El lapso transcurrido desde el derrocamiento de Mohammad Morsi en Egipto está pautado por acciones casi diarias contra personal de seguridad, especialmente en la tensa península del Sinaí. La identidad de los atacantes es un misterio.
“Los grupos armados en el Sinaí no reclutan a sus miembros entre familias ni tribus locales”, dijo a IPS el periodista Hatem al Bulk, radicado allí. “Suelen estar enmascarados, atacan a sus objetivos y desaparecen en las montañas”.
“La población local no tiene idea de quiénes son”, agregó.
El 7 de este mes, tres oficiales de policía fueron asesinados y decenas más heridos cuando un coche bomba explotó cerca de la sede de seguridad regional del sur del Sinaí.
Seis soldados murieron el mismo día por disparos desde un vehículo cerca del canal de Suez, mientras un lanzagranadas alcanzó a un gran transmisor satelital en el sur de El Cairo. Fue el primer atentado de este tipo perpetrado en la capital.
Esta violencia aparece en un escenario de polarización sin precedentes por el derrocamiento de Morsi el 3 de julio.[pullquote]3[/pullquote]
Un día antes de los ataques del lunes 7, más de 50 manifestantes favorables a Morsi fueran asesinados por fuerzas de seguridad en diferentes partes del país.
Tras un año en el poder, Morsi –primer jefe de Estado libremente elegido en Egipto– fue removido de la Presidencia y arrestado por las Fuerzas Armadas tras manifestaciones masivas en su contra.
Los nuevos gobernantes, apoyados por los militares, mantienen detenido al exmandatario en una ubicación no revelada.
Los opositores de Morsi dicen que su derrocamiento fue la “segunda revolución”, luego del levantamiento de enero de 2011 que puso fin a 30 años del mandato del presidente autocrático Hosni Mubarak.
En cambio, quienes apoyan a Morsi se refieren a un “golpe militar” contra un presidente democráticamente elegido.
En algo más de tres meses desde la caída de Morsi, hay manifestaciones diarias en todo el país, la gran mayoría pacíficas, reclamando que vuelva al poder. Sin embargo, también son cada vez más frecuentes los ataques contra agentes policiales y militares.
A mediados de agosto, 25 policías murieron en un solo ataque en el norte del Sinaí. El incidente tuvo lugar cinco días después de la masacre de cientos de manifestantes pacíficos en una sentada a favor de Morsi.
Hasta ahora, la violencia en el Sinaí ha estado confinada al nororiente de la península, cerca de las fronteras de Egipto con Israel y la franja de Gaza. El ataque del día 7 contra la dirección de seguridad fue el primero que se lleva a cabo en el sur.[related_articles]
Las Fuerzas Armadas se decidieron entonces a lanzar una operación en toda la península con el objetivo de erradicar la “insurgencia”. Los medios de comunicación estatales y privados promueven la campaña del ejército, retratándola como una “guerra contra el terrorismo” al estilo de Estados Unidos.
En las últimas semanas, las Fuerzas Armadas demolieron casas en el nororiente del Sinaí, argumentando que pertenecían a líderes de la insurgencia. También destruyeron casi por completo la red de túneles que conectaban Egipto con la sitiada franja de Gaza y mataron a decenas de “insurgentes y elementos criminales”.
Según portavoces del ejército, en la operación en curso murieron más de 100 efectivos.
Ninguna organización se atribuyó la responsabilidad de los ataques, con unas pocas excepciones recientes, como el del sur del Sinaí, reivindicado por la muy poco conocida organización Ansar Beit al-Maqdis, que opera en la península.
Las autoridades dicen que los atentados son obra de “terroristas” vinculados a la Hermandad Musulmana, la organización de Morsi.
Cientos de integrantes de la Hermandad de alto y mediano rango han sido detenidos por “incitar a la violencia”.
La Hermandad, por su parte, niega toda conexión con la violencia en el Sinaí, y dice que está comprometida con la protesta pacífica para restablecer la “legitimidad constitucional”.
Según el periodista Al Bulk, que trabaja en la ciudad de Al Arish, en el norte del Sinaí, los insurgentes no son más de 2.000 en total.
“No tienen una dirección unificada ni una denominación común”, dijo. Durante su gestión, Morsi había intentado «llegar a acuerdos» con algunos de estos grupos, agregó.
“A cambio de que no atacaran a las fuerzas de seguridad ni los gasoductos, les dieron relativa libertad de movimiento”, señaló.
Pero Al Bulk desestima las acusaciones de apoyo o financiacion de la Hermandad Musulmana. En cambio, no descarta que “por lo menos algunos de estos grupos estén controlados, o influenciados, por agencias de inteligencia extranjeras con intereses en el Sinaí”.
La península está habitada por tribus beduinas con una relación tradicionalmente difícil con el gobierno de Egipto. La última década de la era de Mubarak estuvo marcada por ataques ocasionales en la zona, también de “elementos no identificados”, a los que seguían siempre arrestos indiscriminados de miles de lugareños.
Seif Abdel-Fattah, profesor de ciencia política en la Universidad de El Cairo y exasistente de Morsi (renunció al puesto en noviembre de 2012), señaló que hay “varias partes” interesadas en una escalada de violencia en el Sinaí.
“Además de los grupos islamistas insurgentes, están aquellos a quienes les interesa mantener la histórica posición del Sinaí como ruta importante del contrabando de armas y drogas, sin mencionar a otros elementos delictivos”, dijo Abdel-Fattah a IPS.
Todas estas organizaciones están preparadas para usar la violencia y perpetrar ataques contra las fuerzas de seguridad “cuando se ajuste a sus propósitos”, agregó.
También Abdel-Fattah descarta vínculos directos entre la Hermandad Musulmana y los hechos de violencia en el Sinaí.
“Es un asunto de acción, reacción y contrareacción”, dijo. “Cada vez que las fuerzas de seguridad buscan asfixiar a estas organizaciones insurgentes en el Sinaí, ellas responden asestando un golpe”.
El 9 de este mes, un alto comandante del ejército y tres soldados sufrieron heridas en un ataque en el centro de la península. El mismo día hubo otros atentados.
Abdel-Fattah atribuye el caos del Sinaí al “vacío de seguridad regional” creado por los términos del acuerdo de paz de Camp David que Egipto firmó con Israel en 1978.
En el marco de ese tratado, Egipto no puede hacer ningún despliegue militar importante en el Sinaí sin previa autorización de Israel.
Por lo tanto, hasta la última operación (a la que el Estado judío dio su apoyo tácito), la península carecía de una efectiva presencia de fuerzas de seguridad.
En agosto, un aparente ataque de Israel con “drones” (aviones teledirigidos) en el norte del Sinaí alentó intensas especulaciones de una mayor coordinación de seguridad entre los dos países.
El acuerdo de “Camp David estipula cierto grado de cooperación de seguridad en el Sinaí”, dijo Al Bulk. “La coordinación se mantuvo bajo el gobierno de Mubarak, continuó durante el de Morsi y también ahora».