En Haití, a diferencia de muchos otros países, un aguacero común puede causar inundaciones devastadoras debido a la falta de mecanismos naturales de contención y absorción de las lluvias. Este y otros eventos meteorológicos cada vez más frecuentes imponen desafíos a la seguridad alimentaria del país.Estos riesgos de origen natural, en los que el cambio climático tiene gran responsabilidad, figuran entre los retos mayores en el desarrollo de una agricultura sostenible, admite Philippe Mathieu, exministro de esa cartera y actual asesor del Programa Mundial de Alimentos de la Organización de las Naciones Unidas (PMA).
El experto considera necesario anticiparse y ayudar a los campesinos a disponer de variedades más resistentes y sistemas de producción resistentes al cambio climático, así como para afrontar problemas como las sequías y las tormentas tropicales. «También debemos trabajar con la comunidad, capacitarla para prevenir los problemas», indica en entrevista con IPS.
Wilson Sanon, educador popular y funcionario de la Plataforma Haitiana para la Defensa de un Desarrollo Alternativo, coincide en este punto con Mathieu.
«Para adaptarse a un cambio climático que puede agravar los problemas del sector agrícola se debe formar a los productores y productoras en buenas prácticas agroecológicas y realizar intercambios de experiencias a nivel local, regional e internacional», dice a IPS.
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Pero Sanon también consideró que su país requiere formación de técnicos, reforma agraria, acceso a créditos en condiciones favorables y capacitación para el campesinado, centros de conservación y transportación de granos y demás, mercado seguro y un aumento de 30 a 35 por ciento de las tarifas aduaneras para proteger la producción nacional de la invasión de importaciones a bajo precio.
«Hay que fortalecer las capacidades de los campesinos. Es una mezcla: en las grandes parcelas fiscales se puede hacer agricultura intensiva, mientras se incentiva a los productores de pequeña escala a ser más eficientes, combinando cultivos para consumo propio y para vender o exportar, insiste Mathieu.
Según un informe de Oxfam América, el sector agrícola en Haití retrocedió cuatro por ciento entre 2000 y 2010 a causa de la erosión del suelo, las inversiones insuficientes en materia de irrigación y de insumos agrícolas, y por el impacto creciente de los cambios climáticos.
La tala indiscriminada de árboles llevada a cabo en el último medio siglo es causante directa de la degradación de alrededor de dos tercios de las tierras cultivables. No hay foresta ni raíces en las montañas y cuando llueve la tierra se desmorona pendiente abajo. El gobierno espera elevar de dos a cinco por ciento la masa boscosa en los próximos tres años.
Para afrontar el desafío de desarrollar el sector agrícola en condiciones tan adversas, Mathieu considera que lo «más importante» es llevar adelante programas que incluyan la preocupación ambiental, incluida la reconstrucción de los suelos, y la atención de la productividad.
«No se produce lo suficiente para el consumo del país», advierte. Según sus datos, 55 por ciento de los alimentos que consume la población local son importados, una directa consecuencia de la política de apertura de fronteras y liberalización del mercado aplicada desde 1983 por el entonces dictador Jean-Claude Duvalier (1971-1986).
Vigente hasta hoy, esa política neoliberal se tradujo en un descenso de la producción nacional y de los ingresos agrícolas, según explicaron varias fuentes consultadas por IPS.
Para elevar la producción, Mathieu recomienda cultivos favorables para la época de menor peligro de tormentas y huracanes, de junio a noviembre, e introducir variantes de sembrados y tecnologías en las pequeñas fincas que ayuden a mitigar los riesgos, como la irrigación gota a gota y el cultivo en invernadero, entre otras.
En su opinión, los mayores esfuerzos deben enfocarse en producir más en todas las cadenas, comenzar con aquellas en que se aprecia un «cierto nivel de competitividad», en tubérculos como la yuca o el boniato, por ejemplo, y luego integrar la producción en un sistema que ayude a proteger al ambiente, «principalmente» los sistemas agroforestales.
«Desde mi punto de vista, lo primero es aumentar el rendimiento y, al mismo tiempo, desarrollar una agricultura que proteja el entorno. Asegurado eso, un reto mayor apunta a dar valor agregado a los productos, cuyo beneficio debe llegar a los campesinos», puntualiza a modo de resumen.
El experto indica que están en marcha algunos esfuerzos en ese sentido, con experiencias que caminan bien, pero advierte que se necesita integrarlas en una política estatal clara, que no existe. «El Ministerio de Agricultura tiene documentos sobre política agrícola, aunque en el terreno no hay nada concreto», señala.
También es necesario, añade, aumentar en la población la percepción del peligro que significa el cambio climático para un país extremadamente vulnerable a eventos meteorológicos extremos y elevados niveles de pobreza. «La gente está mal armada para afrontar desastres que pueden ser mayores en el futuro», opina.
En ese sentido, considera que la educación ambiental debe estar enfocada hacia el cambio climático y los retos que impondrá.
«Cuando la gente debe hacer frente a tantos desafíos para sobrevivir cada día es difícil hablarles de retos que tendrá que afrontar dentro de 50 años, como el aumento del nivel del mar. Alertar y anticiparse a lo que vendrá corresponde entonces a la parte organizada de la sociedad y también del Estado», puntualiza.