«¿Quién ganará las elecciones del 11 de mayo?», se pregunta todo el mundo en Pakistán, desde el carnicero local, pasando por el vendedor de frutas ambulante hasta el zapatero sentado con su caja lustrabotas en una agitada calle de esta meridional ciudad portuaria.
Pero en este país, aquejado por la insurgencia del movimiento extremista Talibán en el noroeste, la incontrolable corrupción gubernamental y unas fuerzas armadas prácticamente autónomas, muy pocos tienen una respuesta.
Lo cierto, por ahora, es que por primera vez en la historia, los jóvenes de entre 18 y 29 años, quienes representan más de la mitad de los 170 millones de habitantes, tendrán un papel decisivo en los comicios.
De los 85 millones de personas habilitadas a sufragar, 25 millones son jóvenes, y de estos, 13 millones votarán por primera vez.
Sin embargo, un estudio realizado en enero por la Red de Elecciones Libres y Justas (Fafen, por sus siglas en inglés), con sede en Islamabad, señala que apenas 48 por ciento de las 4.450 personas encuestadas de entre 18 y 25 años dijeron que concurrirían a las urnas.
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La cifra es muy baja respecto del 68 por ciento de entrevistados de entre 26 y 35 años y del 84 por ciento de mayores de 55 años que expresaron su intención de votar.
Es que muchos jóvenes, como la cineasta Abida Sharafa, están hartos.
"No quiero votar gente que esté cinco años en el poder para oprimirnos y explotarnos", explicó Sharafa, en referencia a los dirigentes políticos denunciados por morosos y evasión fiscal, en entrevista con IPS.
Mohammad Shafi, de 27 años, casi analfabeto y quien realiza tareas domésticas en una casa de un barrio acomodado de Karachi, dijo que el gobierno del Partido del Pueblo de Pakistán (PPP) vació sus "bolsillos y aumentó la violencia" en los últimos cinco años.
Una encuesta realizada por el British Council (BC) sobre los jóvenes pakistaníes encontró que la mitad de los 5.000 consultados de entre 18 y 29 años dijeron que la democracia, defendida a ultranza por el centroizquierdista PPP, no era una buena forma de gobierno.
Además, 64 por ciento de los hombres entrevistados y 75 por ciento de las mujeres dijeron ser "conservadores" o religiosos.
Shafi dijo a IPS que "preferiría un país donde rigiera la shariá (ley islámica)", aunque se apresuró a explicar: "No la que el Talibán quiso imponer en Swat (distrito de la provincia de Jiber Pajtunjwa), sino una que promueva la igualdad y la justicia".
Los mandatos religiosos se "acercan a los valores socialistas a los cuales suscribo", indicó Sharafa. Por ejemplo, el Zakat, uno de los cinco preceptos fundamentales del Islam, establece la donación de un porcentaje de la riqueza personal como un "impuesto" al gobierno o a los necesitados.
La prevalencia de esa forma de pensar entre los jóvenes quedó confirmada por el estudio de BC, cuyas conclusiones "no sorprenden", opinó el analista en política y defensa Hasan Askari Rizvi, residente de Lahore.
"El perfil conservador e islámico de los jóvenes pakistaníes puede fácilmente detectarse en sus expresiones y referencias históricas", dijo a IPS.
Expresiones como "Alá hafiz" ("Qué Dios te proteja") reemplazaron a otras de origen persa en el habla cotidiana, ejemplificó.
El médico Pervez Hudbhoy, conocido activista local con más de tres décadas de experiencia como profesor, atribuye esa tendencia a la islamización del sistema educativo pakistaní, impuesto por el dictador Mohammad Zia-ul-Haq en los años 80.
Los jóvenes se han "olvidado de cómo cantar, bailar o actuar. El miedo a que fundamentalistas violentos les rompan la cabeza funcionó muy bien", arguyó.
Pocos de sus alumnos en la Universidad Quaid e Azam, de Islamabad, tienen un conocimiento profundo de un idioma y no leen mucho más que los diarios.
Los libros de texto actuales carecen de referencias a la historia antigua, la civilización del valle del Nilo, Grecia o la mitología hindú, añadió.
Las autoridades trataron de contrarrestar a los extremistas religiosos en la educación, pero debieron dar marcha atrás. Cuando hace unos meses el gobierno de la provincia de Punyab encargó un libro de texto en urdu para décimo grado, la prensa conservadora lo criticó de forma implacable por haber "expurgado" las enseñanzas islámicas.
En cambio, Hudbhoy cuestionó que el primer capítulo del libro era un "hamd" (un poema que alaba a Dios) y el segundo un "naat" (loa al profeta Mahoma). También contenía cartas del famoso poeta Mirza Ghalib, quien escribía en urdu, y un cuento.
Pero tras la intensa presión de dirigentes derechistas, las autoridades "prometieron reinsertar textos sobre la yihad (guerra santa) y el Islam", apuntó Rizvi.
La educación islamista inclinó a los jóvenes hacia posturas favorables a los insurgentes y contra Estados Unidos, añadió.
"Suelen verse más como musulmanes que como pakistaníes. La mayoría consideran que Occidente es responsable de sus problemas", subrayó.
La vestimenta ahora es un reflejo de los valores entre los jóvenes. Sharafa, quien lleva un vestido tradicional pakistaní, pero no se cubre la cabeza, señaló que "la cantidad de barbas largas sin recortar y de abayas (batas) negras se multiplicaron enormemente" en este sector de la población.
"Ahora me siento parte de la minoría", observó. Su decisión de no cubrirse la cabeza expresa "gráficamente" su pensamiento liberal. "Suelo tener que explicar a mis amigos que soy una musulmana tan practicante en mi vida privada como ellos en público", añadió.
Mientras, Mohammad Shehzad, escritor e investigador de Islamabad, cuestionó la objetividad del estudio de BC.
"La encuesta fue utilizada por los islamistas para apoyar su indignante reclamo de que la mayoría de la gente quiere la shariá", explicó Shehzad a IPS.