«Esto es una revolución», declaró Mamtaj Jahan Halima, estudiante de derecho del sudoccidental distrito de Khulna, en Bangladesh. «Gente de todas las edades, sin importar religión, casta y cultura se unieron; no se había visto una concentración pacífica semejante desde antes de la independencia» en 1971, subrayó.Halima recorrió 300 kilómetros hasta esta capital bangladesí, para sumar su voz al creciente movimiento popular que pide prohibir a los grupos islamistas radicales, pena de muerte contra los criminales de guerra e instaurar un gobierno secular.
Aunque no vivieron la guerra de liberación de 1971, como se conoce aquí al movimiento independentista, los universitarios que masivamente salen a la calle recuerdan un pasado glorioso, cuando la población de lo que entonces era Pakistán Oriental se levantó para expulsar a la ocupante junta militar de Pakistán Occidental y crear un país independiente: Bangladesh.
"Ahorcar a los criminales de guerra", reza una pancarta que se balancea sobre las cabezas de los manifestantes en la plaza capitalina de Shahbagh, donde tuvo lugar la primera protesta popular el 5 de febrero.
La movilización comenzó poco después de que el Tribunal para Crímenes Internacionales condenara al dirigente islamista Abdul Quader Mollah a cadena perpetua, en vez de la ansiada pena de muerte, por crímenes contra la humanidad durante el conflicto de 1971.
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La demanda inmediata del pacífico movimiento que en los últimos dos meses se propagó a otras ciudades del país, es castigar a los "criminales de guerra". Pero la reivindicación central que aglutina a estudiantes y activistas es la institución de una democracia secular y la prohibición de organizaciones islamistas, como Jamaat-e-Islami y su rama estudiantil, Shibir.
Los dirigentes actuales de Jamaat, el opositor y mayor partido islamista del país, están imputados por atrocidades perpetradas en nombre del ejército pakistaní contra el movimiento independentista.
Cantando eslóganes y caminando junto a miles de personas, Chaity Mazumder, hija de uno de los asesinados combatientes por la independencia, dijo a IPS: "Miles de luchadores por la libertad sacrificaron sus vidas para construir una nación laica y prometimos lograr sus objetivos".
Al igual que la Primavera Árabe y el Movimiento Ocupemos, las protestas de Shahabagh fueron disparadas por unos cientos de activistas que, a través de las redes sociales de Internet, urgieron a la gente a salir a la calle. Ahora, esta nueva generación declaró que luchará para arrancar de las manos de los islamistas radicales el futuro del país.
Historia de una radicalización
Jamaat-e-Islami participa en la política de Bangladesh desde hace tiempo. Tras el asesinato del primer presidente de este país, jeque Mujibur Rahman, el 15 de agosto de 1975, los dirigentes de ese partido comenzaron a extender su influencia.
En la actualidad, Jamaat es un aliado importante de la principal agrupación opositora, el Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP, por sus siglas en inglés), fundado por Ziaur Rahman, quien abrió la puerta a los islamistas radicales en un intento por asegurar su posición en 1975.
Los grupos extremistas encontraron una base ideal entre la gente empobrecida que se esforzaba por sobrevivir en un país naciente. No mucho después surgieron grupo terroristas como forma de someter a la población.
Fue el general y presidente paquistaní Muhammad Zia-ul-Aq (1978-1988) "quien le dio licencia a esos grupos extremistas para operar", dijo a IPS el reconocido escritor y defensor de derechos humanos Shahriar Kabir. "En un decreto, Zia legalizó 66 partidos islamistas favorables a Pakistán", puntualizó.
Entre los numerosos atentados terroristas de las últimas tres décadas está el intento fallido de asesinar a la actual primera ministra, jequesa Hasina Wazed, en agosto de 2004, cuando lideraba la oposición, y el asesinato del exministro de Finanzas, Shams Kibria, en 2005, así como varios ataques con bomba contra oficinas públicas que causaron la muerte de miles de personas inocentes, según fuentes oficiales.
Imran H. Sarker, responsable de la coordinación del movimiento popular, dijo a IPS que hasta ahora los extremistas habían superado a la ciudadanía porque esta carecía de cohesión.
Pero ahora "somos más fuertes que nunca. Tenemos un poder joven no violento y construiremos un nuevo Bangladesh", puntualizó.
El llamado para construir un "nuevo Bangladesh" tiene eco entre los jóvenes de este país de 150 millones de habitantes y con una grave crisis económica y social.
En Bangladesh, la pobreza afecta a 35 por ciento de la población, el costo de vida aumentó a más del doble desde 2000, el desempleo afecta a un número creciente de hombres jóvenes y casi 50 por ciento de los alumnos de la enseñanza primaria abandonan antes de terminar el quinto grado.
En entrevista con IPS, el economista Khondoker Golam Moazzem, director adjunto del Centro para un Diálogo Político, atribuyó el alto grado de pobreza a la falta de educación, también factor principal de que una gran cantidad de niños y niñas fueran empujados al mercado laboral informal.
"Pese a logros notables en materia de erradicación de la pobreza, 40 millones de personas siguen viviendo" en esa situación, dijo a IPS.
Según el manifestante Poonam Chakraborti, maestro de una escuela privada, "la gente se nos une frustradas por décadas de una política sucia en nombre de la democracia".
Muchos otros manifestantes dijeron a IPS que estaban hartos del sistema político que permite a la oposición boicotear las sesiones parlamentarias, incendiar oficinas y vehículos públicos y crear un clima de anarquía.
Otros más expresaron su descontento con una sociedad dividida entre dos partidos, la gobernante Liga Awami y el opositor BNP.
"Los que están en la calle son los votantes que mañana decidirán quién gobernará la nación", dijo Chakraborti a IPS. "Shahbagh representa un punto de inflexión crucial para el sistema político del país", puntualizó.
Las manifestaciones de Daca han sido masivas; las estimaciones más conservadores especulan que en la más multitudinaria hubo 300.000 personas.
Aunque no concentra el interés de los grandes medios occidentales, la dimensión de las protestas en Bangladesh obligó al sistema político local a prestar atención al fenómeno.
En palabras del activista Jharna Rani Das: "Muchas figuras del gobierno y de la oposición (entre ellas de la Liga Awami y del Partido Comunista de Bangladesh), preocupadas de nuestra fuerza, nos expresaron su solidaridad".
"Es un claro indicio del debilitamiento del viejo orden, cuanto más fuerte gritemos, mayores serán las fracturas en la dinastía política", dijo a IPS.