A los comicios nacionales de India, celebrados en nueve rondas entre el 7 de abril y el 12 de este mes, se las considera el ejercicio electoral más multitudinario del mundo.
El espectáculo de poder presenciar a 814 millones ciudadanos que acudieron a 935.000 colegios electorales para escoger entre 1.600 partidos políticos fue, sin duda, emocionante. Pero los resultados anunciados el 16 de mayo fueron un shock desagradable para quienes admiran la tradición política laica arraigada en este país del sur de Asia.
El Partido Bharatiya Janata (BJP, por sus siglas en inglés) ganó la mayoría absoluta de los escaños parlamentarios, con 282 de las 543 bancas en juego, gracias a las aspiraciones de la próspera clase media urbana y con el apoyo generoso del pujante sector empresarial.
El controvertido líder del partido promotor del nacionalismo hindú, Narendra Modi, es desde el lunes 26 el 15 primer ministro del país, desde la independencia en 1947
Aún más preocupante, dicen algunos, fue que la Alianza Nacional Democrática (NDA), la coalición electoral que encabeza el BJP, conquistó 336 bancas, más de las tres quintas partes de los escaños en la Lok Sabha, la cámara baja del parlamento.
El otrora invencible Partido del Congreso, que gobernó a este país durante los últimos dos períodos consecutivos de gobierno, se redujo a su mínima expresión, con apenas 44 escaños, una quinta parte de su presencia en el parlamento anterior.
El resultado electoral fue recibido con una tormenta mediática. Para los expertos conservadores el BJP logró una victoria “aplastante”, pero otros se lamentaron de la consolidación del gobierno de derecha en India.
Pero una mirada más cercana a los patrones de votación revela una historia de sectarismo persistente en la India del siglo XXI y sugiere que las elecciones en este país con 1.200 millones de habitantes, más de 120 grupos lingüísticos, una proporción considerable de adivasi o indígenas y una compleja jerarquía de castas y subcastas reflejan, en el mejor de los casos, una democracia distorsionada.
Una diversidad vertiginosa
La minoría musulmana constituye alrededor de 17 por ciento de la población, pero tiene una representación inferior al cuatro por ciento en el nuevo parlamento, con apenas 20 de los 543 escaños.
La mayoría de los musulmanes no votó por el BJP, por temor a su historial, caracterizado por agravar las tensiones religiosas en el país, y también mantuvo distancia de la coalición NDA.
Esto se cumplió especialmente con los musulmanes del estado norteño de Uttar Pradesh, que tiene 80 escaños en la cámara baja.
Allí, la estrategia electoral del BJP apostó al sectarismo y la política de castas. Por ejemplo, en Bahraich, en el norte del estado, el partido trató de llegarle a los dalits –o intocables- y otros hindúes de castas inferiores con el recuerdo de un rey hindú del siglo XI. En el camino, le faltó el respeto al venerado santo musulmán Ghazi Saiyyad Salar Masud, al que aquel monarca derrotó en combate.[related_articles]
Esto, junto con los terribles disturbios de índole religiosa que sacudieron la región occidental de Muzaffarnagar en agosto y septiembre – con un saldo de 100 muertos y 40.000 desplazados – hizo que los musulmanes evitaran a los candidatos del BJP y la NDA.
Fantasmas similares afectaron a otros estados. Así, muchos electores votaron al BJP porque recordaba la violencia antimusulmana de 2002 en el estado occidental de Gujarat, que Modi gobernó entre 2001 y 2014.
El BJP tampoco tuvo una buena votación en los populosos estados del sur. En Tamil Nadu, por ejemplo, la Federación Anna Dravida por el Progreso de Toda India (AIADMK), liderada por Jayalalithaa, obtuvo una victoria aplastante y se quedó con 37 de las 39 bancas del estado, mientras el BJP ganó solo una.
Los nacionalistas hindúes también fueron derrotados en el estado suroccidental de Kerala y en los dos estados de Andhra Pradesh, la quinta región en población del país con mayoría hindú.
Karnataka es el único estado del sur donde el BJP avanzó de manera considerable. Aquí, el concepto de hindutva, una ideología centrada en la supremacía hindú, se afianzó en la década de los 90, en parte gracias a una campaña dirigida a socavar el culto sincrético hindú-musulmán en la gruta-santuario de mil años de antigüedad del santo sufí Dada Hayat.
En el pasado, los nacionalistas hindúes se movilizaron para instalar en el santuario imágenes de un dios hindú de casta inferior, y buscaron socavar la posición de su líder espiritual hereditario. Aunque recibió fuertes críticas, la campaña dio sus frutos. En las recientes elecciones, el BJP ganó 17 de los 28 escaños del estado.
Votos versus bancas: una discrepancia electoral
Gran parte del análisis poselectoral se concentró en la victoria arrolladora de Modi, pero pocos indagaron en las discrepancias que existen entre el número de escaños que conquistó el BJP y la proporción de votos efectivamente emitidos a su favor.
En lo que se conoce como el sistema de ‘mayoría relativa’ de India, las bancas electorales tienen más peso que los sufragios, lo que resulta en una gran brecha entre la victoria del BJP y su popularidad entre la mayoría de los votantes.
El partido se quedó con 282 de los 543 escaños del Parlamento, pero el porcentaje de votos obtenidos en las urnas fue de un mero 31 por ciento de la población, lo que representa una diferencia de más de 20 por ciento.
Las cifras de los estados individuales son más alarmantes. Varios informes de prensa locales apuntan a unos seis estados donde el partido nacionalista hindú ganó una cantidad de escaños que, en términos porcentuales, fue el doble o casi el doble de la proporción de votos que obtuvo.
En Uttar Pradesh, por ejemplo, el BJP logró solo 42,3 por ciento de los sufragios, pero consiguió 71 de los 80 escaños. En Rajastán le votaron 54,9 por ciento de los electores, pero obtuvo todas las bancas del estado. En Nueva Delhi recibió 46,4 del voto popular e igualmente le correspondieron todos los escaños.
Discrepancias similares se registraron en los estados de Madhya Pradesh y Chattisgarh, en el centro del país, así como en Jharkhand, en el este.
Otro factor de distorsión fueron los fondos que las empresas le otorgaron a la campaña electoral del BJP, al punto de que fue el único partido capaz de publicar grandes anuncios en la prensa, realizar publicidad en internet a largo plazo, incluso en las redes sociales, y tener acceso casi ilimitado a la televisión.
Sin embargo, esa campaña mediática no estuvo acompañada de una oleada de apoyo popular hacia Modi en todo el país. De hecho, la mayoría de los electores sufragó por partidos contrarios a la política nacionalista hindú del BJP.
Estos hechos deben servir de estímulo para la AIADMK y otros partidos regionales que probablemente formen un bloque opositor conjunto en el nuevo parlamento.
Peter Custers es el autor de Capital Accumulation and Women’s Labour in Asian Economies (Monthly Review Press, Nueva York, 2012)