Los barrios cerrados en el Delta del Paraná, que crecieron descontroladamente en los últimos años con el lema de ofrecer mejor calidad de vida, están taponando el ecosistema y el escurrimiento de aguas que amortiguan las inundaciones en una vasta zona próxima a la capital argentina.El problema cobró especial relevancia luego de las trágicas inundaciones ocurridas a comienzos de este mes en la ciudad de Buenos Aires y sobre todo en La Plata, capital de la contigua provincia homónima, donde lluvias torrenciales provocaron la muerte de casi 60 personas.
El boom inmobiliario, la falta de infraestructura de desagües para contener precipitaciones, cada vez más frecuentes e intensas, y la ausencia de planes de contingencia frente al desastre están en estos días en el centro del debate en Argentina.
El Delta del Paraná es un inmenso humedal de 17.500 kilómetros cuadrados en el tramo final del curso de agua dulce del mismo nombre que, tras recorrer casi 5.000 kilómetros, desemboca en el Río de la Plata a través de múltiples brazos.
La construcción tradicional en las islas de este delta son casas altas sobre palafitos con muelles de madera, rodeadas de juncos, que conviven armoniosamente en un ecosistema preparado para recibir periódicamente grandes excedentes de agua.
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Se trata de un sistema de alta biodiversidad que ofrece, además, múltiples servicios. Entre los más destacados está la provisión de agua y la capacidad de regulación de las crecidas, que se tornan más frecuentes e intensas debido al cambio climático provocado por el recalentamiento del planeta.
Sin embargo, en los últimos tiempos, en sus planicies de inundación se construyeron 229 urbanizaciones de diverso tamaño, la mayoría con viviendas de gran confort, canchas de golf y de tenis, paseos de compras, escuelas y centros de equitación.
Urbanistas explicaron que alrededor de 90 por ciento de estos proyectos se extendieron sobre llanuras continentales, que deberían absorber los desbordes de ríos y arroyos, y 10 por ciento en islas que se rellenaron artificialmente para sostener los complejos de viviendas.
El director de la Fundación Humedales, Daniel Blanco, advirtió en entrevista con IPS que "el avance fue muy agresivo". Ahora la región está en riesgo de perder su capacidad natural de absorber agua, justo cuando las tormentas son más intensas.
Expertos de esta organización no gubernamental sostienen que, bajo el argumento falso de que son tierras improductivas, los proyectos inmobiliarios avanzaron con el rellenado, el drenado y el desvío de cursos de agua, afectando las funciones naturales del humedal.
"Se busca convertir el lugar en un sistema terrestre", indican, críticos, los autores de "Bienes y servicios ecosistémicos de los humedales del Delta del Paraná", una investigación que alerta sobre el riesgo de inundación en áreas vecinas.
El trabajo, llevado a cabo por Patricia Kandus, Natalia Morandeira y Facundo Schivo, de la Fundación para la Conservación y el Uso Sustentable de los Humedales, señala que este tipo de sistemas no impide las inundaciones, pero hace más lentas las crecidas, retiene el excedente de la escorrentía, lo filtra y lo libera despacio gracias a su cobertura vegetal que funciona como una esponja.
Las advertencias de ambientalistas y vecinos sobre estos temas, sumadas al impacto muy severo que están teniendo las lluvias en la ciudad de Buenos Aires y su área metropolitana, lograron detener proyectos de inversión y avanzar en la regulación de nuevas construcciones sobre islas.
Uno de los proyectos frenados fue Colony Park, que prometía una "isla privada de seguridad y tranquilidad" en 300 hectáreas del Delta del Tigre, el tramo final de estos humedales, en el noreste de la provincia de Buenos Aires. Se planificaba construir 1.000 viviendas "de lujo", según la promoción.
A raíz de la polémica que generó el proyecto y de la demanda judicial de vecinos, el municipio de Tigre, con asistencia técnica de organizaciones ambientalistas, elaboró en 2012 una normativa más estricta para autorizar la construcción en las islas ubicadas en ese distrito.
Reconociendo la fragilidad del humedal, la nueva ordenanza exige ahora que se construya sobre palafitos, prohíbe la alteración de la cota natural, que solía elevarse mediante acumulación de sedimentos, y el rellenado artificial en el centro de las islas.
Normalmente las islas del delta tienen un relieve de cuenco, con una depresión en el centro que contribuye a retener el agua excedente. Pero estos hoyos se tapaban para elevar el terreno y repeler la inundación.
También en la zona de Campana, otro municipio bonaerense, la asociación Vecinos del Humedal consiguió la postergación de una urbanización junto al río Luján, tributario del mismo delta, que prometía viviendas para 40.000 personas.
Alejandro Fernández, miembro de la asociación, contó a IPS que los habitantes locales se agruparon para resistir el avance de ese proyecto en una zona donde los barrios cerrados ya crecieron mucho y provocan inundación de áreas aledañas.
A fines de octubre, un fuerte temporal elevó en casi cinco metros el nivel del río Paraná y causó una inundación severa no solo en las zonas ribereñas sino en el casco urbano de la ciudad de Luján. El agua llegó hasta la basílica, atractivo turístico internacional.
"En todo el cauce del río Luján permitieron estos negocios sobre planicies de inundación que alteran el desborde natural del curso. Si taponan con cemento en una zona donde prácticamente no hay pendiente, el tema se pone muy serio", alertó.
"Después, cuando se inunda, los dirigentes políticos se agarran la cabeza, pero son ellos los que firman las autorizaciones para estos proyectos inmobiliarios sin hacer un verdadero planeamiento urbano", cuestionó Fernández.