Las crisis en Malí y en Costa de Marfil generaron un enorme número de refugiados en África occidental, y la nueva ola de violencia en ciernes podría impedir que estos regresen a sus hogares en el corto plazo.
En Nigeria, grupos islamistas lanzaron ataques contra civiles, muchos de los cuales se escondieron en los vecinos Níger y Camerún.
En Malí, aun cuando la misión de la Organización de las Naciones Unidas brinda apoyo a la población, los islamistas del Movimiento para la Unidad de la Yihad en África Occidental (MUJWA) siguen siendo una amenaza, y ha habido una serie de atentados con bombas en las últimas semanas.
Costa de Marfil también sufre inseguridad. El país se recupera de la violencia postelectoral, que acabó con las vidas de 3.000 personas entre 2010 y 2011, y los refugiados comienzan lentamente a regresar de Ghana, Togo y Liberia.
Actualmente hay 93.738 refugiados marfileños en la región, principalmente en Liberia, Togo y Ghana, así como 24.000 desplazados internos, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
La situación en el oeste del país, en la región de Bas-Sassandra, donde se produjeron la mayoría de las matanzas durante la crisis, sigue siendo frágil, sobre todo tras la reanudación de los ataques en las últimas semanas.
Ilmari Käihkö es un estudiante de doctorado en investigación de paz y conflictos en la Universidad de Uppsala, Suecia, y ha realizado amplios estudios de campo en el este de Liberia y sobre los refugiados marfileños allí.
En diálogo con IPS, explicó que los expatriados marfileños están esperando el resultado de las próximas elecciones presidenciales, previstas para 2015, antes de decidir si regresan o no a su país.
“Los refugiados creen que (el actual presidente Allassane) Ouattara perderá. Puede haber una reacción negativa si él gana”, advirtió.
El gobierno marfileño ha realizado un esfuerzo especial para estimular el regreso de sus compatriotas. Por ejemplo, envió delegaciones a los campamentos para asegurarles que serán bienvenidos en su país.
Esta política está dando algunos resultados. El expresidente Laurent Gbagbo retornó a Costa de Marfil, así como el exdirector de la Autoridad de Puertos, Marcel Gossio, y más de 1.300 excombatientes.
Gbagbo está acusado de crímenes contra la humanidad durante la crisis, y espera su juicio en la Corte Penal Internacional.
Para Käihkö, la situación continúa tensa y la posibilidad de que se reanude la violencia sigue siendo alta, pues todavía hay problemas sobre la propiedad de tierra en el oeste de Costa de Marfil que deben ser resueltos para garantizar un regreso seguro de los refugiados.
Los marfileños que emigraron a Liberia son en su mayoría originarios del oeste de Costa de Marfil, importante zona de producción de cacao. Pero muchos ocupaban sus tierras de hecho, sin poseer títulos, y si regresan podrían tener un conflicto con los nuevos ocupantes de la zona.
[related_articles]Según Käihkö, estos temas concernientes a la propiedad de la tierra son la razón fundamental por la cual muchos deciden permanecer en Liberia. Consideran que ya no tienen lugar al cual regresar.
Nigeria también afronta una gran inseguridad.
En los últimos meses, los ataques perpetrados por el grupo islamista Boko Haram en el norte del país obligaron a 1.500 personas a huir al sur de Níger, y más de 4.000 a Camerún.
Boko Haram atacó escuelas, hospitales y otras instituciones que considera proccidentales. Y mientras aumenta el número refugiados y desplazados, las operaciones para proveer asistencia a estos grupos se ven limitadas por la inseguridad.
En toda África occidental se producen secuestros y ataques a trabajadores humanitarios. El 8 de febrero, los islamistas de MUJWA atacaron un convoy de la Cruz Roja y secuestraron a cinco empleados malienses.
Frente a los ataques, las agencias humanitarias se ven obligadas a gastar más dinero en su seguridad, cuando esos fondos podrían ser usados para mejorar su atención.
“Tenemos que contar con escolta militar en esta región para proteger a la misión de posibles secuestros”, dijo a IPS el jefe de información de la oficina de Acnur en Burkina Faso, Mohammad Bah.
Ese país comparte frontera con Malí y, aunque la situación allí permanece relativamente estable, Acnur informó que “hay estrictas medidas de seguridad en las áreas rurales, particularmente en Dori y Djibo, que limitan el acceso de la oficina a las poblaciones que más le preocupan”.
Esto complica tanto las operaciones de ayuda como los esfuerzos de repatriación.
“Necesitamos el apoyo de la Minusma (Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí) para ayudar a los repatriados. Varias organizaciones no gubernamentales limitaron su presencia en esas áreas”, dijo a IPS el jefe de la oficina de Acnur en Malí, Olivier Beer.
En diciembre de 2012, pocas semanas antes de que las fuerzas francesas lanzaran una operación contra los islamistas en Malí, había al menos 500.000 refugiados y desplazados de ese país.
Ahora, mientras los esfuerzos de estabilización continúan y la Minusma asume progresivamente las operaciones, el número se redujo a 167.000 refugiados, fundamentalmente en campamentos aislados en Burkina Faso, Níger, Argelia y Mauritania, y a unos 200.000 desplazados dentro del territorio maliense.
Acnur todavía no recomienda el retorno. “Para un regreso organizado, hay ciertos criterios de protección que se deben cumplir, de forma de garantizar la seguridad y la dignidad”, explicó Beer.
La falta de viviendas, escuelas y un sistema de justicia eficiente, así como la inseguridad latente, han demorado el regreso de los refugiados.
Otro problema es la grave crisis de alimentos que sufre la región.
Más de 800.000 malienses, según la organización Oxfam, necesitan asistencia alimentaria, y la situación se agravará cuando se acaben las reservas y empiece la habitual temporada de carestía a mediados de mayo.
Los refugiados marfileños afrontan un problema similar. El jefe de la oficina de Acnur en Liberia, Jassim Diagne, advirtió que, si no se incrementaba la ayuda en los próximos dos meses, más de 52.000 marfileños morirán de inanición.