La polarización política se agudiza en Venezuela con dos sectores que, además de antagónicos y reacios a entenderse, emergieron con fuerzas casi parejas de las elecciones presidenciales del domingo 14, en las que triunfó el izquierdista Nicolás Maduro.
Maduro, del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), heredero político del fallecido presidente Hugo Chávez (1954-2013), obtuvo 7.559.349 votos, equivalentes a 50,75 por ciento de los concurrentes a las urnas, informó el Consejo Nacional Electoral (CNE) tras escrutar 99,17 por ciento de las actas.
Pero ese resultado aún no es reconocido por su principal contendor, Henrique Capriles, candidato de la multicolor Mesa de Unidad Democrática (MUD), al que el CNE otorga 7.296.876 sufragios, igual a 48,98 por ciento. Solo aceptará los datos que surjan del recuento de todos los votos, afirmó.
El comando de Capriles aduce que la diferencia de 262.473 votos es escasa ante 3.200 "incidencias" o casos de irregularidades que denunció y que también faltan escrutar unos 60.000 sufragios depositados por quienes viven en el exterior.
Maduro aceptó de inmediato el desafío opositor de recontar los votos, aunque clamó: "Tenemos un triunfo electoral justo, legal, constitucional y popular. Respetamos a los siete millones que sufragaron por la oposición, respeten a nuestros siete millones y medio".
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El aún presidente encargado de Venezuela pidió "paz, paz, pues creo en la paz como la vía para la prosperidad y el socialismo". Aseguró, además, que ahora "empieza una nueva etapa de la Revolución Bolivariana, con más eficiencia, honestidad y poder popular para una rectificación profunda".
Capriles dijo que el de Maduro es un gobierno "mientras tanto", y aseguró que hará "todo lo que esté en la Constitución para que cambie. Las irregularidades electorales son parte de un sistema que se está derrumbando, parece un castillo de arena".
Grupos de electores marcharon frente a oficinas estatales en varias ciudades del interior del país este lunes 15 para exigir que el CNE concrete el recuento de votos solicitado.
"El juego actual no ha terminado", insistió el candidato opositor, quien agregó que "el gobierno debería reflexionar sobre el país que tenemos por delante", a la vista del estrecho resultado.
El mandatario surgido de los comicios del domingo, tal como indica la Constitución, deberá completar el mandato 2013-2019 para el que Chávez había sido reelegido el 7 de octubre con casi 8,2 millones de sufragios, equivalente a 55,1 por ciento de votantes, frente a 6,6 millones de Capriles, igual a 44,3 por ciento.
Los resultados del último domingo indican que la oposición aumentó casi 700.000 votos y en cambio el oficialismo perdió una cifra similar.
"El chavismo ya no es la fuerza arrolladora que fue durante 14 años (desde que Chávez ganó su primera elección en 1998) y deja al país políticamente partido ahora sí exactamente por mitad", advirtió a IPS el sociólogo y analista político Tulio Hernández.
En cualquier país democrático "un triunfo aun ajustado, como el de Maduro, daría legitimidad, pero obligaría a abrir canales para pactar la gobernabilidad con la oposición. Pero este gobierno de tendencia autoritaria y estatista no lo hará", opinó Hernández.
Carlos Romero, profesor de posgrado en ciencias políticas en varias universidades, prefiere "no hablar de un país dividido, sino representado por dos sectores. Y el hecho de que Maduro no disponga de una mayoría cómoda no significa que no pueda gobernar".
"Ahora bien, para el propio Maduro sería beneficioso reconocer que la otra mitad existe y tender puentes para el entendimiento, pues debe tomar medidas ante problemas básicos del país como la inflación, escasez, el narcotráfico o la inseguridad", dijo Romero a IPS.
Hernández aprecia que las elecciones del domingo en Venezuela "muestran un alejamiento de Chávez como el gran hito político, con las fuerzas ubicadas según estuvieran cerca o lejos de él, y además dibujan una nueva cartografía política".
Ello porque Capriles venció en varios de los estados más poblados y de mayor actividad comercial e industrial, en Caracas y en las 10 mayores capitales de provincia, en tanto Maduro se impuso en las ciudades y pueblos más pequeños y los distritos rurales.
"La ecuación es que allí donde hay más pobreza, más ruralidad y más dependencia del Estado como fuente de recursos, ganó el chavismo, y donde hay más actividad del sector privado, mejores ingresos y más vida urbana, triunfó Capriles", observó el sociólogo.
Hernández cree que el chavismo se encontrará, sin su fallecido líder, como una fuerza política grande, pero falta de una ideología, "pues la de Chávez parecía una colcha de retazos", sin un partido sólido al estilo del comunismo, la socialdemocracia o la democracia cristiana, y con líderes varios que podrán invocar de modo disímil la palabra de Chávez.
Diosdado Cabello, jefe nominal del PSUV y líder entre los militares retirados que siguen a Chávez, ya dijo que "debemos hacer una revisión crítica y autocrítica de por qué tantos pobres siguen votando por los candidatos de la burguesía".
También la oposición, según Hernández, "ahora que se muestra como alternativa de poder tiene el desafío de dar más consistencia a la amalgama de partidos que la conforman y propiciar un debate ideológico para saber cuál es su oferta al país en materia de Estado, mercado, propiedad privada, petróleo y lucha contra la exclusión y la pobreza".
En el terreno internacional, llamó la atención que en esta oportunidad se quebró el usual reconocimiento automático de los resultados y el saludo al vencedor.
Gobiernos aliados de Chávez, como los de Argentina, Bolivia, Cuba y Ecuador en la región, así como China y Rusia, inmediatamente saludaron el triunfo de Maduro, pero otros, como Estados Unidos, España y Francia, además de responsables de la Unión Europea y de la Organización de los Estados Americanos abogaron por el recuento de votos.
"Los resultados han sido muy sorpresivos para la comunidad internacional. La mayoría de los gobiernos esperaban una cómoda victoria de Maduro y ahora les llegó el momento de reflexionar acerca de por qué no tuvieron una posición equidistante de las dos esferas políticas", consideró Romero.