Es verdad que la vida y la obra del presidente venezolano Hugo Chávez, fallecido el 5 de este mes, tuvieron puntos oscuros, pero eso no debería impedirnos ver la grandeza de un hacedor de la historia.
Primero, en su propio país, Chávez hizo que quienes vivían en la miseria tuvieran bienestar económico, participación política, orgullo cultural (de su sangre, a menudo africana o indígena), dignidad social, yendo más allá del coeficiente de Gini para medir la creciente igualdad.
Segundo, hizo lo mismo por América Latina: ayudó a los países a prosperar en nombre del emblemático Simón Bolívar. Tal fue el caso de Cuba, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y Brasil, para mencionar apenas algunos.
Por supuesto que ambas políticas están relacionadas. Colombia, con sus extensos antecedentes de violencia entre 1948 y 2013, es un país paria y solo se lo puede ayudar a salir adelante ayudando a quienes están en los estratos sociales más bajos, atacando la flagrante desigualdad. Chávez y otros líderes afines, como Fidel Castro y Daniel Ortega, Rafael Correa y Evo Morales o Luis Inácio Lula da Silva, están en línea.
Ese equipo formidable hizo más que los líderes europeos, que intentan manejar su propia crisis. El difunto periodista y ensayista Christopher Hitchens entrevistó hace unos años a Chávez y le preguntó sobre sus similitudes y diferencias con Fidel Castro. Chávez respondió que, en lo relativo al imperialismo de Estados Unidos, tenían las mismas opiniones, y que se profesaban total solidaridad.
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Pero luego agregó que, sin embargo, Fidel era un comunista que creía en un Estado unipartidario liderado por el Partido Comunista, y en cambio él era un demócrata de izquierda, que creía en un Estado multipartidario y en elecciones libres; que Fidel era un marxista que solo creía en el sector público de la economía y él, en cambio, en una economía que combinara lo público y lo privado. Por otro lado, dijo que Fidel era ateo y creía en el ateísmo científico, mientras que él era católico y destacaba que Jesús había vivido entre los pobres.
Eso fue demasiado discordante para que algunas mentes anglo-estadounidenses lo manejaran. Sin embargo, fue muy significativo en América Latina, particularmente cuando tantos se apartaron de la Iglesia Católica para unirse a las filas de los evangélicos.
El Sermón de la Montaña (Mateo 5) se vio como programa político, aunque en este caso el objetivo no era elevar a los de más abajo hacia el Cielo, sino hacia una mejor realidad en este mundo. Muchos otros gobiernos de países petroleros tienen dinero suficiente para hacerlo, y la mayoría de los pobres están dispuestos a darles legitimidad democrática. Pero fue Chávez quien lo hizo, inspirando a otros líderes y pueblos de América Latina y el mundo.
¿Es Venezuela económicamente sostenible? La economía está en problemas, faltan inversiones, se acumula la deuda con los chinos (un punto menor mientras el petróleo fluya hacia China más que hacia un Estados Unidos que ahora convierte arenas alquitranadas en pozos petroleros).
El factor clave es hacer que los otrora marginados y excluidos habitantes de tugurios contribuyan con la economía, fortaleciendo tanto la producción como la oferta y la demanda. Muchos se sintieron amenazados por los pobres y el factor racial, incluido el propio Chávez.
Es demasiado tarde para matar a Chávez, pero tal vez algunos sabotearán la economía. Muchos países se sentirán amenazados por los países pobres que emergen, por los mismos motivos y por uno más: ¿acaso eso inspirará a nuestro pueblo oprimido a hacer lo mismo?
¿Podrían los negros de Estados Unidos y los estados del Golfo estar interesados en una (con)federación con los países caribeños poblada de la misma manera, por esclavistas de Liverpool?
Sin duda, alguien está trabajando 24 horas al día y siete días a la semana para que Venezuela no tenga éxito. Pero también puede ser demasiado tarde. El huevo se paró sobre sí mismo, y fue Chávez quien lo logró.
En el horizonte hay cuestiones que van más allá del futuro de Venezuela. Dadas las osadas medidas adoptadas por Chávez, a los economistas les resultará difícil ceñirse a sus ilusiones. Pero a veces la discriminación positiva es una indispensable terapia de choque para sacar de la miseria a varios sectores -las mujeres en todas partes del mundo, las personas que no son de raza blanca, los malayos en Malasia, los dalits en India, aunque eso "destruya los mecanismos de mercado"-, considerando el poco tiempo que insumió que tuvieran efecto en Venezuela.
Los economistas deberían ayudar a sacar de la pobreza a quienes están más sumidos en ella, incluyendo a los países que no tienen riqueza petrolera, no solo para mostrar los problemas, sino también porque a los teólogos cristianos les resultará difícil pasar por alto este desafío: Jesús vivió entre los pobres, no solo predicando en el monte, sino también alimentando, cuidando, confortando, con compasión, sobre la Tierra.
Chávez no fue un teólogo que ingresara en ese paisaje intelectual. Él actuó.
Este debate eterno dentro de la Iglesia de ningún modo es nuevo, como escribe Hans Kung en su soberbio "¿Es tiempo, al fin, de una Primavera Vaticana?" (International Herald Tribune, 1 de marzo de 2013). De lo contrario, "la Iglesia caerá en una nueva Era del Hielo, reduciéndose hasta convertirse en una secta cada vez más irrelevante".
También será difícil para los extremistas de izquierda ver la línea de Fidel Castro como la única posible. La legitimidad democrática occidental, la economía diversa y simbiótica y la fuerte motivación ideológica pueden llevarnos más lejos.
Pero Occidente tiende a confundir violencia con conflicto, cese del fuego y desarme de "rebeldes" con soluciones, democracia electoral multipartidaria con mediación. Un genio nos hace pensar y actuar de modo diferente, haciendo historia. Chávez lo fue. ¡Gracias, Hugo!
* Johan Galtung es rector de la TRANSCEND Peace University y autor de "Peace Economics: from a Killing to a Living Economy" (Economía de la paz: De una economía que mata a una que vive).