Mientras el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y su par de Afganistán, Hamid Karzai, se esfuerzan por lograr un proceso de paz con vistas al retiro de las tropas de la OTAN de este país, la sociedad civil teme que el Talibán aproveche el repliegue para hacerse con el poder.
La OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) entregó el control a las fuerzas de seguridad de Afganistán, con 350.000 efectivos, el 18 de junio, lo que marcó el fin de 12 años de presencia militar internacional en territorio afgano, iniciada con la invasión encabezada por Estados Unidos en 2001. Sin embargo, las dudas permanecen, puesto que no cesan los ataques de la insurgencia.
Aun antes del fin de la ceremonia de transferencia de mando, explotó un coche bomba cerca de la Comisión Independiente de Derechos Humanos, en el oeste de Kabul. El atentado dejó tres personas muertas y 20 heridas.
El movimiento islamista Talibán se apresuró a asumir la responsabilidad del acto, lo que motivó el profundo malestar de activistas y población civil, en general, que siguen de cerca las conversaciones de paz y la posible inclusión de representantes del Talibán en el gobierno luego de 2014.
La nueva oficina del movimiento en Qatar, al parecer, sugiere que el Talibán ya tiene planes para el país y se coloca en un lugar central como futuro negociador y representante nacional. Pero los 35 millones de personas que vivieron durante años bajo su yugo no están tan convencidas.
En esta ciudad de Jalalabad, capital de la oriental provincia de Nangarhar, donde se cruzan los ríos Kabul y Kunar, no lejos de la frontera con Pakistán, nadie se preocupa por bajar la voz para expresar su escepticismo sobre las actuales negociaciones o para criticar la falta de transparencia respecto de los futuros planes de paz, nada de lo cual es de público conocimiento.
Esta ciudad se endureció tras años de guerra y todavía sufre el impacto del ataque del 29 de mayo contra las oficinas del Comité Internacional de la Cruz Roja, que dejó un guardia muerto y tres integrantes heridos. También fue un duro recordatorio de que la paz no está a la vuelta de la esquina.
El artista Hambullah Arbab, coordinador regional de la Asociación Jóvenes en Acción, dijo a IPS que el proceso de paz fracasa por suposiciones y métodos equivocados.
Los conflictos en Afganistán se resuelven tradicionalmente a través del “jirga” o “shura” (concejos locales), explicó. La idea es que se necesitan terceras partes para arbitrar cualquier disputa entre dos bandos enfrentados.
En el actual proceso de paz, sin embargo, se asignó ese papel al Alto Consejo de Paz, que el Talibán considera “ilegítimo”, pues lo creó Karzai en 2010 y lo lidera el expresidente Burhanuddin Rabbani, quien dirige al Jamiat-e-Islami, un partido con una larga historia de enfrentamientos con el movimiento islamista.
A algunas personas les preocupa que la organización armada, acostumbrada a la violencia, la coerción y las prácticas terroristas, no sea capaz de entregarse a un proceso democrático o a la voluntad de los 35 millones de habitantes.
“Quien quiera honestamente la paz puede integrar el gobierno”, dijo Ezatullah Zawab, fundador y editor jefe de la revista cultural quincenal Meena, en entrevista con IPS.
La sociedad civil está abierta a recibir al Talibán a condición de que sus miembros respeten su palabra de recurrir a métodos pacíficos para lograr sus objetivos, añadió.[related_articles]
Desde fines de abril, Karzai invitó varias veces a los dirigentes del Talibán a participar en las próximas elecciones presidenciales, previstas para el 15 de abril de 2014. Será una prueba para la opinión pública y permitirá que el pueblo afgano, no las fuerzas extranjeras ni las organizaciones armadas, definan el futuro del país.
Mohammad Anwar Sultani, exprofesor de la Universidad de Nangarhar y respetado anciano de Jalalabad, cree que si el Talibán presentara candidatos, pocos afganos querrían votarlos.
“El Talibán ya tuvo una oportunidad para gobernar el país y fracasó”, indicó, refiriéndose al período entre 1996 y 2001, cuando bajo la bandera del Emirato Islámico de Afganistán, el movimiento islamista ejerció un control total desde su sede en la sureña ciudad de Kandahar y en Kabul.
Tras llegar al poder por enfrentamientos entre grupos de muyahedines rivales y olas de violaciones brutales en todo el país, el Talibán, de mayoría pashtún, se consideró a sí mismo salvador del pueblo afgano y garante de la seguridad.
“Estábamos convencidos de que eran la paloma de la paz”, dijo Sultani a IPS. Pero no fue hasta que él y muchos otros fueron testigos de su brutal régimen coercitivo que se dieron cuenta de que los habían engañado y dudaron de ellos.
No es el único, hay un gran recelo, así como una gran confusión sobre quién es exactamente el Talibán y qué lo constituye.
El jefe en Jalalabad del Centro de Desarrollo de la Sociedad Civil, Asadullah Larawi, está convencido de que el país debe rechazar “elementos extranjeros”, refiriéndose a las acusaciones de que el Talibán afgano tiene respaldo y recibe órdenes del servicio de inteligencia de Pakistán.
Pero está totalmente a favor de la idea del diálogo con el Talibán de Afganistán si están dispuestos a aceptar logros de la pasada década como “libertad de expresión y de prensa, derechos humanos y femeninos”, explicitó.
“El hecho es que quieren todo el poder para ellos”, dijo Larawi a IPS. “Y no podemos aceptarlo”, acotó.
La Constitución del país también ofrece un punto medio entre el continuo militarismo y el poder político totalmente en manos del Talibán.
El debate está que arde en varias ciudades de Afganistán, aunque Estados Unidos no debería considerarse todavía fuera de la línea de fuego.
“Si los estadounidenses quisieran realmente la paz, encontrarían fácilmente la forma de alcanzarla”, opinó Baz Mohammad Abid, periodista de Radio Mashaal, emisora local de Radio Europa Libre.
“El hecho es que tienen distintos objetivos en mente: quieren mantener una prolongada presencia en Asia central para frenar el crecimiento económico y político de China”, explicó.
Resulta trágico que la guerra de Afganistán “no sea nuestra guerra, sino la de extranjeros”, observó, pero las consecuencias de un proceso de paz ineficaz las pagarán los afganos.
La cantidad de civiles muertos y heridos aumentó 24 por ciento en la primera mitad de 2013, respecto de igual período del año anterior, según Ján Kubiš, representante especial del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas para Afganistán.