreando a sus cabras y ovejas, pero en un área cada vez más limitada por los asentamientos israelíes.
La comunidad se asentó en la zona hace 50 años tras su expulsión del desierto del Néguev en 1948, cuando se creó el estado de Israel. La mayoría de las comunidades beduinas de Cisjordania fueron expulsadas del desierto ese mismo período.
En los próximos años, las autoridades israelíes tienen previsto expulsar y reubicar a unos 27.000 beduinos del Área C, el territorio palestino de Cisjordania bajo completa ocupación y administración israelí, para construir más colonias judías.
En agosto, el gobierno israelí anunció que planeaba confiscar unas 404,6 hectáreas en Cisjordania, el mayor acaparamiento de tierras de Israel desde hace tres décadas.
Cisjordania está dividida en el Área A, bajo control nominal de las autoridades palestinas; el Área B, bajo administración conjunta palestino-israelí; el Área C, alrededor de 60 por ciento de todo el territorio, bajo total control de Israel, aunque, en última instancia, toda Cisjordania es responsabilidad de Tel Aviv en tanto que potencia ocupante.
El argumento israelí es que según los Acuerdos de Oslo de 1993, el Área C no le pertenece a los palestinos y que la mayoría de las construcciones existentes se erigieron sin permiso.
Pero en la realidad es extremadamente difícil para los palestinos obtener un permiso de construcción en Jerusalén oriental y en la mayor parte de Cisjordania y, casi imposible, en el Área C. Los detractores de la política israelí sostienen que se trata de una política deliberada de las autoridades para mantener el territorio ocupado como parte del estado de Israel.
Las autoridades israelíes advirtieron a la familia de Yussef y a sus vecinos que tienen menos de dos meses para evacuar la zona. También les dijeron que si se negaban, serían expulsados por las fuerzas de seguridad.
“No tenemos adónde ir. Hace muchos años que vivimos aquí y no tenemos otra tierra. Tampoco tenemos los medios para vivir en una aldea palestina porque no podemos pagar alquiler”, explicó Yussef.
Como ella, miles de familias beduinas sufren el mismo problema y otras miles lo sufrirán a medida que Israel avance en su esfuerzo para expulsar a casi todos los palestinos de la mayor parte de Cisjordania para que solo vivan colonos judíos.
En preparación de lo que algunas personas han llamado una ola acelerada de limpieza étnica, funcionarios de la Administración Civil israelí, a cargo de Cisjordania, derriban construcciones palestinas en el Área C, viviendas precarias, tiendas de campaña, refugios de animales y casas, entre varias otras que consideran “ilegales”.
En el marco del reasentamiento forzado, más de 12.000 beduinos serán reubicados cerca de la ciudad cisjordana de Jericó, donde estarán rodeados de una zona de tiro, de colonias judías y de un puesto de control israelí, que limitará sus posibilidades de pastorear ganado, que es la principal fuente de subsistencia de este pueblo pastor.[related_articles]
Varias comunidades de beduinos fueron reubicadas en los años 90; de cerca de Jerusalén oriental fueron trasladadas a un terreno cerca de un vertedero de basura en Abu Dis, en el Área B.
La expulsión de beduinos en esa ocasión obedeció principalmente a la necesidad de expandir el asentamiento israelí de Maale Adumim, uno de los más grandes de Cisjordania.
Además de ampliar Maale Adumin, parte del plan de Israel fue mantener un área conocida como corredor E1, que une esa colonia con Jerusalén oriental, contigua y bajo control israelí, mediante la construcción de más asentamientos, con lo que Cisjordania quedó, de hecho, dividida en dos.
La iniciativa, además, aísla más a Cisjordania de Jerusalén oriental, de gran importancia para los palestinos por motivos culturales, educativos, familiares, empresariales y religiosos.
Además, la capital del futuro estado palestino debería ser Jerusalén oriental.
“El plan de la Administración civil atenta de forma flagrante contra el derecho humanitario internacional, que prohíbe la transferencia forzada de personas protegidas, como es el caso de las comunidades de beduinos, a menos que el desplazamiento sea temporal o necesario para su seguridad o para cumplir con un requisito militar”, señala la organización de derechos humanos israelí B’tselem.
Pero “la expulsión prevista por la Administración Civil no cumple con ninguna de esas condiciones. Israel, en tanto potencia ocupante, está obligado a actuar en beneficio y por el bienestar de los residentes del territorio ocupado. La expansión de asentamientos no incluye ninguno de esos requisitos”, subraya.
Editado por Phil Harris / Traducido por Verónica Firme