Al mal tiempo le plantan cara en Nicaragua

Brigadas de rescate nicaragüenses colaboran en Haití tras el terremoto de 2010. Crédito: Cortesía del ejército de Nicaragua
Brigadas de rescate nicaragüenses colaboran en Haití tras el terremoto de 2010. Crédito: Cortesía del ejército de Nicaragua

Nicaragua, históricamente azotada por eventos naturales de diversa índole, ha decidido afrontarlos con medidas de prevención y la capacitación colectiva de localidades especialmente amenazadas. Entre las calamidades recurrentes se destacan las derivadas de fenómenos meteorológicos extremos.

La Defensa Civil del ejército comenzó en 2010, junto a otros organismos estatales, la estructuración de un plan permanente de seguridad y atención de las poblaciones vulnerables a las alteraciones bruscas e intempestivas de la naturaleza, explicó a IPS el coronel Néstor Solís, segundo jefe del Estado Mayor de la entidad.

El programa se complementa con acciones jurídicas y campañas educativas para aminorar el impacto y los efectos de estos fenómenos a los que están expuestos 2,1 millones de los seis millones de nicaragüenses, según el mapa de riesgos elaborado por Defensa Civil, que integra el Sistema Nacional para la Prevención, Mitigación y Atención de Desastres (Sinapred).

El comandante Javier Amaya, director de la Escuela Nacional de Bomberos, detalló que los cursos de «Fortalecimiento de las capacidades locales para enfrentar y reducir el riesgo a desastres» se realizan con apoyo de la Unidad Humanitaria de Rescate de ejército y del Batallón Ecológico, estamentos creados para operar en estructuras colapsadas y en catástrofes naturales.

Los pobladores de los municipios costeros del océano Pacífico, el área más poblada y llana de Nicaragua, reciben entrenamiento ante sismos, erupciones volcánicas y maremotos; a los del litoral oriental se los entrena para afrontar huracanes e inundaciones, mientras que a quienes habitan el centro del país, con altas montañas y grandes ríos, se los instruye para lidiar con inundaciones, deslizamientos de tierra e incendios forestales.
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Este año se alerta en particular a las regiones autónomas Atlántico Norte y Atlántico Sur, costeras del mar Caribe, donde nueve de las 18 tormentas tropicales que se prevén para la próxima temporada ciclónica, de junio a noviembre, podrían alcanzar esa categoría, según el experto en fenómenos atmosféricos William Gray, de la estadounidense Universidad del Estado de Colorado.

Esta área, que abarca casi todo el litoral oriental del país, tiene más de 60 por ciento de probabilidades de ser afectada por cuatro de esos huracanes, advirtió el secretario ejecutivo del Sinapred, Guillermo González.

Unas 50.000 personas que habitan 16 municipios de la zona están en alto riesgo por estar ubicados estos en la llamada Ruta de los Ciclones y afrontar condiciones de vulnerabilidad social. Son habitados mayoritariamente por comunidades de las etnias miskito, sumu, rama, garífonas y creoles, con viviendas muy débiles y precarias.

Esa región ha sido azotada y destruida varias veces por huracanes a lo largo de la historia del país. En los últimos tiempos se cuentan el huracán Joan en 1988, el Mitch en 1998, el Beta en 2005 y el Félix en 2007.

Bajo amenaza natural

El gobierno izquierdista de Daniel Ortega, más allá de la amenaza de los huracanes en el invierno boreal, cuenta con un plan general para todo tipo de amenaza natural, precisó Solís. «Nos preparamos diariamente para cualquier escenario, incluido el peor estimado, porque no sabemos cuándo podemos enfrentar una situación adversa», afirmó.

El caso de Managua, que cobija a 1,5 millones de habitantes, es uno de los ejemplos, pues está al tope de los escenarios más vulnerables ante un terremoto.

La pobreza y la falta de planificación urbana hicieron crecer los asentamientos construidos de modo irregular, sin seguimiento de las normas técnicas antisísmicas, imprescindibles para un distrito atravesado por 18 fallas telúricas. Las autoridades locales estiman que unas 300.000 personas ocupan más de 120.000 viviendas en esas condiciones.

Un estudio sobre la vulnerabilidad de Managua, realizado por el Sinapred en 2010 y actualizado este año, proyecta que habría más de 30.000 muertos y 53.000 viviendas destruidas si la capital sufriese un terremoto de 6,9 grados en la escala de Richter.

«Nunca creí que en mi barrio hubiese tantos peligro para mi familia, no me imagino un desastre, pero al menos ahora creo que sé cómo actuar para proteger a mi gente», dijo Luis Antonio Carrión, durante la capacitación de un populoso barrio del occidente de Managua.

La furia de los elementos

Por el bajo nivel de lluvias durante la última estación del invierno tropical, de mayo a noviembre, Nicaragua soportó un inaudito nivel de incendios forestales en la subsiguiente época seca.

Como resultado, el fuego destruyó 15.375 hectáreas entre el 1 de enero y el 18 de abril, 9.084 de ellas ubicadas en áreas y reservas protegidas, donde miles de bomberos, brigadistas voluntarios y militares especializados debieron desplegarse para parar las llamas.

Al llegar la estación lluviosa, los cursos se concentran en comunidades vulnerables a las inundaciones, para capacitarlas en evacuación, deslizamientos de cerros y huracanes, explicó el director general de Bomberos de Nicaragua, comandante de Brigada Miguel Ángel Alemán.

«Cada año es una amenaza nueva, peor que las anteriores. El cambio climático nos ha demostrado que la naturaleza tiene la capacidad de producir los mayores desastres imaginados por el hombre», dijo Alemán durante uno de los cursos a los que asistió IPS.

En los últimos 20 años, Nicaragua sufrió el impacto de 44 eventos climáticos extremos. Es el tercer país del mundo más afectado por desastres naturales, según un índice global difundido en noviembre de 2012 en Doha, durante la 18 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Honduras ocupa el primer lugar y Birmania el segundo.

En Nicaragua esos eventos provocaron en promedio 160 víctimas mortales anuales y en el vecino Honduras 329, según el reporte no gubernamental.

El pueblo organizado

El plan contra desastres naturales de Nicaragua es respaldado por las principales organizaciones ambientalistas del país.

Kamilo Lara, del Foro Nacional de Reciclaje, que aglutina a decenas de organizaciones ecologistas, dijo a IPS que los planes tendrán un impacto positivo a cercano plazo en atención, pero en la medida en que la población se organice y tome conciencia de los peligros del cambio climático, el impacto positivo será a largo plazo.

El gobierno instruye a 2.000 jóvenes de organizaciones oficiales que irán casa por casa «llevando mensajes para que desde el hogar se tomen las medidas necesarias para prepararnos» ante posibles desastres. Se entregarán 250.000 folletos con información sobre centros de atención, refugios, consejos ambientales y recomendaciones de buenas prácticas ecológicas.

El científico y ecólogo Jaime Incer Barquero, asesor ambiental del gobierno, aplaudió las acciones de entrenamiento, planes de atención y políticas públicas que ejecuta el Estado en la materia.

«Nunca había visto al país tan esforzado en combatir unido las amenazas del cambio climático, pero sinceramente siento que falta más educación social, no solo para saber cómo actuar ante los desastres sino para saber cómo revertirlos y evitarlos», comentó a IPS.

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