Los combatientes islamistas no suponen una amenaza «inminente» para los países de Asia central, según dirigentes políticos estadounidenses, quienes sostienen que igual necesitan ayuda de Washington para defenderse de posibles peligros.
«No consideramos que haya una amenaza islamista inminente en los estados de Asia central», dijo el secretario de Estado adjunto Robert Blake en una sesión de la Cámara de Representantes de Estados Unidos sobre «la amenaza de combatientes islamistas en Eurasia», realizada el 27 de febrero.
«Los grupos terroristas más capaces con vínculos en Asia central, como el Movimiento Islámico de Uzbekistán (IMU, por sus siglas en inglés) y la Unión de la Yihad Islámica (IJU) están concentrados en el oeste de Pakistán y en Afganistán», indicó Justin Siberell, coordinador de antiterrorismo del Departamento de Estado (cancillería).
«Ninguno de los dos es considerado excesivamente poderoso por sí solo, y seguirán concentrados en operaciones en esa misma región aun después de 2014», pronosticó.
La sesión de la Cámara de Representantes se enmarca en una evaluación del Congreso legislativo, el Departamento de Estado y el Pentágono (sede del Departamento de Defensa) con la intención de ampliar la asistencia militar a países de Asia central, en especial a Uzbekistán.
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Esas naciones ayudaron a Washington a crear rutas de transporte para las fuerzas de Estados Unidos y de la coalición desde y hacia Afganistán, conocida como Red de Distribución del Norte.
Algunos gobiernos de la región dicen necesitar ayuda de Estados Unidos para protegerse de combatientes islamistas para después de 2014, cuando se retiren los efectivos estadounidenses de Afganistán.
La amenaza no será inminente, pero se justifica ampliar la asistencia a la seguridad en esa región, insistió Blake.
«La amenaza se ha mantenido a raya, pero cuando nuestras fuerzas se retiren de la región debemos continuar nuestros esfuerzos para evitar el reclutamiento terrorista y fortalecer las capacidades antiterroristas de los países de Asia central para que puedan defenderse con responsabilidad y con medida», arguyó.
«Con Uzbekistán comenzamos un enfoque calibrado y muy cuidadoso para respaldar sus necesidades defensivas porque sufren amenazas reales, no solo por su apoyo a la Red de Distribución del Norte, sino porque grupos como el IMU y la IJU apuntan contra él», añadió Blake.
Sin embargo, Nathan Barrick, consultor de CLI Solutions, contratada por el comando central de Estados Unidos, opinó que si bien existen amenazas en Asia central, no necesariamente justifican una ampliación de la asistencia estadounidense.
Barrik, quien también dio su testimonio en la sesión de la Cámara de Representantes, dijo que las amenazas son menores y que los servicios de seguridad de la región han resultado efectivos para repelerlas.
Stephen Blank, del Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos, dijo que cualquiera sea la amenaza en Asia central, probablemente las fuerzas armadas de este país no puedan hacer mucho para contrarrestarla.
«Lograr una buena gobernanza como para evitar el surgimiento del terrorismo en ese u otros lugares probablemente exceda nuestras capacidades y recursos», subrayó Blank.
«Y el ejército de Estados Unidos no está más equipado que el resto para hacer frente a esa responsabilidad», añadió.
Por su parte, Ariel Cohen, de la Fundación Heritage, dijo: «La asistencia de Estados Unidos debe cuidarse de no fortalecer los servicios de seguridad desplegados por los regímenes contra la oposición».
La posibilidad de mayor ayuda militar a Uzbekistán alarmó a defensores de derechos humanos, quienes sostienen que las autoridades exageran la amenaza del radicalismo islámico para justificar sus despiadadas dictaduras.
Además, sostienen que el equipamiento estadounidense se utilizará contra la actual y futura oposición política y contra los manifestantes.
Blake intentó minimizar esos argumentos diciendo que confía en que el enfoque que se adopte en Asia central «ayude a fortalecer la capacidad de la región para combatir el terrorismo y contrarrestar el extremismo, a la vez que aliente reformas democráticas y respeto por los derechos humanos».
Si Uzbekistán mejora su respeto por los derechos humanos «podremos hacer más en materia de armamento», añadió.
Pero no a todos los miembros del Congreso les preocupan los derechos humanos.
El representante de California por el opositor Partido Republicano, Dana Rohrabacher, regresó el 25 de febrero de un viaje a Uzbekistán, donde se reunió con el presidente Islam Karimov.
Según él, las restricciones en materia de derechos humanos se justifican por la amenaza que supone el islamismo.
«Algunas de las cosas por las cuales se critica a Uzbekistán, como negar la libertad de culto y de expresión, apuntan básicamente a evitar que se arraiguen sectas radicales del Islam», arguyó Rohrabacher, quien ahora preside el subcomité para Europa, Eurasia y Amenazas Emergentes.
El congresista republicano recomendó tratar a Uzbekistán como a Arabia Saudita, otro país donde no se respetan los derechos humanos, pero al que Estados Unidos le vende armas.
Ted Poe, representante republicano de Texas y presidente del subcomité sobre terrorismo, no proliferación y comercio, y quien estuvo en Uzbekistán con Rohrabacher, dijo que la preocupación de Karimov por los islamistas era justificada.
Además, los detalles sobre una ampliación de la asistencia de Estados Unidos a Uzbekistán no son claros.
La Casa Blanca accedió el año pasado a restablecer la ayuda militar a Uzbekistán tras congelarla después de varios años por violaciones a los derechos humanos.
Estados Unidos ya se comprometió a ofrecer a ese país equipamiento para un sistema de posicionamiento global (GPS, por sus siglas en inglés), además de anteojos de visión nocturna y chalecos antibalas. Pero ahora las autoridades estadounidenses discuten varias propuestas nuevas de asistencia, aunque es poco lo que se sabe.
Tras la sesión de la Cámara de Representantes, Blake declaró a la prensa que el Departamento de Estado había notificado al Congreso sobre su intención de suministrar aviones no tripulados a Uzbekistán, pero autoridades de esta secretaría se negaron a ofrecer detalles.
También dijo declaró que «suponía» que la ayuda estadounidense no incluiría armamento letal.
Pero Rohrabacher dijo que el presidente Karimov le dijo que quería ampliar de forma drástica la cooperación militar con Estados Unidos.
«Nos dejaron claro que preferirían reemplazar su armamento soviético con equipos estadounidenses», declaró.
Además, el Buró Federal de Investigación (FBI) también amplía su asistencia a las agencias de seguridad de Uzbekistán suministrándoles un sistema automatizado de información de huellas digitales que, entre otras cosas, permitirá que ese país intercambie datos con Tayikistán y Kirguistán, indicó Siberell, el coordinador de antiterrorismo del Departamento de Estado.
Autoridades de Estados Unidos y de Uzbekistán negocian también el restablecimiento de la colaboración en el marco del programa de asistencia al antiterrorismo, del Departamento de Estado, que ayuda a las agencias de seguridad y que había sido suspendido por violaciones a los derechos humanos, apuntó Blake.
* Joshua Kucera es un periodista residente en Washington que está especializado en cuestiones de seguridad en Asia central, el Cáucaso y Medio Oriente. Además es el editor del blog Bug Pit, de EurasiaNet. ** Este artículo fue originalmente publicado en EurasiaNet.org.