“Ningún petrolero atracará en este puerto hasta que Trípoli atienda nuestras demandas». Son las palabras de Younis, uno de los rebeldes que bloquean una de las mayores refinerías de gas y petróleo de Libia.
Gestionada por la empresa italiana ENI y el gobierno libio, la planta de gas y crudo de Mellitah, unos 100 kilómetros al oeste de Trípoli, lleva bloqueada desde el 26 de octubre, cuando un grupo de hombres armados tomó su puerto de atraque.
“Partimos de noche por mar desde Zuara», la ciudad anexa, detalla Younis a IPS. «Llevamos aquí desde entonces, organizándonos en turnos de 30 hombres», explica desde la tienda que sirve de centro de mando de este estratégico lugar.
“En 2011 los amazighs de Libia nos levantamos en masa contra un régimen que nos había tratado como a perros durante décadas. Dos años después seguimos sin obtener reconocimiento del nuevo gobierno libio», dice Younis antes de ayudar a descargar un bote con suministros.[pullquote]3[/pullquote]
También llamados bereberes, los amazighs son habitantes nativos del norte de África. Su población se extiende desde la costa atlántica de Marruecos hasta la orilla oeste del Nilo, en Egipto, y comparten una lengua común con las tribus tuareg del interior del desierto del Sahara.
La llegada de los árabes a la región en el siglo VII fue el inicio de un lento pero progresivo proceso de arabización que fue bruscamente acelerado durante las cuatro décadas en las que Muammar Gadafi (1969-2011) permaneció en el poder en Libia.
Se calcula que la cantidad de amazighs ronda los 600.000 en este país, aproximadamente 10 por ciento de la población.
“El gobierno no nos reconoce y nosotros tampoco reconocemos al gobierno», se lee en una de las múltiples pancartas desplegadas en la instalación. Muchas son trilingües: árabe, inglés y tamazight, una lengua que cuenta con un alfabeto propio.
“El objetivo principal de nuestra protesta es modificar el funcionamiento del comité encargado de redactar la Constitución, pues no tenemos ninguna oportunidad de conseguir nuestros derechos como pueblo a través del mismo», explica Ayub Sufian, otro de los rebeldes.
El joven se refiere al llamado Comité de los 60, por la cantidad de sus integrantes, que contempla seis miembros de las minorías.
“Dos para los amazighs, dos para los tuaregs y otros dos para los tubus (grupo del sur del país)», explica Sufian. “El problema es que se trata de un sistema basado en la mayoría de dos tercios más uno, es decir, 41. ¿Qué opción nos queda a quienes no nos consideramos árabes?», cuestiona.
«Queremos que el tamazight sea lengua oficial, así como poder tomar parte en decisiones clave que atañen al país», explica. La alternativa sería “un acuerdo basado en el consenso, y no en la mayoría», dice.
Si bien Sufian viste uniforme de camuflaje y lleva una pistola en la cintura, es uno de los integrantes del Consejo Supremo Amazigh, que engloba a todas las localidades bereberes de Libia.[related_articles]
La mayoría se encuentran en la cordillera de Nafusa, en el noroeste, mientras Zuara constituye un inesperado pero compacto enclave costero de esta minoría en una región llana y desértica en la frontera con Túnez.
La falta de un gobierno central efectivo ha llevado a una atomización del poder en los ámbitos regionales y tribales sobre los que Trípoli apenas ejerce influencia.
Los insurgentes del régimen de Gadafi se han reconvertido en milicias que gestionan puestos de control en sus zonas de origen y cuya lealtad recae en los consejos locales. Los amazighs que bloquean la refinería no son una excepción.
“Nuestras armas y uniformes, así como el resto de los suministros, llegan desde el consejo local de Zuara. Toda la ciudad está con nosotros», asegura orgulloso Sufían.
Los motivos de ese apoyo los desvela Fathi Buzajar, un reconocido activista amazigh que trabaja en el Centro Libio de Estudios Estratégicos y del Futuro.
«Hemos protestado pacíficamente, nos hemos reunido infinidad de veces con representantes de las Naciones Unidas, pero no ha servido de nada. La ocupación de Mellitah es un paso más allá», explica Buzajar a IPS desde su residencia en Trípoli.
“Nuestra región en las montañas de Nafusa fue determinante para tomar Trípoli (durante la rebelión contra Gadafi). Se nos usó para ello y ahora se nos margina bajo el pretexto de que seguimos una ‘agenda extranjera'», denuncia Buzajar, quien visitó recientemente el oleoducto de Jwidia, 250 kilómetros al suroeste de Trípoli, también bloqueado por los amazighs desde el 29 de septiembre.
En su última sesión, el martes 5, el parlamento libio renunció a abordar el tema como se había contemplado, pero lo cierto es que bloquear el gas y el crudo en Trípoli parece haberse convertido en una práctica habitual para presionar al gobierno, desde Bengasi, en el extremo noreste, hasta Ubari, en el suroeste, donde los tuaregs conducen una protesta similar.
Por el momento, las tripulaciones de los remolcadores que facilitan el atraque y carga de los buques en Mellitah matan el tiempo pescando en el puerto. Mientras tanto, protestas similares por todo el país han reducido la exportación total de crudo en 90 por ciento.
Trabajadores de la planta de Mellitah aseguran a IPS que, si bien permanece interrumpido el suministro de 160.000 barriles diarios de crudo, la refinería no ha sufrido ningún desperfecto ni su plantilla agresión ni amenaza alguna de los ocupantes. No obstante, los rebeldes aseguran estar dispuestos a dar nuevos pasos en su protesta.
“Hasta ahora solo hemos cortado el suministro de crudo, pero de no atenderse nuestras demandas estamos a dispuestos a hacer lo mismo con el de gas«, detalla a IPS un rebelde que responde al nombre de Anwar.
De ser así, las posibles víctimas colaterales del contencioso entre Trípoli y los amazighs podrían ser los italianos, que verían mermadas sus existencias de gas a las mismas puertas del invierno boreal.