En plena carretera sin pavimentar, entre la población de Orocué y la reserva privada Wisirare, en el oriental departamento colombiano de Casanare, la bióloga Juliana Cárdenas hace parar el bus y toma una muestra de un tipo de pasto denominado rabo de zorro, que crece a la orilla de la vía.
«Quisiera confirmar si esta poácea (planta herbácea), que son los pastos, es una especie introducida. Y si lo es, posiblemente es invasora, porque la hemos visto en todo el borde de la carretera», comentó a IPS.
«Si es una especie nativa, entonces simplemente es la especie más abundante en esta comunidad de la sabana», dijo.
En 2012, IPS observó plantas iguales en una reserva natural del venezolano estado de Táchira. «En ese caso sería una especie de amplia distribución, que comparten los dos países. O, es una especie invasora que está también en Venezuela», respondió la bióloga.
La joven es investigadora en especies invasoras en el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt , entidad mixta dedicada a la biodiversidad y parte del Sistema Nacional Ambiental, vinculado al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.
El diálogo se produjo en una de las jornadas de la Travesía Humboldt por el río Meta, cuya primera fase se realizó entre los días 14 y este jueves 20.
El recorrido incluyó parte de los departamentos del Meta y Casanare, donde queda Orocué, y es el primero de un mosaico de viajes este mismo año y el siguiente, que son «parte formal del proceso de ordenamiento de la cuenca del Orinoco», señaló Brigitte Baptiste, directora del Instituto Humboldt, al dar la bienvenida a la Travesía en que participó IPS.
La Orinoquia da nombre al valle del Orinoco, el tercer río más caudaloso del mundo detrás del Amazonas y el Congo, con 2.140 kilómetros de largo y una cuenca que abarca 991.587 kilómetros cuadrados, 35 por ciento en Colombia y el resto en Venezuela.
La Orinoquia colombiana, a la que se conoce también como Llanos Orientales, abarca 301.443 kilómetros cuadrados, equivalentes a 30,4 por ciento del territorio continental del país.
El río Meta, con 804 kilómetros de largo y una cuenca de 93.800 kilómetros cuadrados, es afluente colombiano del Orinoco, que nace en el sureño estado venezolano de Amazonas y hace después de frontera natural con Colombia, antes de atravesar horizontalmente el país vecino y desembocar en el océano Atlántico.
La primera fase de la Travesía partió del pujante y caótico Puerto Gaitán, en el departamento del Meta. Es una ciudad petrolera sobre el río Manacacías, a ocho kilómetros de su desembocadura en el río Meta y 105 kilómetros en lancha río arriba de Orocué.
Su propósito principal es documentar el estado actual de la Orinoquia colombiana y eso hace Cárdenas dentro de su disciplina. “No siempre es tan evidente que haya una invasión biológica. No siempre se percibe como tal», indicó.
«Por principio de precaución», dijo, «se toman muestras de muchas plantas que son introducidas y que están catalogadas ya por otros países como especies altamente invasoras». Lo que más colecta son pastos.
Cárdenas tomó fotos de los ejemplares recolectados, mientras su colega Lina Vásquez ubicaba mediante GPS (sistema satelital de posicionamiento global) la referencia sobre el punto geográfico donde se ubicaba en ese momento la expedición, dentro de un tramo de 17 kilómetros.
Luego colocaban las muestras entre papel periódico, con alcohol, para preservarlas. Tras el retorno a Bogotá queda su secado en un horno especial, para después clasificarlas.
«Usualmente no encontramos las muestras con flor, y eso dificulta más su determinación taxonómica», señaló Cárdenas, «por eso solemos recurrir a algún especialista en esta familia, porque las poáceas son un grupo muy amplio».
Para descartar, explicó, se consulta el listado de especies nativas de la región.
«Las especies invasoras aparecen habitualmente en los espacios transformados o degradados, como por ejemplo los bordes de la carretera o los rastrojos. Los vehículos y las personas somos vectores, es decir, somos los agentes hospederos de las invasoras. Uno muchas veces lleva las semillas en el pantalón», añadió.
Las plantas así introducidas empiezan su proceso de establecimiento y, posteriormente, pueden volverse especie invasoras.
Las invasoras son capaces de colonizar, sin asistencia humana directa, un área en hábitats naturales o seminaturales. Su establecimiento y expansión entraña un riesgo ambiental o económico en ecosistemas, hábitats o especies.
Mundialmente se considera la introducción y trasplante de especies la segunda causa directa de pérdida de biodiversidad, después de la transformación y fragmentación de hábitats.
En Colombia, el tercer factor es la sobreexplotación de recursos biológicos, el cuarto la contaminación y, el quinto el cambio climático global, según el Ministerio de Ambiente.
Las causas indirectas son la expansión de la frontera agrícola, el desconocimiento del potencial estratégico de la biodiversidad y los cultivos de droga ilícita, según la misma fuente.
El asunto es que las invasoras desplazan a las especies nativas, lo que «cambia toda la estructura original de los ecosistemas», anotó Cárdenas.
Esto tiene, entre otros, «un impacto social y cultural, porque cambian las especies de las cuales vivían en un principio las poblaciones», agregó.
En la biodiversa y multicultural Orinoquia colombiana, con décadas de tradición ganadera que paulatinamente es reemplazada por monocultivos agroindustriales y extracción petrolera, la principal invasión biológica se produjo por la introducción de pastos, que desplazaron las especie nativas.
Pero le han seguido otras, como la palma africana, que ya está catalogada en otros países como especie invasora.
Colombia es el primer productor continental de aceite de palma y el quinto del planeta. Orinoquia aporta 30 por ciento de la producción.
En 2012, el Plan Nacional para la Prevención, el Control y Manejo de las Especies Introducidas, Transplantadas e Invasoras del Ministerio de Ambiente documentó 298 especies de fauna y flora introducidas y trasplantadas, y 43 especies de flora con alto riesgo de invasión.
Para el director del Grupo de Restauración Ecológica del Departamento de Biología de la pública Universidad Nacional, Orlando Vargas, este es un listado «muy parcial» porque, a excepción de la Amazonia, «no hay investigación por regiones».
Además, aseguró a IPS que en Colombia existe la tendencia a recomenzar siempre «de cero».
El experto consideró que el rabo de zorro (Andropogon bicornis) “es la más grave invasora de toda la Orinoquia. Es una gramínea que aguanta pastoreo, quema, inundación y época seca».
«Aunque esa especie es originaria de América, se ha expandido mucho y está invadiendo muchas áreas que no son inundables y potreros en casi todo el país. Pero esas son cosas que todavía no están escritas», lamentó.