Las sangrientas imágenes que desde las redes sociales acompañaron la llegada de yihadistas a Siria hace 18 meses están de regreso. Pero esta vez proceden de Egipto.
Fotografías en Facebook y Twitter muestran decenas de cadáveres en mortajas blancas, alineados en morgues, hospitales e incluso pasillos de mezquitas. Otras muestran cuerpos carbonizados, con los cerebros de las víctimas a la vista. La mayoría de las imágenes se acompañan de un reclamo: justicia.
“Nuestro autocontrol no se debe al temor, sino al respeto por la sangre humana y por la seguridad de nuestro país”, señala una publicación en una cuenta islamista en Facebook. “Si nos presionan demasiado y nos ponen contra la pared, nos defenderemos”.
Tres meses después del golpe de Estado que el 3 de julio derrocó al primer gobierno democráticamente elegido de Egipto, el de Mohammad Morsi, han muerto cientos de activistas, hay miles heridos y muchos más, principalmente islamistas, están presos sin cargos ni juicio. Los logros de escasos dos años y medio de libertad prácticamente se han borrado.
Amnistía Internacional estima que entre el 14 y el 18 de agosto fueron asesinadas 1.089 personas en la represión de las manifestaciones contra el golpe en las plazas de Rabaa y de Al Nahda en El Cairo.
Human Rights Watch considera que se trató de la matanza más grande en la historia moderna de Egipto.
Semanas más tarde, la ofensiva militar persiste y la cantidad de víctimas aumenta de manera constante, mientras se elevan reclamos de autodefensa entre los islamistas que son objeto de la represión.
[pullquote]3[/pullquote]La ideología de la violencia como única vía hacia el cambio, que profesa la red extremista Al Qaeda, había perdido vigor con las reformas pacíficas que la Primavera Árabe llevó a Egipto. Pero ahora está de regreso como opción, opinan observadores de movimientos políticos islámicos.
«Seguimos al pie de la letra las prescripciones democráticas de Occidente, pero apenas un musulmán llega al poder el mundo mira para otro lado. Nadie respeta realmente la democracia”, señala la página de Facebook de un islamista.
La urgencia de resistir la embestida se siente más intensamente entre los jóvenes. En discusiones privadas, muchos expresan frustración con sus dirigentes, especialmente de la Hermandad Musulmana, por predicar un cambio gradual en vez de “revolucionario”.
Para algunos activistas, el Consejo Consultivo (Shura), que gobierna a la Hermandad Musulmana, no es más que un grupo de derviches, místicos errantes ajenos a la realidad.
“El modelo de la revolución iraní quizás no sea tan malo”, dijo un activista que pidió no ser identificado.
La represión de los militares es tan indiscriminada que se ha vuelto un asunto personal y cotidiano para muchos jóvenes, especialmente los islamistas. Prácticamente no hay nadie a quien no le hayan matado, arrestado o torturado un padre, un hermano o una hermana desde el golpe, dijo el activista.
Si los jóvenes deciden tomar las armas, no serán dos o tres. Salah Sultan, importante dirigente de la Hermandad Musulmana, estimó antes de ser detenido esta semana que la organización tiene entre 800.000 y un millón de miembros activos, sin contar a sus familias y simpatizantes.
La presión sobre los islamistas para que tomen las armas también se ejerce desde el exterior.
El grupo armado somalí Al Shabab, al que la Hermandad Musulmana le había advertido que la violencia era contraproducente, encontró la oportunidad de tomarse revancha.
En agosto, Al Shabab se expresó en duros términos sobre la Hermandad Musulmana y la emplazó a condenar la democracia, mientras el mundo veía por televisión la matanza de civiles que se manifestaban contra el golpe en El Cairo.
«Con su insistencia en la democracia, ustedes están conduciendo a los musulmanes al exterminio”, decía Al Shabab.
La presión sobre la envejecida dirigencia de la Hermandad Musulmana fue tan intensa que Essam Erian, líder de la mayoría parlamentaria antes del golpe, debió emitir varios mensajes grabados urgiendo a continuar con las “protestas pacíficas”.
El 25 de septiembre, la Hermandad divulgó un comunicado insistiendo en la “resistencia pacífica”.
“Todos deberíamos resistir el golpe y la opresión pacíficamente y sin violencia, de un modo civilizado”, indicó la organización.
“Los dirigentes golpistas y los opresores quieren crear olas de violencia que puedan usar como fachada para sus prácticas policiales asesinas, en las que descollan”, añadió.
Los islamistas de más edad justifican su pacifismo alegando que se trata de advertencias religiosas contra el derramamiento de sangre.
[related_articles]Desde el punto de vista político, arremeter contra las Fuerzas Armadas, respaldadas y armadas por Estados Unidos, y contra las milicias progubernamentales arrastrará al país a una guerra civil que solo fortalecerá la hegemonía estadounidense e israelí, sostienen.
Difícilmente sirva de modelo la empobrecida y devastada Somalia, argumentan.
Para el experto en movimientos islámicos de Medio Oriente, Sami al Dalaal, «la democracia todavía es la principal opción para la mayoría de los islamistas».
“Hay un temor válido de que algunos puedan recurrir a la violencia, desesperanzados en la democracia como medio para un cambio significativo», dijo Al Dalaal a IPS.
Excluir a grupos políticos por la fuerza suele conducir a la violencia, agregó.
“Hay precedentes. Cuando los militares liquidaron la democracia en Argelia, para evitar entregar el poder a los islamistas, estos no tuvieron más opción que iniciar una revolución armada”, dijo.
Al Dalaal se refería a la sangrienta guerra civil que empezó en 1992 en Argelia cuando los militares anularon las elecciones, ante la evidencia del triunfo que tendrían partidos islamistas. Al menos 100.000 personas murieron en ese conflicto que concluyó en 2002.
Las protestas prodemocráticas en Siria también comenzaron pacíficamente, hasta que el presidente Bashar al Assad reaccionó con violencia y las imágenes de hechos sangrientos se volvieron virales en las redes sociales, iniciando otra guerra civil.
En Egipto, donde las Fuerzas Armadas no dan señales de abandonar el uso excesivo de la fuerza, que algunos jóvenes se decidan a tomar las armas para defenderse puede ser solo cuestión de tiempo.