Dos proyectos pretenden convertir San Pedro de Atacama, capital del turismo, la arqueología y la astronomía en el norte de Chile, en una comuna sustentable que mejore la vida de los indígenas que lo habitan. Esos son los atributos que definen a San Pedro de Atacama, según su alcaldesa, Sandra Berna. Las iniciativas, por valor de 2,7 millones de dólares, podrían agregar uno más: capital del conocimiento científico aplicado a un manejo sabio de la riqueza natural.
Los 4.797 habitantes, 60,9 por ciento indígenas atacameños, se duplican en la temporada turística, cuando los extranjeros llegan atraídos por los misterios del desierto, sus volcanes y géiseres.
El municipio forma parte de un paisaje de salares, dunas y crestas rocosas, géiseres, aguas termales y montañas nevadas, a 2.600 metros sobre el nivel del mar y 1.500 kilómetros al norte de Santiago.
Allí están también los cielos más limpios del planeta y el Observatorio Alma (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array, o Gran Conjunto Milimétrico/submilimétrico de Atacama), que con sus 66 radiotelescopios intenta descifrar enigmas del espacio.
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Rico en diversidad biológica, San Pedro atrajo iniciativas para darle sustentabilidad y una planificación turística adecuada.
«Se puede racionalizar el turismo y generar políticas de control de acceso a los lugares protegidos, si conozco los servicios ecosistémicos de la zona y de qué manera se podrían volver vulnerables», explicó a Tierramérica el secretario regional ministerial del Medio Ambiente de Antofagasta, Hugo Thenoux.
La primera iniciativa hace parte del Project for Ecosystem Services (ProEcoServ), financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas inglesas) e implementado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
La inspiración la proporcionaron los resultados de la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio (global y subglobal), que recopiló información científica sobre los cambios ambientales y las opciones para responder a ellos.
Desde noviembre de 2011 hasta 2014 se generarán herramientas para evaluar y valorar los servicios que el ecosistema presta y puede prestar a la comuna.
La naturaleza y las especies que la habitan brindan servicios fundamentales para la vida humana: agua y aire puros, alimentos y energía, entre otros.
El proyecto se centró en dos: provisión de agua y ecoturismo y recreación, para estimar su respuesta ante eventos naturales como sequías o aluviones.
«La idea es evaluar cómo determinamos la situación que tenemos hoy día de estos servicios, y cómo hacemos un uso racional de ellos, de manera de no ponerlos en riesgo», explicó Thenoux.
A partir de las conclusiones, «las comunidades conocerán información directa desde el Estado frente a un proyecto que se quiera desarrollar en el lugar».
Esas herramientas han de usarse para planificar y llevar a cabo políticas de desarrollo, mejorando la capacidad pública y privada para tomar decisiones.
«Hablar de servicio ecosistémico es bastante nuevo», aseguró Thenoux.
«Este proyecto se realiza también en Vietnam, Tobago y Sudáfrica. Por lo tanto, también hay conclusiones que tendremos a nivel nacional e internacional en manejo de sustentabilidad», agregó.
El desarrollo corre a cargo del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas, con la coordinación de la Secretaría Regional Ministerial del Medio Ambiente de la región de Antofagasta.
Estos «temas emergentes» van en línea con las políticas del Ministerio del Medio Ambiente «de mejorar la sustentabilidad de nuestro país y la calidad de vida», dijo el funcionario.
ProEcoServ también contará con matrices de compromiso, que describen el comportamiento entre dos servicios ecosistémicos y definen si esta relación es dependiente o independiente y si esta dependencia es directa o indirecta.
«Todo lo que es planificación, o estudios en los que podamos mejorar y tener conciencia de lo que tenemos y lo que pasa en todo el ecosistema, es valioso», afirmó la alcaldesa Berna a Tierramérica.
La funcionaria lamentó que la participación ciudadana no sea masiva. «Me gustaría que la gente tome conciencia, que pueda ver en la ciencia, en los estudios, lo que se dice de nuestro ecosistema», dijo.
Las autoridades licitan además la ejecución de dos proyectos para la protección de los humedales altoandinos, fuente de agua de las comunidades que habitan el Salar de Atacama, pero también uno de los ecosistemas más frágiles y susceptibles al cambio climático.
Uno de esos proyectos busca analizar, identificar y aplicar medidas piloto de restauración y conservación de los humedales.
«La idea es evaluar cómo puede afectar el cambio climático a los humedales y de qué manera trabajamos con las comunidades para que nos adaptemos», explicó Thenoux.
Un segundo estudio analizará el sistema de seguimiento ambiental de estos ecosistemas, con miras a diseñar un nuevo modelo de gestión para fortalecer la capacidad pública y privada de conservar y hacer buen uso de los humedales.
«Muchos monitoreos que se hacen en los humedales no necesariamente dan una visión ecosistémica del lugar», explicó Thenoux.
Berna espera que todo este conocimiento ayude a lidiar con las manifestaciones cada vez más duras del invierno altiplánico, que en 2012 provocó el desborde de ríos y arroyos, y afectó y aisló a comunidades indígenas y turistas.
«Le pedimos a las Naciones Unidas que podamos aprovechar estos recursos para hacer un estudio y ver cómo encauzar las aguas para poder aprovecharlas» sin que causen estragos, dijo la alcaldesa.
Las comunidades indígenas y otros actores que hacen uso del ambiente van a participar, porque «no hay ninguna acción humana que no afecte el territorio si no se maneja adecuadamente», dijo Thenoux.
Los indígenas de Chile «vienen administrando el territorio hace varios siglos y hay un conocimiento ancestral que hoy día vamos a redescubrir y recapturar», aseveró.
* Este artículo fue publicado originalmente el 30 de marzo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.