Si Corea del Norte se veía en los años 90 como una nación famélica que generaba un éxodo de hambrientos, el panorama debería ser aún más nefasto ahora, seis años después de que cesó la generosa ayuda de Corea del Sur. Pero no es así.
Esa nación de 24 millones de habitantes, la más cerrada del mundo y considerada una amenaza nuclear, parece haber sobrellevado bien los años.
Actualmente hay reportes de mejora en la situación económica. Mucha más gente se dedica al comercio. El régimen comunista, cuya conducción le tocó por herencia al treintañero líder supremo Kim Jong Eun tras la muerte de su padre en 2011, está atrayendo inversores extranjeros y turistas e introduciendo reformas. Pyongyang incluso ha flexibilizado su actitud hacia Seúl para retomar las conversaciones entre las dos partes.
Entre 1998 y 2007, el gobierno liberal surcoreano suministraba anualmente a Pyongyang unas 400.000 toneladas de arroz, grandes cantidades de leche en polvo y medicinas para bebés, así como cemento, equipos para la construcción y fertilizantes.
Los camiones cargados cruzaban la frontera hipercontrolada que separa a los dos países desde la Guerra de Corea (1950-1953).
Cada mes, miles de turistas surcoreanos visitaban el pintoresco monte Kumgang, en el Norte, lo que le reportaba millones de dólares a Pyongyang.
Pero los vínculos entre las dos Coreas casi se congelan tras la asunción de un gobierno conservador en el Sur en 2008.
En mayo de 2010, tras el hundimiento de un buque de guerra que Seúl atribuyó a Pyongyang, Corea del Sur interrumpió todo comercio y la mayoría de sus inversiones con su vecino y rival.
Gradualmente, Corea del Norte se fue quedando sin los alimentos y demás productos surcoreanos.
Al perder a Seúl como principal donante, Pyongyang se volvió más dependiente de China, su mayor benefactor y único aliado. Según la Asociación Internacional de Comercio de Corea, entre 2012 y 2013 el intercambio entre China y Corea del Norte aumentó 10 por ciento para colocarse en 6.540 millones de dólares.
Corea del Norte también se vio obligada a ser más autosuficiente.
Se han multiplicado los empresarios de “clase media” y entre ellos se cuentan unos 240.000 norcoreanos que poseen entre 50.000 y 100.000 dólares en bienes como apartamentos, según el periódico Chosun Ilbo, que se publica en Seúl.
“Estas nuevas capas medias son una indicación de que Pyongyang permite a los agricultores y a la gente común hacer negocios en el mercado. Antes, hacer negocios era algo impensable a menos que se demostrara lealtad al gobernante Partido Comunista”, dijo al diario un funcionario de Seúl no identificado.
Desertores norcoreanos en Corea del Sur explican que estas personas adineradas suelen ser exagricultores, comerciantes o diplomáticos.
Un reciente estudio de Media Research que analizó los casos de 200 desertores de Corea del Norte señala que por lo menos 80 por ciento de la gente común participa en el comercio local.
Los norcoreanos ya no dependen de las raciones del régimen, que en los últimos años se redujeron más de la mitad. Los llamados “apartamentos de la superclase” en la capital norcoreana se venden a unos 100.000 dólares cada uno.
Según el Programa Mundial de Alimentos, ahora hay menos norcoreanos necesitando comida. Su estudio 2013 señala que 46 por ciento de los consultados contaban con alimentos “adecuados”, en comparación con 26 por ciento de la encuesta de 2012.
[related_articles]Si algo indica toda esta situación es que la suspensión de la asistencia de Seúl creó dificultades solo a corto plazo para el Norte, pero a la larga ayudó a reformar la economía.
Al cesar los alimentos y la ayuda que venían del Sur, los trabajadores que se dedicaban a administrar esos suministros perdieron sus empleos y tuvieron que hallar otra ocupación. “Muchos de ellos se convirtieron en vendedores que van de un mercado a otro”, dijo Joo Sung-Ha, experto en temas de Corea del Norte radicado en Seúl.
Por otra parte, a medida que Estados Unidos incrementa su presión sobre China para que Corea del Norte renuncie a las armas nucleares, Pyongyang deberá buscar nuevas fuentes de financiamiento, según analistas.
Corea del Norte ya lanzó una serie de reformas. En junio de 2012 introdujo un sistema de “granjas familiares” por el cual cada establecimiento familiar debe entregar 30 por ciento de su cosecha al gobierno y puede comerciar el resto en forma privada.
El gobierno también anunció la construcción de 14 zonas francas, donde los inversores extranjeros podrán hacer negocios en condiciones preferenciales.
En enero se inauguró un nuevo centro de esquí en la occidental ciudad de Wonsan, donde turistas extranjeros pueden mezclarse con lugareños y beber cervezas europeas e incluso Coca-Cola.
Pyongyang también propuso la reanudación de las conversaciones con Seúl. Este mes, por primera vez desde 2007, funcionarios de alto nivel de los dos países se sentaron a debatir la reunificación de familias separadas desde la guerra.
Kim Jong Eun tiene motivos para emprender reformas. Gobierna una nación que se percibe como una amenaza nuclear para el mundo. Y si quiere reforzar su legitimidad, debe reducir la fuerte dependencia de China e intentar abrir la economía.
Pero, ¿acaso esas reformas pueden generar un cambio real?
Kim Jong Eun, quien sucedió a su padre Kim Jong Il y a su abuelo Kim Il Sung, es acusado de promover el culto a la personalidad para mantener a su familia en el poder. El año pasado mandó a ejecutar al número dos del régimen, su tío Jang Song Taek, por cargos de traición.
“Ahora Kim está aterrorizando a la nación al enviar a cientos de hombres del círculo de Jang a campos de concentración”, dijo Cho Myong-Chull, un legislador de Corea del Sur que fue profesor en la Universidad Kim Il Sung de Pyongyang.
Muchos norcoreanos dicen que su gobierno se preocupa más por sí mismo que por alimentar al pueblo. Alrededor de 90 por ciento de los encuestados por Media Research creen que hay una gran brecha entre ricos y pobres debido al surgimiento de una nueva clase acaudalada.
Las industrias se ven afectadas por la falta de electricidad.
Pero al mismo tiempo, más norcoreanos están empezando a conocer el mundo exterior. El estudio de Media Research sobre los disidentes concluyó que 70 por ciento de los encuestados habían visto telenovelas y escuchado canciones populares surcoreanas mientras vivían en el Norte.
Se estima que más de tres millones de norcoreanos poseen teléfonos celulares. La mayoría de los disidentes asentados en Corea del Sur hablan por este medio con los familiares que quedaron en su país.
En Corea del Sur viven más de 26.100 disidentes norcoreanos. Quienes escaparon en la década de 1990 lo hicieron por el hambre. Pero desde 2007 más y más personas van en busca de una vida mejor y de una educación de más calidad para sus hijos.
En los últimos años, Corea del Norte intentó el retorno de los disidentes más que su persecución. Y, de hecho, la emigración hacia el país vecino se redujo desde que Kim Jong Eun llegó al poder, según el Ministerio de Unificación de Corea del Sur.