Una casa de vecindad de seis pisos, hecha de ladrillos, más la iglesia melquita St. George y una vivienda comunitaria muy necesitada de reparaciones son prácticamente todo lo que queda de una otrora próspera comunidad árabe-estadounidense en el centro de la ciudad de Nueva York.
Altos edificios pueblan ahora un área del Bajo Manhattan antes llamada Pequeña Siria, que gradualmente se convirtió en víctima de la industrialización y la urbanización, y que los jóvenes árabo-estadounidenses luchan por mantener viva.
En 2009, la iglesia fue declarada sitio histórico oficial. Una organización, Save Washington Street, espera preservar otros vestigios de este barrio. Su principal objetivo es que se logre la misma designación para el centro comunitario, que solía brindar a los inmigrantes recursos que iban desde empleos a botellas de leche, dijo Carl Antoun Houck, director de la entidad.
Norah Arafeh, una estudiante de la Universidad de California en Berkeley, es directora de extensión en Save Washington Street, a la que se acercó por sus raíces sirias.
Su padre se crió en un barrio de Damasco y llegó a Estados Unidos cuando tenía 17 años, relató Arafeh, quien se integró a la campaña Pequeña Siria hace casi dos años y ahora se contacta con varias organizaciones para solicitarles apoyo para el vecindario.
“La importancia de preservar la historia, tanto en Estados Unidos como en Siria, no puede subestimarse”, dijo Arafeh.
Para muchos árabes estadounidenses de hoy, Pequeña Siria fue el lugar al que llegaron sus ancestros en busca del “sueño americano”. Entre ellos estuvo la familia de la madre de Houck, que emigró de Líbano.
Preservar el pasado es una parte fundamental de cada árabe estadounidense, dijo Houck, elevando su voz en medio del ruido causado por una obra en construcción en el área.
Mientras el gobierno del presidente Barack Obama considera reasentar a cientos de refugiados sirios en Estados Unidos, Houck destacó: “Después de todo, los refugiados sirios y su historia no son tan nuevos para este país”.
Un crisol perdido
La Pequeña Siria se extendió otrora desde lo que era el World Trade Center hasta el Battery Park y, hacia el oeste de Broadway, detrás de la iglesia Trinity hasta West Street, según Joe Svehlak, historiador y conservacionista urbano.
“Era un crisol con 27 nacionalidades diferentes que vivían juntas, en armonía y en paz. Eran sirios, libaneses, eslovacos, alemanes, irlandeses”, explicó.
En la época de auge de la Pequeña Siria, desde fines del 1800 a mediados del 1900, no era sorprendente encontrar a un alemán viviendo al lado de un libanés, que vivía junto a la casa de un sirio, y cada uno confiaba en el otro, agregó Svehlak.
[related_articles]Las ventas eran la principal ocupación de los inmigrantes que vivían en el área, que se componía de casas de comercio, restaurantes, cafeterías y fábricas. Con eso los inmigrantes se ganaban la vida, dijo Todd Fine, asesor histórico y estratégico en Save Washington Street.
Aunque los factores económicos fueron el principal resorte para emigrar de la Gran Siria, muchos otros también escaparon de la persecución y de la conscripción en el ejército otomano, según historiadores.
Quienes vivían en el área, señaló Svehlak, se referían a ella como la “colonia madre”, mientras que quienes residían en otras partes de la ciudad la llamaban Pequeña Siria, porque la mayoría de sus habitantes eran árabes cristianos procedentes de Líbano, Siria, Palestina y Jordania, así como de algunas partes de Iraq, que otrora fue parte de la Gran Siria, dijo Fine.
Empieza el declive
A principios del 1900, algunos inmigrantes llegados a la Pequeña Siria se mudaron a otras partes de la ciudad, principalmente Brooklyn, donde la creciente población podía tener más espacio y los precios de los bienes raíces eran razonables.
Según Svehlak, fue una comunidad robusta hasta los años 40.
Cuando les dijeron a las familias que se mudaran para dar lugar a la entrada del túnel Brooklyn-Battery, construido en 1948, eso asestó un enorme golpe a la Pequeña Siria, y la mayor parte del barrio fue destruida, según Fine.
Muchas familias evacuaron temporariamente el área luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001, y a algunas de las que se quedaron les pidieron que se fueran durante la posterior reconstrucción del World Trade Center.
En ese punto, Edward Metropolis, de 52 años, tuvo que abandonar su apartamento de un ambiente, donde había vivido toda su vida y que es parte de la última casa de vecindad en el área.
“Yo volví cuatro meses después. Algunas de las personas que se fueron jamás regresaron”, recordó.
Fine dijo que, en cierto modo, los años posteriores al 11 de septiembre de 2001 alentaron la construcción, contribuyendo así a la destrucción de la historia del lugar.
“El desarrollo rampante hizo el resto”, concluyó Svehlak.
Un pasado ignorado
Aunque cada 20 de junio marca el Día Mundial de los Refugiados, la historia de una comunidad que inmigró aquí hace más de un siglo es ampliamente olvidada por los neoyorquinos, según expertos.
“Es una tragedia”, lamentó Fine. “Aunque todos saben sobre el barrio chino y sobre la Pequeña Italia, todos parecen haber olvidado a la Pequeña Siria”.
Para Sarab Al-Jijakli, un sirio estadounidense que participa en las actividades de creación de conciencia y ayuda humanitaria desde el inicio de la revolución en Siria en marzo de 2011, el barrio es más que apenas un pedazo de historia.
“Ayuda a crear confianza en relación a nuestro rol y presencia en la narrativa estadounidense; es nuestra historia en este país, que no empezó el 11 de septiembre” de 2001, dijo.
“La Pequeña Siria ayuda a recuperar esta narrativa de los islamófobos y los intolerantes que quieren enterrarla”, agregó.
Al-Jijakli señaló que la historia vincula a generaciones de inmigrantes y enseña a la población sobre los aportes de los árabes en la construcción de Estados Unidos, aunque la existencia de historia árabe en la ciudad se haya visto ensombrecida por el actual malestar en Medio Oriente, especialmente en Siria.
Según la Organización de las Naciones Unidas, cerca de 93.000 personas murieron en los combates entre el gobierno y las fuerzas rebeldes en Siria entre marzo de 2011 y abril de este año.
Arafeh cree que la importancia de preservar la historia de los árabes en Estados Unidos es trivializada.
“La demolición y las redadas de importantes ciudades de la historia niegan a las futuras generaciones el privilegio y la herencia histrórica que es su patrimonio”, concluyó.