EEUU reduce vigilancia y castigos en las escuelas

Estudiantes de secundaria de Estados Unidos durante una marcha por sus derechos. Crédito: The Leadership Conference

El gobierno de Estados Unidos estableció, finalmente, nuevas pautas para ereducir el exceso de medidas disciplinarias punitivas en el sistema educativo, que llevan a muchos estudiantes a la expulsión o a la cárcel por faltas de poca importancia.

Quienes critican los rigurosos enfoques disciplinarios advierten desde hace años que estos impactan directamente sobre el futuro de los estudiantes, y varios estudios sugieren un historial de conducta cada vez peor en el caso de quienes en un principio fueron sancionados por problemas relativamente menores.

Estas prácticas también repercuten más en los estudiantes procedentes de minorías étnicas o con discapacidad, por lo cual se las acusa de una parcialidad sistémica, según los estudios.

“Una infracción disciplinaria de rutina cometida en la escuela debe terminar con el alumno en la dirección, y no en la comisaría”, declaró el fiscal general Eric Holder, al anunciar las nuevas pautas el miércoles 8, junto con el secretario (ministro) de Educación, Arne Duncan.

Es la primera vez que el gobierno imparte una orientación de este tipo, en un esfuerzo conjunto de los Departamentos de Justicia y de Educación con activistas de la sociedad civil.

Organizaciones que luchan por los derechos civiles y contra la pobreza, así como entidades educativas, elogiaron la nueva guía, que anima a las escuelas a buscar soluciones locales para la disciplina, fija límites claros para la aplicación de la ley, y propone un papel más preponderante de consejeros y trabajadores de la salud mental.

También marca un punto de inflexión en la cultura de seguridad máxima que se instaló en los centros de enseñanza tras un atentado en la escuela superior de Colombine, en Colorado, en que murieron 15 personas en 1999.

«Después de ese incidente trágico hubo un desplazamiento hacia el enfoque de ‘tolerancia cero’ y una mayor presencia de la policía en las escuelas. Pero esa combinación era una receta para el desastre”, sostuvo Thena Robinson Mock, directora de proyectos de la campaña Acabemos con el Tubo de la Escuela a la Cárcel, de la organización activista Advancement Project, en entrevista con IPS.

«De repente, los actos disciplinarios de rutina comenzaron a darle pie a la intervención de la policía. Hasta el momento vimos a una enorme cantidad de jóvenes, sobre todo afrodescendientes, perjudicados tanto por la interacción con las fuerzas de la ley, como por la expulsión de la clase. Sabemos que si un niño no está en la escuela, seguramente camina hacia a la cárcel”, dijo.

Para Robinson Mock fue un “momento decisivo” que el gobierno federal reconociese que las políticas de tolerancia cero contribuyeron con lo que y ella y funcionarios federales denominan “una tubería directa de la escuela a la prisión”.

Desobediencia intencional

Según los datos oficiales más recientes, sobre desigualdades en los centros educativos de Estados Unidos, los afroestadounidenses constituyen alrededor del 15 por ciento de la población estudiantil, pero representan 35 por ciento de los alumnos suspendidos una vez y  44 por ciento de aquellos con dos suspensiones. Las personas con discapacidad también son suspendidas el doble que otros estudiantes.

Al lanzar las guías, las autoridades federales reconocieron esta situación.

“La discriminación racial en la disciplina escolar es un problema real hoy en día, y no sólo un problema de hace 40 o 50 años», subrayó el secretario Duncan.

«La necesidad de repensar y rediseñar las prácticas de disciplina escolar estaban pendientes hace mucho tiempo. Demasiadas escuelas recurren demasiado rápido a la disciplina de exclusión, aunque sea por fallas de conducta menores. La disciplina excluyente es tan común que, en algunos casos… se suspenden hasta a alumnos de tres y cuatro años”, señaló.

En Estados Unidos, los estudiantes de secundaria suspendidos o expulsados ​​crecieron en 40 por ciento los últimos 40 años. Actualmente, suman dos millones anuales.

Duncan añadió que alrededor de 95 por ciento de esas suspensiones se deben a faltas no violentas, como el retraso, la violación de códigos de vestimenta o porque se considera al alumno problemático.

En el principio, el enfoque de la tolerancia cero pretendía asegurar un ambiente de aprendizaje seguro, pero la generalización de las medidas disciplinarias derivó en consecuencias indeseadas.

“Los estudiantes suspendidos son menos propensos a graduarse a tiempo y tienen más probabilidades de repetir el año, abandonar la escuela o involucrarse en el sistema de justicia de menores”, señaló Duncan.

“Debemos rechazar cada día el tubo que conduce de la escuela a la prisión. En Texas, las suspensiones o expulsiones únicas por una falta discrecional que no incluía un arma casi triplicaron la probabilidad de que los alumnos se involucren en el sistema judicial para menores en el siguiente año escolar”.

Cambiar prioridades presupuestarias

Los elogios llueven sobre la reforma, pero algunos grupos educativos critican a las autoridades porque no liberan los fondos necesarios para aplicar en la práctica muchas de las ideas incluidas en las directrices federales.

Los presupuestos de enseñanza sufrieron varios recortes en los últimos años, y la contratación de más consejeros y trabajadores de salud mental tendría un alto costo, así como mantener al personal actual.

Como parte de la nueva iniciativa federal, el gobierno otorgará fondos para que más de 1.000 escuelas puedan capacitar a su personal para implementar estrategias que modifiquen el ambiente en las aulas. Pero aparte de esto, habrá poco dinero nuevo para aplicar las iniciativas.

«El gobierno federal hizo muchas sugerencias positivas, pero las políticas en el vacío, sin recursos ni apoyo reales, no van a tener éxito», advirtió Randi Weingarten en un comunicado la presidenta de la Federación Estadounidense de Maestros.

Sin embargo, Robinson Mock, de Advancement Project, opina que muchas de las recomendaciones formuladas por los Departamentos de Justicia y de Educación no tienen por qué ser excesivamente caras, sobre todo si el dinero se redistribuye en virtud de las nuevas prioridades.

“Si gastamos el dinero en medidas de seguridad que no han sido eficaces, como los detectores de metales, entonces tenemos la oportunidad para examinar el presupuesto y ver a dónde podemos reorientar los fondos”, propuso.

Pero otras voces exhortan al gobierno a tomar medidas adicionales para garantizar que las nuevas directrices se apliquen plenamente.

“Esta guía por sí sola no eliminará en nuestro país la crisis de deserción, ni las brechas en los logros por raza y clase social, ni el tubo de la escuela a la cárcel”, dijo Wade Henderson, presidente de la Leadership Conference on Civil and Human Rights, una alianza de 200 organizaciones de Estados Unidos.

“La verdadera prueba del compromiso del gobierno para solucionar estos problemas enquistados será su disposición a tomar medidas enérgicas e inmediatas para aplicar en los distritos escolares con los peores antecedentes”, agregó.

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