Sabina Shey Nkabiy sonríe de oreja a oreja. Esta agricultora de la Región Noroccidental de Camerún hasta hace poco debía recorrer 10 kilómetros diarios para cultivar, pero en la actualidad cosecha los alimentos para su familia y para vender muy cerca de su vivienda.
“Ahora puedo alimentar adecuadamente a mis hijos. Y mi huerto está a menos de un kilómetro de aquí”, explica a IPS esta madre de seis hijos y residente en esta aldea de Nso.
Nkabiy es una de miles de mujeres que se han beneficiado del Proyecto de Sustitución de Eucaliptos, introducido en 2006 por la organización no gubernamental Servicios Humanitarios Estratégicos de Camerún (Shumas).
Según su coordinador, Stephen Ndzerem, se produjo una fiebre de plantar eucaliptos en los años 70, cuando se desplomaron los precios del café en el mercado mundial.
[pullquote]3[/pullquote]“Los hombres pasaron de inmediato a plantar eucaliptos porque eran árboles de rápido crecimiento y podían generar ingresos mediante la venta de madera y de postes eléctricos”, dice a IPS.
“Setenta por ciento de la tierra que las mujeres usaban para cultivar alimentos se perdió por el avance de las plantaciones de eucaliptos”.
Nkabiy es una de estas mujeres. “Mi esposo se quedó con el terreno que yo cultivaba (para plantar eucaliptos), y yo tuve que desplazarme 10 kilómetros hasta encontrar una nueva tierra apta para cultivar. Lo sufrí mucho. El hambre nos golpeó duro”, recuerda Nkabiy.
Las mujeres no solo perdieron sus tierras agrícolas. Suelos fértiles adyacentes a las plantaciones de eucaliptos se volvieron cada vez más áridos, a medida que estos árboles se tragaban el agua subterránea.
¿El resultado? Una crisis hídrica generalizada, reducciones en los rendimientos agrícolas en los años 80 y cañerías secas en muchas aldeas.
Nkabiy dice que, antes de que se plantaran los eucaliptos, ella ganaba unos 250 dólares con la venta de lo que cultivaba, y usaba el resto de la cosecha para alimentar a su familia. Pero al crecer los árboles, el rendimiento de la cosecha mermó.
Ndzerem explica a IPS que “el agua dejó de salir de más de 50 por ciento de los grifos de muchas localidades, porque la napa freática se había reducido”.
Mientras crecía, él vio a su padre esforzarse por contener el avance de estos árboles sedientos. “En otros tiempos esto fue un bosque de eucaliptos que ahora alberga una exuberante finca agrícola”, dice, señalando dos hectáreas cultivadas con frijoles.
El bosque de eucaliptos pertenecía al tío de Ndzerem. Junto a él estaban los cultivos alimentarios de su padre.
“Cada año veía a mi padre cavar zanjas en el límite con el bosque de eucaliptos, a fin de impedir que las raíces invadieran su tierra. Era un esfuerzo doloroso y agotador”, recuerda.
Aunque Ndzerem logró estudiar derecho en la Universidad de Yaoundé, la imagen de su padre transpirado en las zanjas continúa impulsándolo a actuar.
“Entendí que dedicarme a la abogacía podía ser gratificante, pero no dejaba de pensar en los sufrimientos cotidianos que soportaban mujeres y niños solo para esforzarse por poner comida sobre la mesa”, dice.
“Empecé con un proyecto de remoción de los eucaliptos, pero no funcionó porque la gente no entendía cómo alguien podía quitar árboles con fines ambientales. Así que lo cambié por un proyecto de reemplazo de eucaliptos”, explica.
Entonces Ndzerem se asoció con dos organizaciones no gubernamentales internacionales: Plant a Tree in Africa (Plante un Árbol en África) y Future in Our Hands (El Futuro en Nuestras Manos). En 2000 empezó efectivamente a reemplazar eucaliptos por otras especies autóctonas más amigables con el ambiente.
“Propuse más de 60 especies de árboles que podrían sustituir al eucalipto acertadamente”, dice. “La mayoría de ellas fijan el nitrógeno”, en un proceso que ayuda a fertilizar el suelo.
Entre ellas figuran la papaya (Carica papaya), el ciruelo africano (Prunus africana) y la guayaba (Psidium guajava).
Según Ndzerem, el trabajo se hizo en cooperación con las autoridades de las localidades de Jakiri, Kumbo, Ndu y Nkambe, donde se instalaron viveros, tomando por objetivos a áreas agrícolas y de captación de aguas.
[related_articles]Desde entonces se taló alrededor de un millón de eucaliptos, incluidas 24 hectáreas de bosques en la reserva del municipio de Taryap y en la cuenca de Nkambe.
Ahora los residentes rurales del noroeste camerunés tienen un estimulo significativo para sus ingresos. Nkabiy dice que a medida que los eucaliptos de su finca fueron reemplazados por plantas medicinales que fijan el nitrógeno, el rendimiento del terreno volvió a aumentar.
Ahora puede alimentar adecuadamente a su familia y le queda un excedente para vender y tener ingresos.
Su esposo, Amos Ndze, dice a IPS que las prácticas agroforestales son mucho más redituables.
“Mi esposa obtiene ahora mayores rendimientos con sus cultivos que los que obtenía yo cuando plantaba eucaliptos aquí, y estas plantas medicinales y árboles frutales me dan más dinero que el que me daban los eucaliptos. No podría haber imaginado esto hace 25 años, cuando planté el bosque de eucaliptos”, agrega.
Ibrahim Yufenyuy, cuarto vicealcalde del municipio de Kumbo y a cargo de los asuntos ambientales, considera que fue un proyecto muy importante, “porque permitió que las mujeres dejaran de recorrer largas distancias en búsqueda de tierras agrícolas. También mejoró los ingresos familiares y los estándares de vida”.
Para Stephen Ndzrem, “es un gran éxito”.
“Cuando uno recorre la zona ahora ve que se están restaurando cuencas, y ve concejos, asociaciones para el desarrollo de las aldeas e incluso individuos que intentan replicar el proyecto”, agrega.