Cuando el periodista Mohammad Ibrahim Rageh murió de un disparo en la cabeza, el 22 de este mes cerca de su casa en la capital de Somalia, se convirtió en el cuarto reportero asesinado en este país del Cuerno de África en lo que va del año.
El año pasado fueron 18 los reporteros asesinados en este país, según cifras de la Unión Nacional de Periodistas Somalíes (Nusoj, por sus siglas en inglés).
A pesar de los esfuerzos de las autoridades, que a comienzos de año ofrecieron una recompensa de 50.000 dólares a cambio de información sobre los responsables de los homicidios, analistas locales coinciden en que si este país no puede garantizar la seguridad de sus funcionarios, menos la de los trabajadores de los medios de comunicación.
Abdirashid Hashi, subdirector del Heritage Institute for Policy Studies, con sede en Mogadiscio, se mostró escéptico en lo que respecta a la posibilidad de mejorar la situación en materia de seguridad.
"Francamente, no creo que el gobierno vaya a hacer, o pueda hacer, nada especial por ningún grupo de profesionales como los periodistas. No puede hacer nada por sus parlamentarios, funcionarios públicos o del Servicio Nacional de Seguridad, que son asesinados a diario en Mogadiscio", opinó.
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El 14 de este mes murieron 30 personas en un atentado con bomba cerca del Palacio de Justicia de Mogadiscio.
En marzo, otro atentado con bomba cerca del palacio presidencial contra el jefe de la seguridad Jalif Ahmed Ereg, quien resultó ileso, le costó la vida a 10 personas, entre ellas un periodista. El grupo Al Shabaab, vinculado a la red extremista Al Qaeda, se atribuyó el hecho.
El grupo islamista no se adjudica la muerte de periodistas, pero ha declarado que quien trabaje para los medios oficialistas es un "blanco legítimo".
Rageh, quien trabajaba para las estatales Radio Mogadiscio y Televisión Nacional de Somalia, recibió varios disparos frente a la puerta de su casa en el distrito de Dharkenley, en el oeste de esta capital. Murió en el acto frente a su familia. Por el momento nadie fue detenido por este caso.
Su amigo y colega Mohammad Nur Amiin dijo a IPS: "No sabemos quién será el próximo ni quién nos ataca. Salgo de mi casa todos los días sin saber si voy a regresar sano y salvo. Mi familia tampoco lo sabe".
Según Reporteros Sin Fronteras, Somalia es "uno de los lugares más peligrosos del mundo para los periodistas".
Un periodista que reside en la central ciudad de Galkayo, quien pidió permanecer en el anonimato, dijo a IPS por teléfono: "Nos encomendamos a Alá porque no sabemos quién nos mata ni por qué. Es la peor parte de esto".
Hashi opinó que la falta de recursos adecuados y de personal capacitado, así como de instituciones de seguridad efectivas atentan contra los intentos del gobierno por mejorar la situación en el país.
La inseguridad "forma parte" de la coyuntura en Somalia, indicó Hashi. Los medios "deben esforzarse por permanecer seguros, pues están solos, como la mayoría de nosotros", añadió.
Pero el asesinato de Rageh renovó los reclamos para que se realice una investigación sobre la muerte de periodistas en este país. Según Nusoj y otras organizaciones internacionales como el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), más de 50 reporteros murieron en Somalia desde 1992.
"El gobierno hizo la firme promesa de erradicar a quienes ataquen a los periodistas, y es hora de honrar el mismo asegurándose que los responsables de la muerte de Rageh sean conducidos a la justicia", remarcó Tom Rhodes, consultor de CPJ para África oriental.
Muy pocos casos de reporteros asesinados llegan a la justicia y por ahora no hubo ninguna condena.
El gobierno creó en febrero el Grupo de Trabajo Independiente sobre Derechos Humanos para atender la "cultura de impunidad" e "investigar los abusos en general, incluyendo el asesinato organizado de periodistas y la violencia sexual contra las mujeres".
El nuevo órgano tiene un mandato de tres meses tras lo cual elaborará un informe.
Pero Nusoj se quejó de que no habían sido consultados sobre la conformación del equipo y de que se trataba de "un mero ejercicio de relaciones públicas del gobierno".
Las numerosas consultas realizadas por IPS a las autoridades no fueron respondidas y quienes sí lo hicieron se negaron a explicar el estatus del equipo de trabajo o dar detalles de la investigación.
El politólogo Hassan Muunye, de Mogadiscio, coincidió en que se necesita una investigación independiente sobre el asesinato de periodistas.
"Escuchamos los reclamos de investigaciones desde todas partes del mundo cada vez que muere un reportero en Somalia, pero el gobierno somalí no parece hacer nada. Por débil que sea, nunca escuchamos que pida ayuda para proteger a los profesionales", dijo Muunye a IPS.
A pesar de la "valentía de los periodistas somalíes y de su determinación a decir la verdad", la actual ola de asesinatos puede llevar al silenciamiento de la prensa, alertó. Estos hechos representan la "muerte de la democracia naciente" en Somalia, alertó.
El secretario general de Nusoj, Mohammad Ibrahim, dijo que el asesinato de Rageh es otro episodio de "la pesadilla" que viven los reporteros somalíes.
"Instamos al gobierno a que lance una investigación sobre la muerte de nuestros colegas, pero por ahora no vemos medidas concretas", apuntó.
A pesar del peligro constante, muchos periodistas siguen trabajando con la esperanza de hacer una contribución positiva a sus respectivas comunidades.
Un reportero de Mogadiscio que pidió reserva de su identidad dijo a IPS: "Soñé con escribir historias que tocaran la vida de la gente y eso es lo que hago por el pueblo. Conozco el precio y estoy dispuesto a pagarlo porque vale la pena", aseguró.