Apenas eran las siete de la mañana cuando Mohammad Abdi desplegó una alfombra a metros de un cráter de obús. Él y su familia se preparaban para a celebrar el Newroz, el año nuevo persa y kurdo.Los Abdi habían conducido hasta aquí desde Suleimaniya 260 kilómetros al noreste de Bagdad para celebrar uno de los Newroz más especiales de los últimos años. Y no solo por los angostos valles que aún coronan cimas nevadas; también era la fecha en la que se escucharía el esperado mensaje de Abdullah Ocalan, el líder encarcelado del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).
"El año pasado había mucha menos gente por miedo a las bombas. Quizás este año estemos a rebosar porque se está hablando de paz últimamente", comentaba este antiguo guerrillero que combatió el régimen de Saddam Hussein (1979-2003).
No eran los únicos que habían madrugado el jueves 21.
Desde las seis de la mañana un centenar de guerrilleros del PKK hacían lo imposible por gestionar el inusualmente denso tráfico en la zona: miles de kurdos en furgonetas y minibuses serpenteaban por la carretera hacia las montañas Qandil, el cuartel general de la guerrilla kurda, un bastión de piedra que parece haberse alzado tras la colisión en un solo punto de las fronteras de Irán, Iraq y Turquía.
El PKK ha mantenido una guerra de casi tres décadas con Ankara en pos de reconocimiento y derechos fundamentales. Durante este tiempo, decenas de miles han muerto y miles de pueblos y aldeas kurdas han sido arrasadas a ambos lados de la frontera turco-iraquí, ante la total pasividad de la comunidad internacional.
El escenario sobre el que se encadenaban actuaciones musicales, discursos e incluso pequeñas representaciones teatrales atraía gran parte de la atención.
Sobre el tablado, las imágenes de los mártires del PKK, incluidas las tres activistas kurdas asesinadas en París en enero de este año, perdían su vista en las cumbres aún nevadas, justo sobre las miles de cabezas que se agitaban emocionadas.
A su alrededor la actividad era igualmente febril: se sacaban fotos de grupo junto a enormes retratos de Ocalan; se servía té y se vendían desde churros y kebab hasta libros escritos por y/o sobre el líder kurdo encarcelado en la isla prisión de Imrali, en el mar de Mármara. También era un momento único para saludar a amigos y familiares a los que no se había visto hacía tiempo.
Era el caso de Gulistan. Llegada con su familia desde Van, 920 kilómetros al este de Ankara, abrazaba a Ercan, su hermano menor, por primera vez desde que este se unió a la guerrilla, hace cuatro años.
"Cuando se fue todavía no se afeitaba y hoy me ha pinchado al besarme. Ya es todo un hombre", reía esta kurda tras ceder el turno de saludo a sus padres.
"Tenemos siete miembros de la familia en la guerrilla, estamos muy orgullosos de ellos", apuntaba Mohammad, el padre de este grupo familiar para el que reunirse resultaba prácticamente imposible.
Tres kurdos guardaban turno para retratarse junto al agasajado, un requerimiento al que los civiles sometían hasta el hastío a casi cada uno de los guerrilleros encargados del festival.
"Hemos venido de Erbil capital administrativa de la Región Autónoma Kurda de Iraq, 320 kilómetros al norte de Bagdad para celebrar el Newroz junto con nuestros hermanos del norte", decía Nashuan, para quien el PKK es "un ejemplo para todos".
Lo cierto es que la división histórica entre los kurdos del norte y el sur parecía haberse diluido. Las banderas estrelladas del PKK se mezclaban con las amarillas del PDK Partido Democrático de Kurdistán y las verdes del PUK, Unión Patriótica de Kurdistán, las dos principales coaliciones del Kurdistán iraquí.
"No ha de extrañar a nadie", decía Ayub, taxista en Suleimaniya. "El PKK nos recuerda lo que éramos hace apenas 20 años. En realidad, ver a estos muchachos en la montaña nos provoca cierto sentimiento de nostalgia".
No en vano, los kurdos de Iraq también optaron por la guerra de guerrillas para defenderse de la agresión del régimen de Saddam Hussein. Fue en 1991, tras la Primera Guerra del Golfo, cuando sentaron las bases de la que sería su región autónoma.
El mensaje de Ocalan era leído por líderes del BDP Partido para la Paz y la Democracia desde Diyarbakir, la principal ciudad kurda de Turquía, 670 kilómetros al este de Ankara. A las dos en punto, la declaración llegó a unas 8.000 personas reunidas en Qandil.
"Hemos alcanzado la fase en la que nuestras fuerzas armadas han de replegarse al otro lado de la frontera No es el final sino el comienzo de una nueva era", aseguró Ocalan en su comunicado. Murat Karayilan, comandante en jefe del PKK, confirmó este extremo en una comparecencia televisada el jueves 21 por la tarde.
A pesar de la alegría tras vislumbrar un hilo de luz al final de un túnel demasiado largo, algunos de los más veteranos se mostraban escépticos.
"Todos debemos dar pasos hacia la paz, no solo nosotros", decía Saharestan con su fusil al hombro. Quince años de vida en las montañas han blanqueado por completo el cabello de esta kurda de Siria de mediana edad.
Justo al lado de la veterana combatiente, Mahmmoud asentía: "Además, nadie ha de olvidar que la paz entre turcos y kurdos pasa por la liberación incondicional de Apo", el sobrenombre con el se conoce a Ocalan, apuntaba este compañero de armas llegado desde Irán.
Lo cierto es que la prudencia parecía ser la tónica entre los guerrilleros.
"No podemos pronunciarnos en ningún sentido hasta que hayamos examinado en profundidad el comunicado", explicó a IPS Roj Welat, responsable de comunicación del PKK, desde una tienda de campaña anexa al escenario.
"Es evidente que la política turca en Medio Oriente ha fracasado, y eso en un tiempo en el que vivimos unas revueltas que están sacudiendo toda la región", apuntó Welat. "Estos dos factores, y no otros, son los que pueden acelerar el proceso de paz".