El rendimiento de la soja brasileña, rubro clave de las exportaciones, puede caer hasta 24 por ciento hacia 2050. También habrá merma de frijol, arroz, maíz, caña de azúcar, café y naranja.
Algunos de esos alimentos ya muestran pérdidas en las cosechas de este año. ¿Qué está pasando con el poderoso sector agropecuario de Brasil?
De acuerdo al primer informe exhaustivo sobre el cambio climático en este país sudamericano, la temperatura en su extenso territorio se puede elevar entre tres y seis grados hasta 2100, y las pérdidas agrícolas serán uno de sus efectos más notables.
No será «el fin del mundo», aciertan a decir algunos científicos consultados por IPS. Pero otros anticipan una crisis de seguridad alimentaria.[pullquote]3[/pullquote]
El capítulo sobre agricultura estima que hasta 2020, el sector sufrirá pérdidas en torno a los 3.100 millones de dólares por año.
«Si la temperatura continúa subiendo y bajando, como está ocurriendo, tendremos olas de calor y de frío muy fuertes y pérdida de productividad agrícola”, dijo a IPS el investigador Eduardo Assad, de la estatal Empresa Brasileña de Pesquisas Agropecuarias (Embrapa) y uno de los autores del informe.
Además de la soja, de la que Brasil es el primer exportador mundial, otros alimentos mencionados son fundamentales en la mesa brasileña. Por eso, «sin duda estamos hablando de seguridad alimentaria», dijo a IPS el coordinador del programa de cambios climáticos y energía del Fondo Mundial de la Naturaleza – Brasil (WWF-Brasil), Carlos Rittl, doctorado en ecología.
El informe es el primero de tres que publica el Panel Brasileño de Cambios Climáticos, un organismo que crearon en 2009 los ministerios de Ciencia y Tecnología y de Medio Ambiente.
Este volumen se centra en la base científica del recalentamiento global y reúne trabajos de 345 investigadores. Su publicación se hizo en el marco de la Primera Conferencia Nacional de Cambios Climáticos Globales, que se llevó a cabo desde el lunes 9 hasta este viernes 13 en la sureña ciudad de São Paulo. Los dos siguientes se publicarán en octubre y noviembre.
El calor, agravado por menos lluvias, podría reducir el caudal de los ríos y el suministro de agua subterránea, si no hubiera respuestas para bajar la emisión de gases de efecto invernadero, causantes del calentamiento.
“Ya estamos siendo afectados”, dijo Rittl. “Estamos sufriendo eventos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes, tempestades, inundaciones, lluvias intensas, a su vez asociadas a deslizamientos de tierra y otros accidentes como los que tuvimos en la región serrana de Río de Janeiro (en 2011) o sequías extremas como ahora en el Nordeste”, ejemplificó.
Estas sequías podrían extenderse por varios “años seguidos» y dejar «sin agua para la producción agrícola o para beber”, acelerando procesos de desertificación, agregó.
En la Amazonia, las lluvias podrían reducirse en 45 por ciento. La caída hídrica en este bioma donde se están construyendo muchas centrales hidroeléctricas, acarrearía riesgos para el suministro de energía.
En las pampas del sur y en el sudeste, las precipitaciones aumentarían en 40 por ciento, causando más inundaciones.
«En regiones muy pobres del Nordeste la producción de subsistencia sufrirá consecuencias severas, con una tendencia a un mayor empobrecimiento de su población y migración a los centros urbanos», apuntó Rittl.
La agricultura familiar es una fuente central de provisión de alimentos en este país. «En determinadas regiones no va a ser posible producir más cultivos», advirtió.
Assad, sin embargo, destaca que el informe no concluye que habrá más inseguridad alimentaria. Sí se debe anticipar un «posible cambio en la geografía agrícola».
Investigaciones de Embrapa y de la Universidad de Campinas muestran que las zonas cafeteras del sudeste ya no serán más aptas para ese cultivo tradicional de Brasil.
La Embrapa ya trabaja en el desarrollo de variedades de café más resistentes. También busca soluciones para adaptar la soja, el maíz y el sorgo, así como un frijol tolerante a temperaturas elevadas.
El informe no presenta novedades respecto de escenarios climáticos ya trazados para Brasil, pero sí sistematiza los conocimientos existentes y expone cuáles son las lagunas de conocimiento en cada caso. Por eso es una hoja de ruta para las investigaciones futuras.
En 2009, Brasil se comprometió a reducir sus emisiones de gases invernadero entre 36,1 por ciento y 38,9 por ciento, según dos escenarios de crecimiento del producto interno bruto.
El gobierno asevera que ya avanzó en 62 por ciento hacia esa meta, gracias a la marcada reducción del ritmo de la deforestación.
Pero, si bien hubo logros en esa área y en la elaboración del Plan de Agricultura de Bajo Carbono (ABC), el cambio climático “no es un tema prioritario para el gobierno” de Dilma Rousseff, dijo Rittl.
El ecólogo comparó la inversión destinada al ABC entre 2011 y 2012, de 1.560 millones de dólares, con los casi 50.000 millones de dólares de estímulos para la gran agricultura que dispuso el gobierno.
«La gran inversión sigue en la agricultura tradicional que continúa las emisiones» contaminantes, subrayó.
La agricultura y la energía «representan juntas 90 por ciento o más de las emisiones» de Brasil, dijo el experto.
Assad mencionó acciones en marcha como sistemas integrados de agricultura, pecuaria y silvicultura, recuperación de pastizales degradados, mayor uso de la siembra directa (sin laboreo) y de fijación biológica de nitrógeno. “Estamos implementando sistemas que, en vez de emitir más, secuestran carbono”, explicó.
El objetivo es llegar a 2020 con 20 millones de hectáreas cultivadas bajo esos métodos. «Si mantenemos el monocultivo, tendremos problemas», pues con más lluvia y humedad «habrá más plagas y enfermedades», alertó.
La expansión de uno de esos monocultivos, la soja, es una de las causas de la degradación de suelos y la deforestación.
«Los grandes sectores agrícolas que antes creían que el cambio climático no era importante, ahora perciben que también son vulnerables y son nuestros aliados», enfatizó Assad.
Pero esos planes son insuficientes si no se integran las acciones de los diferentes ministerios, que «no tienen comunicación entre sí», remarcó Rittl. «Tenemos que prepararnos mucho más para las consecuencias que vamos a enfrentar en cualquier escenario».