El Caribe tiene la nada envidiable reputación de ser una de las regiones más propensas a desastres naturales del mundo, lo que se ve exacerbado por el cambio climático y por su vulnerabilidad, que puede tener consecuencias económicas significativas si no se atiende, según numerosos expertos.
Por ello, según Warren Smith, presidente del Banco de Desarrollo del Caribe (CBD, por sus siglas en inglés), sugirió que una estrategia integral para fortalecer la resistencia de la región debe incluir la adaptación a las consecuencias del cambio climático.
El CBD, con sede en Barbados, es la principal institución de crédito de la región.
Los eventos naturales “aumentan en intensidad e impactan de forma negativa en el crecimiento económico de la región”, añadió ante gobernadores de la institución.
También mencionó un nuevo informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) que concluyó que en los últimos 60 años, los países del Caribe sufrieron el impacto de 187 eventos naturales, en especial ciclones e inundaciones.
El estudio estimó el costo económico anual de los daños en uno por ciento del producto interno bruto (PIB) del área, un peso para el crecimiento económico y un elemento central del crecimiento de la deuda.
“Ante a estas desalentadoras estadísticas, el FMI sugirió que los pequeños estados insulares en desarrollo del Caribe debían considerarse estados en el frente de lucha para la distribución de fondos relacionados al cambio climático”, subrayó Smith.
“Las perspectivas de crecimiento para nuestros muy vulnerables países mejorarán si los recursos para fortalecer la resiliencia al cambio climático pueden concentrarse en un paquete de ajuste más integral”, opinó.
“Las intervenciones de adaptación climática pueden acelerarse y dirigirse a los sectores económicos más vulnerables, en especial al turismo y a la agricultura”, añadió Smith.
El primer ministro de Santa Lucía, Kenny Anthony, dijo a IPS que el CDB mostró interés en respaldar las medidas de la región contra el cambio climático. Junto con el Banco de Inversiones Europeo, el organismo afina proyectos para financiar, en el marco de la Línea de Crédito de Acción Climática.
“La línea de crédito ofrece una oportunidad para financiar proyectos de bajo presupuesto destinados a construir resiliencia contra el cambio climático”, detalló.
“La región debe aprovechar la oportunidad y hacer todo lo posible para que esos recursos contribuyan a reducir las emisiones de gases invernadero, la degradación de la tierra y mejorar los menguantes suministros hídricos”, remarcó.
Los pequeños estados insulares del Caribe son: Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Dominica, Granada, Guyana, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Suriname y Trinidad y Tobago.
Seis de esos países están entre los 10 más propensos del mundo a sufrir desastres naturales en función de su superficie o población. El resto del Caribe los sigue de cerca, pues todos están dentro de las 50 áreas en riesgo.
La frecuencia de los eventos climáticos varía de forma significativa en el Caribe; Jamaica y Bahamas tienen las mayores probabilidades de sufrir huracanes. De hecho, son elevadas para la mayoría de sus países; por encima de 10 por ciento anual.
El presidente del CDB dijo que la “amarga experiencia” enseñó a la región que un gran evento climático puede desbaratar hasta los programas de ajuste fiscal pensados el mayor de los cuidados. Añadió que la cobertura de seguros podría ser una forma efectiva de transferir el riesgo.
Smith identificó a la aseguradora Caribbean Catastrophe Risk Insurance Facility (CCRIF) como un “excelente vehículo para ese fin”, pero dijo que es poco probable que un país prestatario del CDB, que atraviesa un severo ajuste fiscal, adquiera un seguro adecuado.
“Según las coberturas actuales adquiridas por Antigua y Barbuda, Jamaica y San Cristóbal y Nieves, el desembolso CCRIF por los huracanes Georges y Gilbert, hubieran representado apenas dos por ciento de las pérdidas totales”, puntualizó.[related_articles]
“La posición dominante en la comunidad de donantes es que los países con problemas fiscales y de deuda deben anticipar reformas. La idea debe ampliarse para incluir la concentración del apoyo a la resiliencia climática”, añadió.
Smith señaló que CCRIF es una buena opción capaz de ofrecer dos formas prácticas de ese apoyo a los países caribeños. Añadió que la asistencia ofrecida por los donantes podría apuntar a mejorar sus seguros contra catástrofes para ubicarlos en un nivel aceptable.
El CCRIF solicitó hace poco una nueva inyección de fondos para que el seguro por inundaciones sea más accesible, apuntó, una medida que “abrirá otra ventana para transferir parte del riesgo asociado a las inundaciones, un fenómeno que ahora ocurre todos los años en el Caribe”.
Los costos vinculados a la recurrente frecuencia de eventos naturales en la región son altos.
Desde principios de los años 60, el Caribe sufre pérdidas anuales que promedian un uno por ciento del PIB, un costo que va en aumento. Las pérdidas se incrementaron de 0,9 por ciento del PIB anual, en los años 80 y 90, a 1,3 por ciento, a partir de 2000.
Los desastres naturales también dejaron más de 1.300 personas muertas en los últimos 60 años.
Guyana, a menudo considerada el granero del Caribe, encabeza un enfoque agresivo para acelerar la diversificación económica y construir una mayor resiliencia, esfuerzos que le dejaron retornos significativos.
“Quedaron atrás los días en que nuestra fuerte dependencia en productos tradicionales, azúcar, arroz y bauxita, dejaban fortunas a nuestra economía para los caprichos y vicisitudes de esas industrias”, dijo a IPS el ministro de Finanzas de Guyana, Ashni Singh.
“En la actualidad, la fuerte actividad en la exploración y extracción mineral, la diversificación agrícola, las tecnologías de información y comunicación, los servicios financieros y de construcción y el turismo de aventura, son el cimiento de una economía con una base más amplia y más resiliente”, explicó.
También mencionó el ministro los “esfuerzos agresivos para pasar de depender de combustibles fósiles a confiar en la energía hidroeléctrica para cubrir nuestras necesidades”, con una mayor capacidad de generación con mejorada fiabilidad y asequibilidad.