La cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), realizada en Gales el 4 y 5 de septiembre, confirmó que el socialdemócrata Jens Stoltenberg, ex primer ministro de Noruega (2000-20001 y 2005-2013), asumirá el cargo de secretario general de la institución el 1 de octubre.
Estamos viviendo en un período que clama ansiosamente por una reducción de la temperatura en las relaciones internacionales, pero Stoltenberg no parece ser la persona indicada para innovar, repensar y reformar la alianza militar.
Es más probable que haya sido elegido porque se lo considera un leal ejecutor de las políticas que imparte la cúspide de la organización.
Lejos de ser un espíritu libre y visionario, Stoltenberg es un ejecutivo y un organizador, que hace todo lo necesario para alcanzar el objetivo fijado. Me temo, por ello, que el nuevo secretario general aplicará con peligrosa eficiencia la expansiva, agresiva y conflictiva política que ha sido programada por la OTAN acerca del tema principal de la agenda de Gales: la contención de Rusia.[pullquote]3[/pullquote]
Mi compatriota Stoltenberg es un economista que, excepto durante un período laboral en el Departamento Central de Estadísticas de Noruega, ha actuado siempre en política, aunque es escasa su experiencia en asuntos de seguridad o política exterior.
El Partido Laborista Noruego tiene una larga tradición de lealtad hacia Washington. Oslo siempre ha tratado de ser el mejor alumno de Washington. Este país rico en petróleo ha podido mantener su presupuesto militar en un período en el que otras naciones tenían que recortarlo.
Un antecedente que puede haber contado en su elección al frente de la OTAN es que, en 2011, Noruega asumió las misiones más ofensivas en el bombardeo a Libia.
La participación de Noruega fue el resultado de un fuerte empeño personal de Stoltenberg. Según sus críticos, en su apresuramiento envió una flotilla de F16 en violación del precepto constitucional que requiere la previa aprobación del Parlamento.
El nuevo secretario general se limitó a una serie de consultas telefónicas con los líderes de otros partidos. Por ello, esta intervención militar es apodada «la guerra decidida por teléfono», al mismo tiempo que destaca por haber transgredido el mandato de la Organización de las Naciones Unidas de proteger a la población civil.
Ahora Stoltenberg, de 55 años, afronta una investigación por comportamiento ilegal ante el Parlamento, pero es improbable que esto le cueste algunas noches sin dormir.
La razón es la falta de desacuerdo que existe en Noruega sobre la política exterior. El amplio consenso reinante en temas de defensa y política de seguridad garantiza que acciones que cuestionen la relación con Estados Unidos y la OTAN estén destinadas al fracaso.
En caso de que el Parlamento no sancione a Stoltenberg existe la posibilidad de presentar una acusación por crímenes de guerra ante la Corte Penal Internacional de La Haya.
Resulta llamativo que un noruego suceda a un danés en el cargo, ya que el secretario general saliente, Anders Fogh Rasmussen, ha dirigido la OTAN desde 2009.
Es posible que el nombramiento de secretarios generales nórdicos tenga que ver con el hecho de que dos países de la misma región, Suecia y Finlandia, han mantenido su tradicional neutralidad pese a los constantes esfuerzos y presiones para incorporarlos a la organización.
Como el exjefe de la OTAN español Javier Solana (1995-1999), Stoltenberg abandonó las convicciones de su juventud, cuando era un férreo opositor a la OTAN, regresando así a la tradición familiar. Su abuelo fue un militar y su padre ejerció como ministro de Defensa y de Relaciones Exteriores.
Durante los ocho años de mandato de Stoltenberg, la política militar giró de un enfoque centrado en la defensa nacional, a la participación en intervenciones internacionales de la OTAN. En este período se ha asistido en Noruega a una pronunciada militarización de la mentalidad y de la cultura.
Es una situación alarmante, ya que no solo se envuelve a nuestro país en guerras externas, sino que se nos suministra una persistente propaganda militarista. Se publican numerosos avisos publicitarios sobre las fuerza armadas y se ha llegado a distribuir en los diarios suplementos de 60 páginas, donde los militares se glorificaban a sí mismos.[related_articles]
Aquellos que esperaron que tras el fin de la Guerra Fría, la anacrónica institución de la OTAN se disolviera para dejar un mundo menos violento, tienen motivos para sentirse desilusionados.
Un comunicado de prensa publicado por la OTAN en junio dice claramente lo que podemos esperar del secretario general Stoltenberg:
«Mientras el señor Stoltenberg fue primer ministro, el presupuesto de Defensa de Noruega creció constantemente, con el resultado de que hoy es uno de los países con mayor gasto de defensa por habitante. El señor Stoltenberg ha operado decisivamente para transformar a las fuerzas armadas noruegas, dotándolas de fuerte capacidad de despliegue rápido”.
“Bajo su liderazgo, el gobierno noruego ha contribuido con fuerzas militares a varias operaciones de la OTAN», añade.
Parece claro que Stoltenberg no ha sido llamado para reformar la organización, sino para reforzarla, quizás con la incorporación de dos nuevos miembros nórdicos.
Fredrik S. Heffermehl, es miembro del directorio de la Asociación Internacional de Abogados contra las Armas Nucleares y autor de «The Nobel Peace Prize. What Nobel Really Wanted (El Nobel de la Paz. Qué Nobel realmente quería)».
Editado por Pablo Piacentini