Ciencia mide CO2 en ecosistemas verdes del Caribe mexicano

Un pedazo de selva en el sudoriental estado de Campeche. Crédito: Emilio Godoy/IPS.

Selvas, bosques, marismas, manglares y lagunas son depósitos naturales de carbono en las zonas del Caribe mexicano. Pero ahora se intenta  medir su capacidad de absorber el dióxido de carbono que abunda en la atmósfera.

Esos ecosistemas son propios de la franja costera que incluye los sudorientales estados de Veracruz, Tabasco, Yucatán, Campeche y Quintana Roo.

“La recomendación de evitar el deterioro y la deforestación de los bosques es una medida de mitigación (reducción) de casi 20 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero por estas prácticas», dijo a Tierramérica el académico del estatal Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY), José Andrade.

Pero, «a su vez, es necesario reducir emisiones de la industria y el transporte con energías alternas. (La conservación de bosques) no es una solución para reducir emisiones globales», añadió.

En el estudio “Las hojas: parte fundamental del almacenamiento de carbono en una selva de Yucatán”, Andrade y cuatro de sus colegas evaluaron factores como las corrientes de aire, la biomasa y el flujo de carbono del ecosistema en la reserva de Kiuic, situada en Yucatán y con 1.800 hectáreas de extensión.

De las especies vegetales estudiadas, el almácigo (Bursera simaruba) mostró una capacidad de absorber 730 gramos de dióxido de carbono (CO2) por metro cuadrado, el jabín (Piscidia piscipula) 680 gramos, y el kitinché (Caesalpinia gaumeri) 1,32 kilogramos. Estas dos últimas son nativas de México.

[related_articles]»Los datos sugieren que las especies de la zona utilizan el agua eficazmente para promover la regeneración de hojas nuevas, lo cual les permite seguir asimilando CO2 y así almacenar el carbono en forma de biomasa», explicó Andrade.

El Caribe mexicano está expuesto a huracanes y tormentas cada vez más destructoras y a la amenaza del aumento del nivel mar, que inundaría extensas franjas costeras, indican especialistas. Además, la riqueza biológica está amenazada por el avance de la industria turística, la deforestación, la ganadería intensiva y las actividades petroleras.

México emite anualmente unas 748 millones de toneladas de CO2, uno de los gases que recalientan la atmósfera. La agricultura es responsable de 12,3 por ciento, la industria de 8,2 por ciento, y el cambio de uso del suelo y la silvicultura, de 6,3 por ciento, según la Secretaría (ministerio) de Medio Ambiente y Recursos Naturales.

“El cambio climático intensifica nuestra incertidumbre sobre el futuro de los bosques. No estamos seguros de qué va a pasar», dijo a Tierramérica el especialista del Servicio Forestal del Departamento (ministerio) de Agricultura de Estados Unidos, Richard Birdsey.

«En algunos lugares los bosques crecen más y en otros menos. Influyen muchos factores que tenemos que estudiar», añadió Birdsey, miembro de CarboNA (North American Carbon Program), un programa de investigación del ciclo del carbono en los países de América del Norte.

Los proyectos CarboNA, uno de los cuales se desarrolla en Yucatán, se dirigen a construir modelos de monitoreo de CO2 en la región con sensores remotos y mapas.

«Es difícil calcular el CO2 en el suelo, pero estamos tratando de medirlo. Procesamos ecosistemas a pequeña escala para generar curvas de factor de emisiones del gas», explicó Birdsey.

En 2011, un grupo de científicos crearon en México la red MexFlux, de flujos de agua y carbono, con el mismo esquema de la estadounidense AmeriFlux, y que cuenta con al menos siete sitios de estudio de esos intercambios de masa y energía.

Los ecosistemas del Caribe mexicano prestan valiosos servicios para el equilibrio ambiental de la región y funcionan de protección ante fenómenos meteorológicos como sequías, tormentas, marejadas e inundaciones.

Pero «la península (de Yucatán) está muy degradada. Hay mucha presión sobre los ecosistemas. Hay que analizar las zonas de sumideros (de CO2). Los bosques tropicales fijan más dióxido de carbono que el que liberan”, dijo a Tierramérica el estudiante de posgrado Rodrigo Valle, del CICY.

Valle y dos colegas trabajan en la «Estimación de la distribución espacial de la biomasa forestal en la Península de Yucatán, usando percepción remota y datos de campo».

En la indagación hallaron una biomasa de 229.000 toneladas por hectárea en la zona estudiada, midiendo la radiación electromagnética reflejada por la materia verde.

Con base en el Inventario Nacional Forestal y de Suelos 2009-2013, dos instituciones gubernamentales, la Comisión Nacional Forestal y el Programa Mexicano del Carbono, calcularon una reserva de 9.146 millones de toneladas de carbono en los suelos de México.

La Península de Yucatán es la región con mayores niveles de CO2 enterrado, debido a la naturaleza caliza de su superficie.

La concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera sobrepasó este año las 400 partes por millón, un nivel crítico para el termómetro del planeta y sinónimo de que las medidas aplicadas hasta ahora no funcionan y que la solución es abatir drásticamente las emisiones de esos gases.

Puesto que «parte del dióxido de carbono se almacena en las plantas, una alternativa es reducir la deforestación y fomentar el manejo y conservación de selvas y bosques como reservorios”, dijo a Tierramérica la académica Luisa Cámara, de la pública Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.

La especialista encabeza el estudio «Carbono almacenado en selva mediana de Quercus oleoides y plantaciones de Eucaliptus urophylla y Gmelina arborea en Huimanguillo, Tabasco», sobre encinos, melinas y dos plantaciones comerciales de eucalipto, ninguna de las cuales es autóctona de México.

En las áreas analizadas de sabana, Cámara y sus colegas midieron 14,75 toneladas de CO2 por hectárea en el caso de eucaliptos, 15,54 en el de melinas y 63,51 toneladas en el de encinos. Los números adelantan que el desarrollo de plantaciones comerciales no representa una solución para capturar CO2.

* Este artículo fue publicado originalmente el 8 de junio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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