Sobre un lienzo, unas siluetas negras y rojas acechan a unos niños a punto de ser masacrados. Zuhair Hassib, uno de los pintores más reconocidos de Medio Oriente, está convencido de que la belleza es el mejor instrumento para transmitir el dolor.
Parte de la obra de Hassib se puede visitar desde el 20 de junio en la principal galería de arte de Suleymania, una comunidad ubicada 260 kilómetros al noreste de Bagdad. Son una veintena de cuadros en los que la mujer y una “sinfonía de ocho colores puros” parecen ser dos de los hilos conductores. Pero una de las obras se desmarca.
“Corrí al estudio a pintarlo cuando vi las imágenes del terrible asedio de Homs (140 kilómetros al norte de Damasco). No podía dejar de llorar pensando en aquellos niños y niñas mientras emborronaba el lienzo en rojo”, recuerda el artista kurdo junto a la que es ya una de sus obras más emblemáticas, “Niños de Houla”.
El 25 de mayo de 2012, más de un centenar de civiles fueron asesinados en el distrito de mayoría sunita de Houla, al norte de Homs.
[pullquote]3[/pullquote]Investigadores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) certificaron que, si bien una pequeña proporción de los cadáveres mostraban signos de haber muerto por la artillería y los constantes bombardeos, la mayoría de ellos habían sido capturados, maniatados y degollados por milicias leales al presidente de Siria, Bashar al Assad.
Entre los muertos se confirmó que había 49 niños y niñas. Hassib trabaja para que su recuerdo sobreviva a las generaciones venideras.
“No soy ni periodista ni documentalista, por lo que esta es mi manera de reivindicar la memoria de estos niños inocentes”, apunta el artista. La belleza, añade, “nos ayuda a ser capaces de afrontar el sufrimiento y poder digerirlo”.
Hassib ilustra su idea con un conocido precedente. “(Pablo) Picasso pintó su ‘Guernica’ en blanco y negro y no aparece un solo avión, pero su obra plasmará fielmente el horror de la guerra durante los siglos venideros”, señala el artista en referencia a su afamadísimo colega español (1881-1973).
Por el momento, más de dos años de guerra civil en Siria se han cobrado la vida de 100.000 personas, según cifras aportadas en julio por Ban Ki-moon, secretario general de la ONU.
Llenando el vacío
Si “Niños de Houla” da fe de uno de los episodios más dramáticos de la guerra civil siria, el resto de su obra aporta claves sobre el origen del autor y su posterior evolución.
Estampas tradicionales del mundo rural sirio se funden en imágenes oníricas y surrealistas; pavos reales, peces y flores son arrastrados por un torbellino de color que contrasta con el rostro sereno e imperturbable de la mujer kurda, casi siempre presente en su obra.
“Nací en 1960 en Hassaka (600 kilómetros al noreste de Damasco), en el seno de una familia campesina kurda. Ni siquiera poseíamos tierras pero, cuando cumplí los dos años, el gobierno sirio nos despojó de lo poco que teníamos: nuestro pasaporte”, relata Hassib.
Tras el golpe de Estado de 1963, el Partido Baaz (del Renacimiento Árabe y Socialista) puso en marcha una agresiva campaña de asimilación sobre los kurdos de Siria, la principal minoría del país, con alrededor de cuatro millones de miembros.
Se prohibió tanto el uso de su lengua como el de cualquier manifestación cultural, se expropiaron tierras para reasentar a familias árabes y se privó a cientos de miles de kurdos de documentación. A esta casta de indocumentados, de “parias entre los parias”, se les conoce como “maktum”, que quiere decir “nada” en lengua árabe.
“En 1981 llegué a Damasco para cursar estudios superiores. Ver la ciudad por primera vez me causó una profunda impresión. Mis imágenes hasta entonces estaban relacionadas con mi aldea natal, la cual idealizaba aún más debido a la distancia”, recuerda Hassib, quien se graduó con honores en la Escuela de Bellas Artes en 1985. En cualquier caso, su carrera distaba aún mucho de estar encauzada.
“Yo quería ser profesor, pero como era kurdo, el régimen no me permitía continuar con mis estudios, ni siquiera podía alojarme en un hotel al no tener pasaporte”, agrega.
“Hafez el Assad (padre del mandatario sirio actual) quería que todos los kurdos fuéramos limpiabotas o friegaplatos. Muy pocos en Siria cursan estudios superiores”, apunta.
Hassib se refugió en el arte y su obra comenzó poco a poco a ser conocida tanto dentro como fuera de Siria. Dada su condición de artista, su vida transcurría tiempo atrás “algo mejor que la de la mayoría de los kurdos del país”. Pero la guerra también acabó llamando a la puerta de su galería en Damasco.
[related_articles]“Estamos atrapados entre un gobierno que ha sido siempre beligerante con nosotros y aquellos que pretenden matarnos en el nombre de Dios”, espeta Hassib, sin ocultar su angustia.
Desde el comienzo de la revuelta en marzo de 2011, los kurdos de Siria han optado por una “tercera” vía, ni con Assad ni con la oposición árabe.
En julio de 2012 consiguieron hacerse del control de las zonas donde habitan, al norte y noroeste del país. Sin embargo, su neutralidad original pasa por constantes enfrentamientos con ambos bandos. Los más encarnizados se vienen librando desde mediados del pasado julio, con grupos afines a al Qaeda supuestamente apoyados por Turquía.
“Los kurdos de Siria, y en realidad de todo Medio Oriente, llevamos un siglo luchando por nuestra mera supervivencia. Mi arte habla de paz, pero lo cierto es que toda la región sigue sin poder despertarse de una pesadilla”, lamenta el artista.
Como la mayoría de los sirios, Hassib no se atreve a lanzar un pronóstico sobre el desenlace del sangriento conflicto sirio. Sin embargo, parece tener pistas para el futuro a largo plazo
“Lenin y Stalin acumularon mucho poder durante unos años, pero ya nadie se acuerda de ellos. Tolstoi y Pushkin, esos son los rusos que recordaremos siempre porque había arte en ellos. Las ideas mueren pero siempre sobrevive el hombre que busca la belleza de la justicia”.