Francisco encuentra un Brasil disgustado y en desorden

Unos tres millones de jóvenes participaron la vigilia de oración junto al papa Francisco este sábado 27 de julio en la playa de Copacabana. Crédito: Jornada Mundial de la Juventud

El primer viaje del papa Francisco, al país con la mayor grey católica del mundo, enfrentó contratiempos, desorganización y falta de infraestructura para un acontecimiento que reunió a medio millón de peregrinos en la ciudad brasileña de Río de Janeiro.

El papa asistió a la Jornada Mundial de la Juventud, que se desarrolla entre el lunes 22 y este domingo 28 en Río, que acogió la mayor parte de los actos religiosos en sitios como el Cristo Redentor, la Catedral Metropolitana y un parque de la playa Copacabana, escenario de las misas de inauguración y de Vía Crucis.

El exrector de la Pontificia Universidad Católica, el jesuita Jesús Hortal, admitió a IPS que durante la preparación de la Jornada, ya había advertido que la logística sería «un gran problema».

«No estamos preparados en infraestructura. No tenemos líneas rápidas, (suficientes) aeropuertos ni facilidades de transporte, y el metro es un chiste», comentó Hortal, quien conoce al papa argentino, Jorge Mario Bergoglio, de cuando era arzobispo de Buenos Aires.

Circular por la ciudad fue muy difícil para decenas de miles de visitantes de todo el mundo que pasaron horas amontonados en las estaciones de metro para dirigirse a Copacabana.[related_articles]

El cierre de las calles del famoso barrio carioca impidió la circulación de autobuses, obligando a los fieles a caminar largos trayectos o a padecer los cortes de electricidad que interrumpieron el funcionamiento del metro, único medio de transporte para llegar al escenario principal de las celebraciones católicas.

Cada día se formaban largas filas de gente esperando para tomar el metro, que desbordaban las estaciones y atravesaban las avenidas de Copacabana.

«¿Usted es periodista? Entonces informe de esto, es un absurdo; en ningún lugar del mundo el metro es tan malo», comentó molesto un peregrino brasileño.

La semana de la Jornada de la Juventud no fue solo dura para los creyentes, que debieron hacer frente inclusive a un clima frío y lluvioso, infrecuente en esta ciudad tropical.

También Francisco fue tomado por sorpresa.

Cuando llegó a Río, el convoy en el que se trasladaba quedó atrapado en un largo congestionamiento de autobuses en una de las avenidas principales. Rápidamente se propaló la noticia de que el papa estaba atrapado en un embotellamiento, y decenas de miles de fieles quisieron acercarse a su vehículo para verlo.[pullquote]3[/pullquote]

El primer papa latinoamericano de la historia católica desembarcó en un Brasil que lleva semanas sacudido por la agitación social. Multitudinarias manifestaciones juveniles se desarrollan en decenas de ciudades desde inicios de junio, en reclamo de cambios políticos y sociales.

Fue una suerte que el papa llegara en este momento, evaluó para IPS el sociólogo Ivo Lesbaupin, de la Universidad Federal de Río de Janeiro.

«Esas manifestaciones pusieron dos millones de personas en las calles, jóvenes reclamando sus derechos, exigiendo cambios, reaccionando contra una política ejercida apenas por el poder representativo y separada del resto de la sociedad», analizó.

Durante la visita de Francisco, que dejará el país este domingo, se produjeron tres protestas. La primera reunió a varios cientos de personas el lunes 22 frente al palacio Guanabara, sede del gobierno estadual, donde la presidenta Dilma Rousseff, sus ministros y centenas de políticos y jerarcas religiosos daban la bienvenida al papa.

Afuera del palacio, la policía aisló y reprimió a los manifestantes. Seis resultaron heridos y tres fueron detenidos.

El viernes 26, otra protesta se hizo visible cerca de la avenida marítima de Copacabana, donde se desarrollaba el Vía Crucis. Los manifestantes denunciaron que la visita papal y la Jornada costaron 53 millones de dólares. La policía los dispersó con vehículos lanzagua y gases lacrimógenos.

«Se preveía que las protestas no iban a terminar abruptamente y, con la presencia del papa y de una multitud de medios, era muy factible que se organizaran algunas», comentó Lesbaupin.

El sacerdote Hortal reconoció haberse inquietado cuando la gente empezó a aglomerarse frente al palacio de gobierno, en la primera noche de Francisco en Río.

«Eran los llamados ‘indignados’ con la política brasileña. La cuestión principal es la corrupción, los políticos no están una situación muy buena. La gente estaba allí para protestar contra el gobernador, pero algunos también podían protestar contra el papa, y había varios violentos», comentó.

El sacerdote temía actos violentos que interrumpieran las celebraciones religiosas.

Para Lesbaupin la gente esperaba del papa una palabra de apoyo.

«Él dio señales de respaldo a la reivindicación juvenil, lo vimos subliminalmente. Al dirigirse a los políticos, transmitió una confianza en la juventud como una ventana al futuro», comentó el sociólogo a IPS.

En las homilías y en los discursos que pronunció en la favela (barrio marginado) de Manguinhos y en un hospital para el tratamiento de adictos a las drogas, Francisco puso énfasis en las ideas de fraternidad, colectividad y justicia social.

El papa llamó a los jóvenes a luchar contra la injusticia y a «nunca desanimarse» ante la corrupción. En referencia a la política local de pacificación de las favelas, aseveró que solo será posible cuando exista un esfuerzo para integrar las periferias.

El peregrino Lauro Condiran, de 30 años y procedente de Brasilia, esperaba que Francisco lograra reunir a los gobernantes y oír al pueblo.

«La población quiere salud, seguridad y educación. El papa no va a permanecer neutral ante esta situación», dijo a IPS.

Hortal recordó que, por su dimensión internacional, la Jornada Mundial de la Juventud varias veces ha atestiguado manifestaciones, como en Alemania en 2005, en Australia en 2008 y en España en 2011.

«Hay grupos que protestan contra el gobierno. Eso pasó del mismo modo que en Madrid, en Colonia y en Sydney. Siempre hay gente que expresa sus problemas», subrayó el jesuita.

Mientras la agitación social crece en Brasil, el catolicismo vive un proceso de pérdida de fieles, muchos de los cuales migran a iglesias evangélicas.

De acuerdo al último censo realizado en 2010 por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, en una población que sumaba ese año 190 millones de habitantes, se declaraban católicos 64,6 por ciento, casi 123 millones de personas. Pero en 1970, esa proporción era de 91,8 por ciento.

Los evangélicos, a su vez, pasaron de 5,2 por ciento en 1970, a 22,2 por ciento en 2010, totalizando 42,3 millones.

El estado de Río de Janeiro es el de menor religiosidad. Menos de la mitad de su población se declaró católica, y más de 15 por ciento manifestó no tener religión.

En opinión de Lesbaupin, el papa no parece estar muy preocupado por atraer nuevos fieles.

«La pérdida de católicos se relaciona con la postura conservadora de la Iglesia en las últimas décadas y con la escasa apertura hacia los jóvenes. Pero la simple presencia de Francisco, alegre y cautivante, tendrá efectos», comentó el sociólogo.

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