Dejar jóvenes en la calle crea un «desastre social»

Los jóvenes sin hogar llevan una vida brutal en la calle; sufren problemas psicológicos, abuso de drogas y violencia sexual. Pese a que solo cuesta 6.000 dólares rescatar a uno de ellos de esa situación, es poco lo que se hace para ayudarlos.

Carl Siciliano, fundador y director del Centro Ali Forney. Crédito: Cortesía del Centro Ali Forney.
Carl Siciliano, fundador y director del Centro Ali Forney. Crédito: Cortesía del Centro Ali Forney.
En tanto que fundador y director ejecutivo del Centro Ali Forney, una organización que ayuda a jóvenes lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT), Carl Siciliano vio con sus propios ojos lo difícil que es para ellos vivir en la calle.

Siciliano creó el centro en 2002 y lo bautizó con el nombre de Ali Forney, un joven asesinado en la calle que él llegó a conocer.

"De joven era muy religioso y trabajé con personas sin hogar", explicó Siciliano. "Cuando salí del clóset, quise encontrar la forma de integrar mi trabajo con el hecho de ser gay", relató.

IPS conversó con Carl Siciliano sobre el Centro Ali Forney, sobre los jóvenes que alberga y sobre lo que se necesita para mejorar la situación de la comunidad LGBT.
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IPS: ¿Qué servicios ofrece su organización y qué le gustaría ofrecer pero no puede?

CARL SICILIANO: Tenemos gente que contacta a los jóvenes en las calles y le cuenta sobre nuestro programa. También contamos con un centro en Harlem (barrio en el norte de la isla neoyorkina de Manhattan) que ofrece alimentos, vestimenta y baños, además de atención psicológica, médica y, en especial, sobre abuso de drogas.

Además se pueden quedar entre tres y seis meses en el marco de nuestra iniciativa de vivienda de emergencia mientras buscan un lugar permanente. También tenemos un programa para jóvenes que consiguen un trabajo o estudian. Estos pueden quedarse hasta dos años.

Alrededor de 90 por ciento de los jóvenes están empleados y 75 por ciento estudian. Cuando se reciben, suelen conseguir un trabajo y mudarse a su propia casa.

Tengo otras ideas que me gustaría implementar, como un programa de vivienda específico para jóvenes transgénero, que son los más vulnerables y sufren el mayor grado de violencia y acoso en la calle.

También me gustaría crear un modelo de apartamentos tipo estudio con mucha supervisión para jóvenes con problemas psicológicos o retrasos en el desarrollo y para quienes las residencias colectivas son difíciles de manejar.

Un muchacho de Uganda se nos acercó y nos dijo que sus padres lo habían echado y temía que lo mataran. Me interesa crear una red internacional que pueda ayudar a los jóvenes a abandonar países donde su vida corre peligro para llegar acercarse a nosotros o a otras iniciativas.

IPS: Los jóvenes LGBT representan 40 por ciento de los que viven en la calle. Como pequeño refugio, ¿cuáles son los mayores desafíos que enfrenta a diario el Centro Ali Forney?

CS: El mayor problema es la falta de recursos. Solo tenemos 250 camas para los 3.800 jóvenes sin hogar que hay en Nueva York; en la lista de espera tenemos entre 150 y 200 muchachos. Es muy duro tener que darle la espalda a muchos de ellos todas las noches.

Nuestro trabajo cotidiano es muy difícil. Algunas veces tenemos que lidiar con situaciones de violencia. Los jóvenes LGBT tienen un alto riesgo de suicidio y los vigilamos constantemente. Tratamos de protegerlos, pero me gustaría que hubiera un mayor compromiso de la ciudad para ofrecerles seguridad.

IPS: ¿Qué es lo que suele atraer a los jóvenes al Centro Ali Forney? ¿Qué tipo de amenazas sufren?

CS: El mayor denominador común suele ser el rechazo familiar. Alrededor de 75 por ciento denuncia acoso o abuso en su casa por ser LGBT. A algunos los echan. Otros sufren tanta violencia y crueldad que les resulta intolerable quedarse. Muchos padres no saben cómo lidiar con un hijo gay.

En comparación con otros jóvenes sin hogar, los LGBT sufren el doble de violencia en la calle porque son golpeados por ser gays. Son golpeados por muchachos en otros refugios, o en un centro católico, por ejemplo, los tildan de pecadores y les dicen que se van a ir al infierno.

Muchos de ellos se vuelcan a la prostitución, lo que aumenta el riesgo de sufrir violencia y de contraer VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida). Casi 20 por ciento de los jóvenes LGBT sin hogar de Nueva York son portadores del virus.

El estrés y la presión de no tener hogar y el trauma del rechazo familiar les dejan secuelas psicológicas.

IPS: ¿Qué deberían hacer organizaciones políticas e internacionales como las Naciones Unidas para mejorar la situación de los jóvenes LGBT?

CS: Nueva York tiene un sistema de refugios para niños y adultos, pero los que tienen entre 16 y 24 años no se ajustan a esos sistemas. Los dirigentes políticos deben comprender y reconocer que es un desastre dejar a estos muchachos en la calle. Si consiguen apoyo adecuado, podrán econtrar empleo, ir a la escuela y convertirse en adultos independientes y saludables.

Si los dejas en la calle, se vuelven adictos y contraen VIH/sida. Pasarán a representar un costo enorme y una carga para la sociedad. Aun si los dirigentes lo consideran desde un punto de vista de una política pública inteligente y no en términos de decencia humana, sencillamente no tiene sentido dejarlos en la calle. Están creando un desastre social.

En términos de las organizaciones internacionales, lo más importante es comprender que la homofobia crea un ambiente de abuso y rechazo.

Las organizaciones que tratan de combatir la homofobia deben concentrarse más en cómo afecta a los jóvenes, cómo los hace sentir inseguros en sus hogares y pone en peligro el bienestar infantil.

Sería más difícil para instituciones conservadoras que promueven la homofobia, como la Iglesia Católica, hacerlo a conciencia si esas conexiones estuvieran más claras.

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